Capítulo 2

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- En verdad es todo lo que puede hacer?

Fabien Sardou se encontraba en el ambicioso corporativo de Peng Gardens, empresa líder de publicidad en ya casi todo el país, estaba por dar un paso a lo extranjero. El propietario de Peng Gardens era un adinerado agente llamado Kate Sanzo que había llegado a aquel país a echar raíces. Era un solterón de sólo cuarenta años, pero por su ascendencia oriental los años no parecían afectar sus suaves facciones, ni siquiera en los ojos casi cerrados del hombre. La compañía sólo llevaba dos años en Leicester y ya era un ícono publicitario del que cualquier empresa daría lo que fuera por llevar sus servicios. Sardou intentaba proponerle algún proyecto individual al "Japonés" como se le conocía al dueño de la empresa, más que todo para darle de picones a su propio patrón y recibir su ya tan deseado ascenso.

- Como le comento, señor Sardou, el señor no recibirá visitas el día de hoy- le decía tranquilamente el vicepresidente Quebel. En las sucursales de la empresa Peng la mayoría de los trabajadores eran americanos, pero en la matriz ubicada en la ciudad de Washburn todos eran orientales igual que el propietario. Quebel le mostró una sonrisa rápida a pesar de que ya estaba algo cansado de la insistencia del otro.

- Sólo necesito un par de minutos. Le dejo mi USB para que él mismo vea la presentación.

- Recientemente hicimos una visita a Leartech, licenciado, el señor Sanzo ya hizo los últimos acuerdos con ustedes y en persona- no pudo evitar empezar a mostrar su impaciencia.

- Lo que yo le traigo a Sanzo no viene de Leartech, señor, viene de parte mía solamente.

- No va a recibirlo el día de hoy, señor. No tiene planeado venir a la ciudad en un buen tiempo hasta que se lance la nueva propaganda de Leartech- entonces empezó a ponerse firme-. Y no creo que al señor Sinesterra le agrade mucho que usted quiera lanzar una publicación independiente a sus espaldas, y a mi jefe le gustaría menos arruinar su buena relación con el suyo. Así que....- extendió la mano hacia la puerta-. Por favor.

La petición fue sutil, pero Sardou lo tomó muy enserio. Resopló por lo bajo una última vez pero se levantó de su silla y salió del recinto sin siquiera despedirte. Quebel suspiró de cansancio acomodándose los lentes sobre la nariz y siguió trabajando en su computadora.
Sardou salió hecho una furia y tampoco se despidió de la secretaria de la puerta principal, la cuál se había puesto de pie para despedirlo cortésmente, pero se quedó con las palabras en la boca. Sin embargo, aprovechó el movimiento para dirigirse al departamento de archivo, en el sótano del edificio. Ahí solo se hallaba el gran estacionamiento y al fondo había un arco de pequeñas oficinas compartidas, todas con paredes color beige y poca decoración pero atestadas de archiveros llenos de carpetas y cajas con más papeles. En la oficina del fondo habían tres escritorios ocupados, varios pizarrones con hojas pegadas e impresoras industriales colocadas estratégicamente a la misma distancia de cada escritorio. Había una oficina independiente que era del jefe de departamento, su placa decía solamente "Varhaal" que era el apellido del jefe. Se encontraba abierta en ese momento así que la secretaria solo asomó la cabeza para ver al hombre sentado en su computadora mirándola bien concentrado. Era un hombre de como cincuenta años, ya tenía el cabello ralo y era blanco, pero lo engañoso en él eran unos hermosos ojos azules muy grandes los cuales le quitaban mucha edad cuando miraba. Se acariciaba la tupida barba castaña mirando la computadora con el ceño fruncido.

- Señor Varhaal, sus reportes están retrasados- informó la secretaria.

- Mhmm....- asintió el hombre sin voltear a verla.

La mujer había notado esa distracción de antes, así que dió un paso hacia dentro de la oficina.

- Gabriel....- se acercó un poco mas-. Todo bien...?

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