17. Un vistazo al pasado

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“¿Será mucho?” “¿Y si no le gustan?” dos preguntas que se repetían constantemente en su cabeza, desde el momento que salió por la puerta de aquella florería no dejaba de cuestionarse si era prudente aparecer en el apartamento con algo así. La joven en la tienda le comentó que no había detalle más romántico que darle flores a esa persona, con ello lo convenció de comprar  el ramo de girasoles pues le recordaron a él, en como siempre que lo observaba la luz del sol se posaba sobre su ser, como si lo buscara. Llegó a la conclusión de que Horacio era su sol y él era el girasol que lo miraba a donde fuera.
El moreno estaba de incógnito así él aprovecharía el tiempo en preparar una cena sorpresa para este, era como si nunca se hubiera mudado. El tiempo libre que llegaba a tener se la pasaba en el apartamento junto a Horacio cuando sus horarios coincidían, quitando a Irina nadie más sabía de ellos, solo por un tiempo querían estar en paz, después le contarían al resto.
Les costó tres semanas amueblar el piso pero ya se encontraba listo, solo se debía limpiar un poco, cosa de la que se encargaría Ford para cuándo Horacio llegara a descansar, una cena bajo las luces de la ciudad, velas, una botella de vino y su buena compañía eran el plan para la noche.

Una llamada interrumpió sus hazañas culinarias. —¿Horacio?— Esperaba que no escuchará el sonido de las verduras cocinando en el sartén.

—El amor de tu vida, el mismo.—

—Ese lugar lo ocupa Tono.— Disfrutaba de hacerlo enojar con eso. —¿Qué pasa? ¿Estás bien?—

—Lo que sea, puedes pasarte por el casa esta noche, tengo que hablar contigo sobre algo...—

—Suenas preocupado, no me has contestado si estás bien.—

—¡Estoy bien!, estoy bien, relájate. Nos vemos en unas horas.—

Horacio colgó la llamada dejando a un Ford con mal sabor de boca, esperaba que no fuese algo grave y sus planes no se arruinaran, había preparado una hermosa velada como algo especial y por una vez deseaba que todo saliera bien. Puso algo de música a un volúmen bajo para intentar no darle vueltas a la cabeza, mientras se terminaba de cocinar la comida lavó todo lo que utilizó en la preparación para dejar todo en orden y limpio, bajó el fuego de los quemadores al mínimo para tomar una ducha rápida y vestirse con algo un poco más apropiado.
Cuando terminó apago los quemadores y encendió las velas del comedor, dejó el ramo de girasoles cerca para cuando llegara Horacio, no tuvo que esperar mucho.

—¡¿FORD, YA... ESTÁS... AQUÍ?!— Frente a él estaba un apuesto castaño con un ramo de flores en sus manos esperando por su entrada.

—Hola.—

Horacio aventó al suelo la pequeña maleta que llevaba y se lanzó a Ford, por poco destrozaba las flores de no ser por el castaño que ya lo conocía lo suficiente para saber que haría algo como eso, por ello anticipó sus movimientos impidiendo que el ramo quedará en el olvido.

—¡Dios que rico huele!— La emoción no le cabía en el cuerpo y aún no se percataba de las velas y el comedor adornado.

—Si, preparé la cena. Espero que te guste.—

—Hablaba de ti, hueles tan delicioso que te comería ahora mismo.— Sobre la tela que cubría su boca mordisqueó el cuello de Ford en forma de broma. —No te merezco, ni hoy ni en un millón de años.—

—Deja de decir estupideces y quítate la máscara para poder besarte.—

—¡Bésame! ¡Bésame!— Su alegría era tanta que se retorcía como sanguijuela en los brazos que lo rodeaban.

Ford intentaba llevar un ritmo lento y tierno pero Horacio estaba demasiado emocionado y feliz para ir con calma, de fondo acompañando la escena empezaba a sonar «Luz de día» haciendo que Horacio iniciara moviendo las caderas de un lado a otro. Pronto ambos bailaban al son de la canción, se movían lento y a la vez sensual, como una bachata pero con más lentitud disfrutando la melodía y la compañía del otro, Ford retiró de la cintura del moreno una de sus manos para dejar las flores sobre un mueble y moverse con más facilidad, ya con su mano libre la entrelazó con la de Horacio para bailar en un vals. El moreno recostó su cabeza en hombro de Ford, cerró los ojos olvidando todo fuera de ese piso, solo eran él y su amado. —“Las caricias serán la brisa que avivan el fuego de nuestro amor.”— Cantaba por lo bajo Horacio sin darse cuenta, Ford que sostenía un agarre leve lo apretó para sentirlo más cerca, se quedaron así el resto de la canción y otras más inclusive sino eran lentas, ellos estaban en otro plano distinto al presente, solo dos almas que se completaban la una a la otra.
Pasado un tiempo el castaño sintió a Horacio un poco más pesado y bajó su mirada viendo que estaba quedándose dormido.

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