Capítulo dieciséis.

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Las grabaciones de La Mujer del Retrato, dieron inicio el día 14 de marzo de 2004.

Con un elenco de primera, actores veteranos ganadores de premios de la academia, actores revelación y actores en ascenso. Buenos tratos, arduo trabajo y sobre todo compañerismo.

Ese era el oxígeno que respiraban en sus cotidianas vidas, cargado de cansancio y diversión a la vez. Virginia, por su lado se topó con varios amigos con los que trabajó en antiguas películas. Mientras, Carlos conocía más y más personas que se incorporaban al proyecto. Y, juntos de aquí a allá, sin despegarse ni para irse a comer. Les gustaba compartir con los demás; pero preferían los momentos que pasaban a solas, que no eran muchos, debido a los pocos descansos y la aglomeración del equipo de producción que no los dejaban solos.

De vez en cuando, Gisela paseaba el set y se regocijaba con las tomas fallidas entre los artistas. Hasta llegó a disfrazarse del personaje de su hermana, María. Las dos caminaron por el canal vestidas igual, pareciendo gemelas ante los ojos de los demás. Fue un grandioso día, esa semana hicieron varias tomas y adelantaron el trabajo.

Ahora, debían grabar una escena importante para la película. Consistía, en que ambos protagonistas María y Esteban―Virginia y Carlos―, se hallaban solos en la oficina del hombre y se besaban con afán y mucho anhelo.

El director de escena, junto Martín; miraban todo desde la cabina de arriba y dictaban instrucciones por medio de un micrófono.

El set estaba listo. Los micrófonos instalados, la utilería colocada en su lugar y las cámaras preparadas para filmar.

― ¿Dónde están Virginia y Carlos? ―preguntó el director a Martín, arqueando una ceja enojado.

―No sé, permíteme les marco al celular. ―Sacó el móvil de su bolsillo, y buscó el primer contacto de uno de los dos.

Llamó a Carlos.

Estoy yendo, perdón la demora ―anunció agitado, porque corría por el pasillo para llegar rápido al foro.

― ¿Virginia está contigo? ―cuestionó el productor, siendo escudriñado por el hombre a su lado.

Pensé que estaba allí, no tengo idea ―dijo, y trancó. Ya había llegado, Martín y él se divisaron―. Me disculpo por llegar tarde ―vociferó, dirigiéndose a todos los presentes en la sala.

―Falta la protagonista, y comenzamos. Dale chance, por favor ―intercedió Martín, con ojos suplicantes. Le hizo una seña al pelinegro, pero éste se encogió de hombros y pasó a colocarse el blazer, que era lo único que le faltaba para entrar de lleno al personaje.

Pasados dos minutos, entra una Virginia totalmente peinada, maquillada y vestida como María, su papel.

― ¡Siento mucho la tardanza! ―exclamó, apenada. Desde arriba, el director y Martín la fulminaron con la mirada―. Tuve una emergencia femenina, y luego me fui a maquillaje para prepararme.

―Que no se repita, señores ―indicó el director, a través del micrófono―. Ahora sí, a sus posiciones.

Carlos, que se encontraba a un extremo de la simulación de oficina, conectó sus ojos con los de ella, rozaron a penas; y se sonrieron con complicidad por lo bajo.

―En tres, dos, uno... ¡Acción! ―expresó el director, bajando la claqueta.

En escena:

...

―Te gusta sentir su admiración, su afecto ―espetó Esteban, respirando agitadamente y aniquilando a su ex esposa con la mirada; quemándose en celos por esa pelinegra―. Pero, no lo voy a permitir, ¿me oyes? ¡No lo voy a permitir! ―le gritó, tomándola con brusquedad por los brazos, ejerciendo una fuerza sobre ella. Ambos torsos chocaron, acrecentando los nervios que los dos actores tenían.

H I D D E N ©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora