Dos nuevos guardaespaldas, cuidaban a Virginia Moreno y la acompañaban a cada sitio para el que se movía. Fueron contratados por Augusto y su jefe, luego de que el gobernador le platicara todo lo que ha sentido últimamente por parte de su esposa y Carlos Herrera. Entre los dos, decidieron colocarle guaruras y ella aceptó sin rechistar, porque confiaba en su marido.
En esta ocasión, Virginia fue al ginecólogo a fin de ponerse en control con la doctora, para que le recomendara algunas vitaminas, realizarse una ecografía y revisar las semanas y días que realmente estaría ovulando. Los sujetos, se situaron afuera del consultorio descansando el cuerpo en las sillas puestas en la sala de espera.
―Entonces, Virginia, aquí tienes el récipe con el cual vas a poder comprar las vitaminas en la farmacia de la clínica ―ordenó la doctora, sonriendo entre tanto firmaba la hoja―. Tenías tiempo sin venir, me alegra verte.
―Gracias ―respondió, guardando el papelito en su cartera―. Ya me tocaba, Augusto y yo queremos un hijo.
― ¡Qué bueno! ―exclamó―. De eso escuché en la televisión.
―Si ―respondió con una fingida sonrisa de lado―. Estaremos en contacto, nos vemos.
Las mujeres se despidieron con un beso en la mejilla, y un abrazo.
Virginia se colocó las gafas oscuras, e ignoró a las personas en la sala de espera. Los guardaespaldas, la siguieron por detrás hasta la farmacia donde se postraron a su lado, haciendo que la mujer se sintiera sumamente incómoda.
― ¿Me esperan en el coche? ―demandó, con un deje obstinado.
Los sujetos ni se inmutaron, pero uno de ellos le respondió:
―Señora, estamos contratados para nunca dejarla sola ―afincó en las últimas tres palabras. Virginia, frunció el ceño y un pensamiento pasó como flash por su cabeza, negó con rotundidad y bufó.
―Compraré cosas personales, me siento cohibida aquí con ustedes viéndome ―expresó.
Ambos escoltas, intercambiaron miradas por debajo de las gafas de sol y decidieron salirse a la puerta de entrada.
Virginia, sacó su tarjeta de crédito y con ella pagó cada vitamina escrita en el récipe. Aparte, tomó varios billetes y compró con el efectivo otras cosas, que podían servirle también.
La farmacéutica y su ayudante, reconocieron a la actriz y le pidieron un autógrafo con las lágrimas escociéndole los ojos. La pelinegra, con todo el gusto y una sonrisa de boca cerrada, firmó el anuario de las dos y evacuó las instalaciones hospitalarias entre tanto guardaba su bolsa de medicinas dentro de su cartera.
Se subió al automóvil e indicó la dirección de su apartamento de soltera.
Mientras la ciudad se mostraba una velocidad moderada, por las ventanas del carro; Virginia escribía un mensaje para su hermana Gisela:
"Tengo una cita, hermana, pero estoy contigo por si te preguntan. Besitos".
Al instante, como siempre; Gisela le contestó:
"Cuenta con ello hermana. ¿Dónde vas a estar?".
"En mi apartamento, con mi hombre".
"¡Mándale un saludo!, cuídense mucho".
La morena suspiró, y al cabo rato llegó a su destino. No obstante, la carga de los guardaespaldas empezaba a hastiarla. De un salto, se bajó del coche y los hombres la siguieron a la puerta del edificio, donde en efecto; había paparazzi.
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H I D D E N ©✔
Romance«Porque, yo no soy ella y tú no eres él. Afortunadamente». Historia dedicada a dos personas, las cuales amo y admiro en demasía.