Capítulo uno.

366 152 23
                                    

Carlos corría a coger el bus. Desde una cuadra antes, lograba divisarlo y a partir de allí le hacía señas, a fin de que lo esperara.

Para su suerte, el conductor lo vio y hasta que Carlos no abordó, el señor no se movió.

―Gracias. Buenos días ―expresó, jadeando por el cansancio. Del bolsillo trasero de su pantalón, sacó unas monedas y se las entregó al hombre tas el volante, como pago del pasaje.

Caminó al final de la buseta, y se sostuvo de un barandal. No moraban tantas personas, a algunas las contemplaba y a otras les dedicaba sonrisas amables.

El chófer, paró frente a su destino y se bajó por la puerta trasera. Cruzó la calle acompañado de dos viejecillos, que le echaron la bendición. Cosa que le agradó. Ese día, pintaba ser uno bueno, muy bueno.

Se dirigía a la mayor cadena de producciones cinematográficas, a un casting para hacer de villano en una miniserie. Los nervios afloraban, desbordaban por los poros. Pero, no podía darse el lujo de flaquear. Se preparó mucho a fin de quedarse con el papel, lo menos que deseaba era echarlo a perder.

Saludó a la recepcionista, y le informó a donde se dirigía. La mujer, le extendió un gafete de visitante y lo dejó pasar, anunciándolo por el teléfono a la sección de casting.

Entre tanto, subía al quinto piso y a su vez, repasaba las líneas que debía exclamar en su prueba. Llevaba su currículum como actor principiante, donde se leía los pocos trabajos que realizó. Algunos comerciales, de extra en varias películas y lo más grande su carrera; un personaje secundario que eliminaron a los cinco capítulos de la serie.

Primero que él, yacían alrededor de cincuenta personas, con la misma esperanza de quedar seleccionados. Se encontró con un muchacho más joven, que también había coincidido en otro casting en el que ninguno quedó.

―Vaya, que sorpresa ―habló el tipo―. Carlos, ¿no?

―Si. ¿Cómo te va? ―Chocaron puños, luego de un estrechón de manos―. Que destino el nuestro, topándonos en casi todo.

Ambos soltaron una risotada y José asintió.

―No he tenido ni una pizca de suerte, hermano ―se lamentó, encogiéndose de hombros―. A lo que voy, no logro quedar.

―Me pasa lo mismo. Será que me purgue ―bromeaba, y se reía de su propia desgracia―. ¿Te aprendiste el diálogo?

―Ahí, ahí ―movía las manos―. Los nervios me traicionan.

―Te entiendo. Bueno, hablamos en un rato. ―Le palmeó el hombro, y se alejó de los demás, y así conseguir un poco de paz para prepararse.

Al mismo tiempo, transmitían un noticiero matutino, los parlantes del televisor carecían de volumen y lo celebró, no permitiría distracciones. Sin embargo, antes de que pudiera bajar la mirada verdosa a la hoja, admiró la belleza de una mujer de cabellos negros, piel tersa casi pálida, y unos ojos verdes aceituna. La acompañaba un sujeto que conocía, por sus comedias estúpidas, que a la gente mediocre hacía reír. Supuso que alguien le subió, porque de un momento a otro escuchó lo que la reportera tenía que decir acerca de la pareja.

Como si fuera poco su infidelidad, el comediante Francisco Contreras declaró que su ex pareja, la actriz Virginia Moreno, fue quien cometió adulterio primero ―narraba la mujer, casi como un robot―. Es sabido por los medios que, solo se ha podido comprobar la traición de él y Virginia se ha mantenido al margen de la situación.

―Virginia Moreno ―saboreó el nombre, entre sus labios. Jamás oyó sobre esa actriz. Le pareció bonita, para con quien salía.

Se levantó y huyó de esa sala, entró en el servicio de caballeros y orinó apurado. Revisó la hora en su reloj de muñeca, entonces cayó en cuenta que solo faltaban diez minutos para el llamado a los participantes. Se enjuagó las manos, peinó hacia tras su pelo azabache y salió disparado al estudio.

H I D D E N ©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora