Carta 2

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Ha pasado mucho tiempo....
Les hablo de ya hace algunos años.
Cuando ví ese comunicado habían pasado ya cuatro años, y entonces supe que debía hacer mi confesión y acabar con mi sufrimiento de una vez por todas.

Todo empezó aquel día hace cinco años. Estaba tranquilamente viendo la televisión sin ponerle atención realmente.
No creí que fuera a escuchar ese nombre de nuevo.
Ni en un millón de años.
Ni siquiera... En sueños....
Pero las decisiones que tuve que tomar para seguir con mi vida normal me llevaron a tenerlo presente en mi vida, y esta vez con más fuerza todavía.
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Tuve que cambiarme de ciudad. Dejar la ciudad que me había visto crecer y realizarme para poder seguir cumpliendo mi sueño. Tomé el último semestre de francés que me quedaba, hice mis maletas y emprendí el vuelo a Leicester, del otro lado del mundo. Compré un modesto condominio a las afueras de la ciudad; no tuve de otra, los bienes raíces fueron muy convincentes y lo que yo quería era llegar a una casa que fuera realmente mía y fruto de mi esfuerzo a pesar de que fuera a pagarla poco a poco. Era agradable: de dos pisos, totalmente amueblada, pintada en colores suaves que la iluminación hacía más agradable de ver. Tenía una cochera para dos autos con puerta automática sin ningún acceso adicional, mi paranoia agradeció ese sutil detalle. Entrando estaba un comedor para seis personas y al lado de la puerta de entrada había un medio baño supon para las visitas, y junto a ella las escaleras. Al fondo una salita de mullidos sillones de piel y una tele empotrada en la pared. Detrás del sillón una barra hacia la cocina y la lavandería. Eran solo dos habitaciones y media, y esa media la usaría para poner mis aparatos de ejercicio para dejar la otra habitación para cuando mamá viniera a visitarme. En general, la casa era muy bonita y cómoda, me había gustado bastante ya que no tendría que cargar ni adquirir muebles nuevos a menos que los requiriera.
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Me habían contratado en una escuela privada. Era un gran logro para mí ya que había estado trabajando en escuelas públicas. No son tan malas, pero las escuelas privadas ofrecen un poco más de estabilidad y , por supuesto, más prestaciones y mejor salario. Sin duda que con mis veintiseis años ya cumplidos y a cuatro años de haberme graduado ya era hora que consiguiera un trabajo mejor.

Era una escuela muy buena. Un gran edificio cuadrado con una gran explanada al medio, de ladrillos rojos y bordes blancos, con el enorme escudo al frente y un enorme mural de la mascota oficial: un enorme mustang en color negro. Pensé que el estar en una escuela llena de cerebritos adolescentes seria difícil, pero no todos eran tan brillantes como lo decía el lema de la escuela de "los mas brillantes alumnos". En efecto había muchas opciones, y muy buenas, la mayoría si tenían la categoría para aspirar a las grandes universidades, pero otros parecían ser mas problemas que inteligencia, y otros tantos que se creían superiores nada más por la riqueza de su familia. Estaba este chico de apellido Simard, el "mas apuesto de la generación" de quinto cuatrimestre repetido por segunda vez, que solo porque su padre era el director técnico de los Pioneros de Kendazy ya se creía el mejor de todos. Si me preguntan a mi, el tipo era un auténtico payaso con rostro de muñeco.
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Mi nombre es Eugene LeBlanc. Soy egresado de la Universidad de Edinport del Reino Unido con la carrera de docencia. Tengo que admitir que una de las mejores cosas que me han pasado en la vida ha sido trabajar en la preparatoria de Virginie Naveau... pero también ha sido mi perdición.
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Todo había ido bien los primeros meses. Me dieron el grupo de quinto cuatrimestre y fué donde conocí a Adrien Simard, el pelmazo que mencioné anteriormente. Todas las niñas lo adoraban, pero él las trataba del nabo, se creía superior y aun así lo amaban. Se la pasaba casi todas las tardes en la sala de castigo con la maestra Turner, una dama regordeta de buen corazón que siempre caía en las tretas de los malcriados de la sala de castigo y les quitaba hasta veinte minutos de su multa.
Luego estaba el profesor Dricore, mi jefe. Era un hombre bajo y delgado con un enorme bigote y ojo estricto para su escuela, estaba a poco tiempo de jubilarse después de toda una vida trabajando para la escuela; empezó como maestro de algebra, pasando luego a ser encargado de los laboratorios de informática, luego a ser de Control Escolar, hasta que lo ascendieron a director, hacía ya seis años. Era el maestro que mas tiempo llevaba trabajando  ahí, y era mi ejemplo en cuanto a su  forma de enseñar y dirigir, no por nada tenía el puesto que ocupaba y se podría decir que aumentaba mi ambición de algún día tomar su lugar y por esto me volví su cómplice y amigo para obtener sus secretos y aprobación...
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Se supone que nadie debería saber esto, de hecho es uno de mis secretos mejor guardados... 

¤ø,¸   𝒫𝒶𝓅𝒶𝓀𝒾𝓉𝒾   ¸,ø¤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora