Capítulo dieciocho.

131 53 128
                                    

chamas, comentennn, por favor):

también reproduzcan la canción, lean con la música de fondo, háganme el favorrrr.


Flashback.

Un día cargado de trabajo, puede ser pesado y agotador. Sin embargo, la sonrisa tranquilizadora de esa persona puede cambiar el panorama.

Este era el caso de Virginia y Carlos. Martín, los tuvo ocupados toda la semana sin descanso alguno. No había recesos, ni una hora entera para almorzar; solo quince minutos y volvían a grabar. Pasó un mes, desde que la pelinegra se quitó las caretas y le habló de frente a su corazón y a Carlos. No volvieron a conversar a fondo, su psiquis les aseguró que ellos estaban bien y juntos.

Descansaban en el camerino de ella, la noche se hizo presente y ya tenían que marchar al hogar. Saciaban su hambre voraz, jadeaban con los labios hinchados de tanto morderse y complementarse. La actriz, se acomodó en el regazo de él y le plantó un pico en el mentón que picaba, debido a los cortes de la chivera, que desde hace bastante ya no estaban presentes.

Debemos irnos musitó el pelinegro, sobándole la espalda cubierta por una blusa. La escuchó refunfuñar, y se rio―. Tampoco quiero marcharme, pero es un deber.

Me encanta tu perfume halagó, levantándose de las piernas de él―. Odio despedirnos, ¿sabes?

Me pasa lo mismo, entiendo el sentimiento.

¿Otros amantes, se sentirán así de vacíos al despedirse? cuestionó, rodando los ojos.

Por favor, no uses ese concepto. No siento que seamos eso.

Lo somos, de hecho.

Busquemos otro término, ese no me gusta.

Virginia le dedicó una sonrisa de boca cerrada, y pensó en otro apodo que los definiera y sonara a insulto.

Porque, la palabra "amantes" es mayormente usada, para los adúlteros. Ellos lo eran, y el cargo de conciencia les pasaba factura cada tanto.

En Carlos, cuando convivía con su hija y su esposa. Ninguna lo merecía, y a veces la idea de divorciarse de una buena vez lo ahogaba. Sin embargo, desistía de la idea. No deseaba que Cristina, creciera lejos de él. Además, Viviana era una mujer increíble, solo que su corazón ya no latía desbocado cuando la miraba a ella.

En cuanto a Virginia, era básicamente su esposo, Augusto. El tipo era un atento, un lindo, un caballero increíble. A veces, el pensar tanto en Carlos cuando dormía con el político y éste se desvivía para complacerla. Cuando partían a sus actividades, ella como primera dama y él como gobernador, y sobre todo, al momento de compartir en familia. Quizá, si tuviera hijos la cosa sería distinta y no estuviera con Carlos.

Puedes decirle a tu mente, que no quiera ni sienta algo que no debe.

Pero, ¿y el corazón? ¿Cómo le explicas a ese órgano, que no puede amar alguien ajeno?

No se puede, es un terco y no entiende de razones.

Este era el problema de ese par, amarse a oscuras, en las sombras de aquel canal que, por ahora, era su único refugio.

Puede ser... habló Carlos―. Enamorados. Sí, dos enamorados a destiempo.

A destiempo... masticó Virginia, suspirando con un deje de tristeza. Regresó a él, sentándose otra vez en sus muslos―. Nos conocimos tarde, cariño.

H I D D E N ©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora