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Capítulo 3

Los edificios de Peng Gardens cerrarían dentro de algunas horas. Su trabajo era breve, para las 3 de la tarde ya todos se habían retirado cuando en otras empresas asociadas apenas estaban en la hora de comida. A las dos de la tarde, la enorme recepción parecía la plataforma de lanzamiento de la NASA: un caos para quien no sabía cómo funcionaba aquello, pero orden para el ojo entrenado. Por todas partes paseaban los asesores con pisapapeles, ordenadores o con clientes bien pendientes de sus movimientos. Todo el lugar estaba perfectamente iluminado y bien decorado con los distintivos japoneses pero sin dejar el estilo minimalista. Casi todo era de vidrio, variando entre el traslúcido y el opaco, y también metales y tonos verdes para el distintivo del nombre de la empresa.

Ese día acababan de disponer una pequeña feria de asesoría para los socios existentes, para informarles y surtirse de nuevos miembros del gremio y hacer notar su eficiente trabajo. Del lado contrario del enorme mostrador de recepción había un ala no mucho menos elegante dónde se había dado el evento, a desnivel del límite de la entrada del edificio. Era una habitación grande con enormes ventanales que no dejaban ver al interior. Junto a una pared había una larga mesa con un arreglo de enormes girasoles. Había bebidas heladas y docenas de bocadillos distintos, aún había mucha gente recibiendo las cálidas atenciones de los miembros de la agencia respondiendo todas las preguntas.
Entre ellos se hallaba Gabriel Varhaal, en un sencillo pero elegante traje azul marino. Estaba cansándose de recibir a la gente, ese no era su trabajo. Su trabajo era quedarse en su pequeño pero acogedor sótano recibiendo montonales de papeles para organizarlos en la colección de la empresa. A esa hora apenas estaría cerrando la bodega y disponiéndose a capturar en su computadora lo que había recibido, además de hacer su búsqueda diaria de su niña perdida. Pero en cambio, estaba sumergido en ese pequeño charco de gente con las mejillas entumecidas de tanto sonreír. Ahí entre tanta gente estaba más expuesto, por eso había buscado trabajo en el sótano, para pasar desapercibido, pero el jefe de piso había pedido que todos los jefes de departamento debían estar presentes en la feria y no le había quedado de otra. Tomó la botellita biodegradable de agua en la mesita tras el y dió un sorbo, la botella tenía una enorme etiqueta publicitando la empresa, con las hermosas letras cursivas sobre los caracteres japoneses. Apenas había terminado de beber cuando por la recepción pasó algo que captó su atención: un hombre menudo vestido de ejecutivo de poblados barba y bigote negros pasaba casualmente por ahí. Quedó impactado, había sido su maestro cuando estaba en la Universidad. Lo recordaba perfectamente, el sujeto era un erudito. Como pudo, se abrió paso suavemente entre la gente y fue tras el. El hombre iba hablando por teléfono distraídamente:

- Y diles que se puede cerrar el negocio la semana entrante. Tenemos agenda llena pero podemos hacerle un espacio....

- Disculpe...- dijo Gabriel para interrumpirlo-. Es usted Fabien Sardou?

- Si- dijo el hombre distraído, sin querer perderse de la llamada y haciendo al otro a un lado con cortés suavidad.

- Perdone, soy un seguidor de su trabajo...

Eso captó la atención del licenciado, su ego había sido pellizcado.

- Te llamo después....- dijo al teléfono y lo guardo para atender a Gabriel-. Nos conocemos?

- Probablemente no me recuerde. Me dió clase en la Universidad de Arizona por un cuatrimestre, hace ya algunas primaveras.

- Seguro- le lanzó una larga mirada. El hombre debían ser unos veinte años más joven que el, sin embargo a su parecer se veía mayor. Claro que en la universidad no importaba mucho la edad de sus integrantes así que quedaba en duda la edad de su admirador-. Mi estadía ahí fue bastante corta. Pero me honra ser recordado.

- Como olvidarlo? Ha sido de los mejores catedráticos que pudo poner el pie en aquella escuela.

- Se lo agradezco.