el beso.

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después de haber estado muriendo de calor, en una parte más lejana de las islas hirvientes hacía un frío que congelaba los sentidos. eda se quejaba cada dos minutos y willow estaba por perder los papeles, pero amity hacía oídos sordos a sus quejas y no dejaba que la nieve la apartara de lo único que ella amaba de verdad: a luz.

mientras tanto, luz ya estaba en los límites, donde hacía calor de nuevo, buscando cómo llegar hacia el cofre con la llave dentro, tratando de encontrar dónde estaba enterrado. que eda no la hubiera hallado aún le parecía extraño, pues estaba consciente de que era medio torpe, y eda era la persona más inteligente que había conocido; si la hubiera salido a buscar, ya debería haberla encontrado. así que prefirió pensar que había respetado su decisión, sin saber si sentirse bien o mal, considerando que si a eda le importara tanto como ella creía, habría ido a detenerla y no dejar que se fuera.

"¿quieres irte o no, luz?" se preguntaba, intentando con todas sus fuerzas asentir cuando en el fondo sabía que no era así.

pensaba ella en todo esto cuando escuchó una voz familiar.

—¡luz!

—¿eda?—entrecerró los ojos para confirmar su idea, pues el sol no la dejaba ver nada—¡eda! ¿qué haces aquí?—luz corrió hacia ella, para luego ver a willow inconsciente y asustarse más de lo que ya estaba— ¿y por qué traes a willow en brazos desmayada? ¿qué pasó?

—pues acontece que encontré tu nota, y no podía permitir que te fueras así como así... sin siquiera despedirte.—suspiró en tristeza, para luego mirar willow y voltear los ojos—ah, y sobre willow... no tiene resistencia al frío alguna.

—entonces, ¿por qué no está gus aquí?

—porque cuando encontré a willow para avisarle, no estaba con gus...

—estaba conmigo.—amity salió a la luz, y a luz le dieron ganas de llorar.

—amity, yo-

amity se acercó a luz y puso sus manos en sus hombros. luz no podía moverse; su propio cuerpo, sus reflejos no se lo permitían. los nervios le jugaban en contra, y tampoco era como que tuviese opción de salir corriendo; los límites de las islas hirvientes le eran espeluznantes.

—luz, no te vayas. por favor, te lo pido, no te vayas.

—amity, yo también voy a extrañarlos muchísimo, pero a pesar de que no quiero que te sientas mal, no creo poder soportar el estar en un lugar que me recuerde al dolor que estoy sintiendo.

—luz, quédate, te lo suplico. te necesitamos aquí. gus, king, eda, willow,—intentó señalarles, pero ya no había nadie; se habían escondido para presenciar la escena como se debe—te necesitan aquí. YO te necesito aquí.

luz la apartó y se volteó para no destrozar el orgullo que le quedaba dejando que la vean llorar.

—amity, no puedo. no puedo estar aquí si tú no sientes lo mismo por mí. yo-

pero amity no la dejó terminar. así como no pudo controlar sus emociones cuando se enteró de los sentimientos de luz, no pudo controlar sus ganas ni sus impulsos. así que interrumpió lo que sería una larga explicación estampando sus labios contra los de luz, que en el momento, no supo qué hacer. la chica que antes había huido de ella y su amor ahora había tenido el valor de ser ella quien, de pronto, pondría su mundo de cabeza. al sentir esos labios fríos recién salidos del hielo, contra lo suyos, que estaban cálidos del sol y de la angustia, luz regresó cuatro años en el tiempo, cuando la vio por primera vez, odiándola para luego terminar amándola más que a nada.

amity cerró los ojos con lentitud al sentir el brazo de luz alrededor de su cintura, agradeciendo a los titanes que luz no la odiaba a pesar de todo. no sabía qué le estaría dando a entender a luz; no sabía sí lo tomaría como que ella también la amaba, o si lo tomaría como un impulso tonto de una chica que finge ser perfecta pero no puede controlar lo que siente. sin embargo, eso se vería luego, pues el momento no podía ser arruinado nunca y por nada; era demasiado perfecto.

—estás rojita...—luz se separó de sus labios por un momento, sonriendo, con sus brazos aún alrededor de su cintura y sin voluntad alguna de dejarla ir.

—y tú lloras...—sonrió amity, limpiando sus lágrimas.

—es que nunca he sido tan feliz.

con los brazos de luz alrededor de su cintura y sus manos posadas en su mandíbula, amity lo entendió: pasara lo que pasara y costara lo que costara, nunca dejaría a luz ir. 

Por TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora