Aire

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Disclaimer: Los Vengadores no me pertenecen, son de Disney y de Marvel. Solo la historia es mía. 

ATENCIÓN: AQUÍ SE TOCA UN TEMA DIFICIL Y COMPLICADO. LEAN CON ESO EN MENTE. 

NOTA: Negritas en ruso, cursiva son flashbacks. 

Para Cecilia. 

Me quedé en silencio, prácticamente agazapada en la cama, escuchando atenta la respiración de Steve. Una vez que estuve segura que estaba dormido, me levanté. Sin embargo, no fui lo suficientemente rápida, pues sus manos alcanzaron a tomar la mía.

—¿A dónde vas, princesa?

—Tengo que resolver unos asuntos.

Me acerqué a él, permitiéndome la oportunidad de darle un beso en la frente. Con los años que llevábamos como equipo y como pareja, había aprendido a no presionarme ni hacerme preguntas que yo no podía contestar. Yo marcaba el ritmo y los momentos, mientras que él se dejaba llevar. Aún no entendía como había aguantado. ¿Quizá era esto lo que significaba el amor? Yo aún lo dudaba, pero no me correspondía hacer preguntas que podían destruirme.

Había marcado la cita desde el primer día en que mi periodo se retrasó. Usando mi alías favorito, Natalie Rushman, me aseguraba de tener un poco de anonimato para lo que iba a hacer. Siempre podía cancelar la cita si se trataba de una falsa alarma, ya lo había hecho en más de una ocasión. Se suponía que estas cosas no debían pasarme a mi, la Sala Roja se encargó de de dejarme sin la oportunidad de tener hijos y nunca se me había pasado por la cabeza el deseo o la necesidad de tenerlos. Yo no tenía aquello que se llamaba "instinto maternal".

—Uno tiene que hacer lo que está destinado a hacer.

Sentía que no podía respirar mientras tomaba la motocicleta para salir de la base de los Vengadores. Llevábamos viviendo en ella desde que comenzó mi relación con Steve Rogers, aunque él me rogaba en más de una ocasión que buscáramos una casa o un apartamento propio. No sería difícil y, en más de una ocasión, lo había encontrado buscando en los pocos periódicos que aún se publicaban agencias de Bienes Raíces.

—Aquí tenemos nuestro propio espacio, cariño y estamos bastante cerca del trabajo.

—Nuestra vida no debe ser solo este trabajo.

—Por supuesto que no, pero es parte de lo que somos.

Con ello Steve suspiraba resignado, concediéndome la razón.Alejé estos pensamientos con un movimiento de mi cabello antes de ponerme el casco. Ahora que podía vivir con total libertad, no tenía sentido estar oculta o cambiar mi aspecto de forma casi camaleónica. Por primera vez, el gobierno me protegía, aunque yo me sentía más un pajarito en una jaula de oro. Dejarme el cabello rojo y largo, tal como lo tenía en la infancia, era una forma de aferrarme a mi misma. Así como tomar riesgos tanto en las misiones como en mis relaciones personales.

Sabía perfectamente cual había sido el día en el que comenzó el problema del que me desharía hoy mismo. Regresábamos de una de las fiestas de Nuevo Asgard, donde celebran el Yule, o equinoccio de invierno, y Thor nos había tratado como los invitados de honor, proveyendo el mejor licor de su planeta. Steve y yo estábamos un poco borrachos y habíamos follado en todas las superficies que encontramos, empezando por un espacio entre las rocas del acantilado. Había sido bastante divertido. Los dos nos comportamos como los adolescentes que jamás habíamos tenido la oportunidad de ser.

Me estacioné frente a la clinica privada. De acuerdo a su página de internet, se suponía que en aquel lugar nadie hacía preguntas o cuestionaba a las mujeres que entraban a ella, pero yo no iba a arriesgarme. Tomando una de las caretas electrónicas que S.H.I.E.L.D. había creado, me la coloqué cuidadosamente sobre el rostro, para que me diera una apariencia completamente distinta. No quería que hicieran preguntas, necesitaba hacer esto en el mayor anonimato posible.

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