Esa noche era especial.
Carlos y Virginia inauguraban su productora, "Victoria". ¿Por qué aquel nombre?
Ambos lo habían hecho por y para su hija, que ese mismo día cumplía doce años de edad.
La felicidad era algo palpable, los flashes, la música, las personas gritando sus nombres, el vitoreo alrededor de la pareja y, sobre todo, el centro de atención: Victoria Herrera Moreno.
Una chica delgada, alta; casi del tamaño de su madre, ojos verdes, algunas pecas pintadas en sus mejillas y el cabello lacio en un tono castaño oscuro. Estaba en medio de sus padres, con una sonrisa tímida y el corazón latiendo a mil por segundo. La calidez que le otorgaba su mano y la de Virginia entrelazadas, lograba tranquilizar la euforia que por su sangre corría, mientras que la mirada verdosa de Carlos le transmitía seguridad. Victoria sabía que ahí se encontraba a salvo.
La alfombra roja estaba abarrotada de periodistas y fotógrafos. El salón exclusivo, permanecía lleno de amigos e invitados de lujo que Virginia y Carlos se habían encargado de llamar. Para ellos era muy importante la presencia de cada una de las personas allí.
― ¡Buenas noches! ―exclamó Carlos con su característico tono de voz. Las mujeres gritaron como respuesta, y Virginia sintió escalofríos―. ¡Gracias por haber venido!
Virginia sonreía al igual que su pequeña niña.
―Mamá, ¿cuándo nos iremos a celebrar mi cumpleaños? ―inquirió Victoria al oído de su madre―. Me duelen las mejillas.
―Cortamos el listón y entramos, mi vida ―aseguró Virginia, no tan convencida. Pues los reporteros podían atrasarlo todo con sus notas exclusivas, y con el montón de preguntas que tenían para ellos dos.
Carlos se había alejado de las fotos, para atender algunos periodistas.
Con anterioridad, el matrimonio anunció en el periódico que no sería demasiado larga la inauguración, debido al cumpleaños de Victoria. Sin embargo, eran conscientes de que demorarían más de lo previsto.
― ¡Virginia, por aquí! ―gritó uno de los periodistas. La actriz, y ahora productora no tuvo otra opción que acudir al hombre―. Buenas noches, gracias por recibirme aquí.
―Gracias a ustedes por venir. Para mí y mi esposo, es un honor que hayan asistido a tan importante evento.
Victoria fue guiada por los guardias de seguridad a un lugar seguro, fuera del bullicio y las luces cegadoras.
― ¿Por qué después de tantos años deciden fundar su productora? ¿Por qué ese nombre, Virginia?
―Bueno, la verdad es que la idea estuvo en mi cabeza durante mucho tiempo. Pero, aún seguíamos actuando y algunas veces tomábamos clases de dirección y producción. Lleva trabajo, dedicación y mucha atención ―explicaba haciendo ademanes, y sonriendo cada que tenía oportunidad―. El nombre fue por mi hija, es bastante claro.
― ¿Quién de los dos fue el que dio el primer paso para realizar este sueño?
―Carlos. Me ha impulsado demasiado en todo el camino, ha despejado mis dudas, ha estudiado mucho para esto. Me siento muy feliz por tenerlo en mi vida.
―Pues hacen muy bonita pareja. Felicidades a los dos, hoy es su noche.
― ¡Gracias!
Después de varias entrevistas más, Carlos y Virginia entraron tomados de la mano al salón.
Todos comenzaron a aplaudir, incluyendo a la pequeña Victoria que llevaba un vestido en color azul rey, unas sandalias bajas y el cabello suelto cayéndole hasta la mitad de la espalda. Veía a sus padres con orgullo, sentía ganas de llorar. Por ende, dejó marchar algunas lágrimas que acariciaron sus mejillas coloradas. Victoria aplaudía con más fuerza.
Se situaron tras el listón con una enorme tijera sujetada por ambos. Un atril les hacía compañía, Carlos se acercó y expresó su emoción por aquel inefable momento, estar con la mujer que ama a punto de iniciar una maravillosa etapa para la vida de los dos.
Siempre tenía presente cada instante que pasó con ella conversando sobre el tema, aun cuando era una simple idea, cuando solo se trataba de un comentario durante el desayuno. En las largas noches que pasaron haciendo anotaciones, escribiendo posibles nombres y descartándolos al instante. El cansancio que les producía tanto pensar, pero que al final de todo terminó valiendo la maldita pena.
El pecho se le hinchó de orgullo, y por inercia apretó el agarre que tenía con su esposa. La pelinegra volteó y le regaló una sonrisa, esa que sacaba solo para él y que lo volvía loco.
Virginia desbordaba jovialidad esa noche, enfundada en un vestido dorado de mangas largas con abertura en la pierna derecha, unos tacones a juego y el cabello recogido en una coleta a la altura de la nuca. Entre tanto, Carlos vestía un esmoquin color negro, con una camisa blanca debajo del blazer y una pajarita.
―Bienvenidos a los Estudios Victoria, verá que su estadía aquí será inolvidable... ―habló Virginia por el micrófono.
― ¡Tres...dos...uno...ya! ―Realizaron el conteo regresivo y en ese preciso segundo, el listón rojo fue cortado, dando así por inaugurada aquella productora.
Virginia comenzó a llorar, y se abrazó al fuerte torso de su esposo. Estaba feliz, conmocionada, nostálgica...Una mezcla se sensaciones que no lograba desifrar, pero que la hacían la persona más alegre del planeta tierra. Por su parte, Carlos no paraba de sonreírles a los presentes que seguían aplaudiendo sin importar nada más.
Victoria llegó a ellos, y los tres posaron para algunas fotografías. La chica se acomodó al lado de su padre al ver lo aferrada que su madre estaba de él. No quiso ser descortés.
―Te amo, Virginia. Te amo y agradezco que seas tú quién está aquí ―musitó Carlos sobre el cabello de su esposa―. Gracias por todo.
―Ya, Carlos. Mi maquillaje se correrá ―se burló, ocasionándole una estrepitosa risa al hombre. Virginia alzó el rostro y lo besó frente a todos―. Te amo, Carlos Herrera.
Victoria veía la escena fascinada, amaba las muestras de amor de sus padres en público.
Una botella de champagne fue abierta, música clásica atenuaba la estancia y los invitados conversaban amenamente.
La fiesta de Victoria se llevaría a cabo dentro de algunas horas, la pequeña estaba conversando con una de sus amigas que la acompañó en la velada.
En una oscura esquina de aquel salón, Virginia y Carlos compartían la champaña y algunos besos con sabor a alcohol etílico. Les causaba paz saber que un objetivo más acababa de ser cumplido. El fruto de su esfuerzo una vez más dio resultados. Veían la felicidad de su hija y el corazón les palpitaba con fuerza.
No hacían nada más que mirarse a los ojos, porque solo eso bastaba para comprenderlo todo. Virginia esbozó una sonrisa débil en su rostro, y Carlos plantó un casto beso sobre ella.
Cada quién parecía estar inmerso en su mundo. Mientras que ellos estaban en el suyo, donde su luz era la oscuridad, donde no hacían falta las estrellas para que les alumbrarse, ya que la mirada de Virginia centelleaba todo, donde el amor era la única ley establecida, donde el himno nacional era la entrega pasional en cada día que pasaba y su bandera era la capacidad de compresión que se otorgaban el uno al otro.
Alguien cambió la música, y una melodía bastante conocida empezó a sonar. Ambos conectaron sus sentidos, ya que al tocarse pudieron sentir esa descarga eléctrica correrle por las venas. No hicieron más que reír, y besarse con delicadeza. A los poco minutos comenzaron a cantar al unísono:
―Tanto tiempo disfrutamos de este amor, nuestras almas se acercaron tanto así...
Fin.
¡Ahora sí!
N/A:
finalmente aparecí. Perdón la demora, sé que fue demasiado tiempo.
aquí esta el famoso epílogo, en definitiva hemos llegado al final de esta historia.
pido una disculpa si no es lo que ustedes esperan.
con amor, A.
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H I D D E N ©✔
Romance«Porque, yo no soy ella y tú no eres él. Afortunadamente». Historia dedicada a dos personas, las cuales amo y admiro en demasía.