Hera
17 octubre (tarde)
- Bruno, Samu no llama. Hace muchas horas que no sabemos nada de él. Le he llamado más de siete veces y no me coge el teléfono.
- Tranquila, seguro que está ocupado. En cuanto pueda nos llamará, ya lo verás.
- Pero quedamos que en cuanto supiera algo lo haría. Hace más de cinco horas que fue al hospital y todavía no tenemos respuesta. Voy a llamarle otra vez.
Un pitido, dos, tres, ... cuatro.
- Nada, salta otra vez el contestador. – resoplé desesperadamente.
- Tranquila. – Apolo se acercó y me dio un tierno beso de los suyos en los labios, el cual le correspondí.
- Sabes que decir eso no calma a nadie. Deberías preocuparte más por tu amigo. Mira, me voy al hospital.
- ¿Que? Estás de coña, ¿no? ¿No lo dirás en serio?
- ¿Tengo cara de estar bromeando? – me puse seria – Esto no es normal, y tú lo sabes. No pretendas quitarle importancia a una cosa que la tiene. Me voy y no se hable más. Tanto si tu descubres algo, como si lo hago yo, nos lo comunicamos.
- Hera, cariño, no vayas. Esperemos un rato más.
- He esperado suficiente. Me voy.
Antes de salir del apartamento, me agarró por la cintura y nos dimos un apasionante beso, de esos que, si no estuviera en la situación que estamos, no hubiera podido cortar y, por ende, hubiéramos acabado en la cama.
- Ve con cuidado, ¿vale? – dijo con un tono preocupado y poniéndome un mechón detrás de la oreja.
- Lo haré. – le di un último beso y abandoné el piso.
Después de conducir casi cuarenta minutos, llegué a mi destino. Tenía miedo. No sabía si Samu estaría bien o si por culpa de nuestra situación, le habría pasado algo, alguien le habría hecho daño, ...
Con mi peluca de rizos rubios, esta vez distinta a la otra, ya que ese tío me descubrió, y mis gafas de sol, me dispuse a bajar del coche. Dejé mis miedos y preocupaciones a un lado, dispuesta a descubrir toda la mierda que había detrás de esta pesadilla. Saqué la valentía que caracterizaba a mi persona y entré en ese enorme edificio en busca de respuestas.
Antes de entrar a la habitación me planté delante de la puerta. Empecé a inspirar i expirar para calmar un poco ese revoloteo que notaba en mi interior. Me armé de valor y poco a poco entré.
- Hola, Romy.
Acto inmediato levantó los ojos que hace unos segundos tenía clavados entre las páginas de un libro. Lo dejó caer de entre sus manos para llevárselas en la boca a modo de sorpresa. Sus ojos se abrieron como platos. No me dijo nada.
- ¿Cómo estás? – fui acercándome hacia la cama con el objetivo de sentarme a su lado.
- Tu-tu – intentaba articular entre sollozos – tu estabas muerta. No-no puede ser. Era verdad.
- Escúchame. Tienes que tranquilizarte, ¿vale? Estoy bien. – acaricié su espalda para transmitirle tranquilidad y que notara mi compañía junto a ella
- Tu amigo tenía razón.
- ¿Quien?
- El chico de esta mañana. Me dijo que tú, tú y Bruno estabais vivos.
- Es cierto, bueno, ya me ves – sonreí.
- La policía me dijo que estabas muerta.
- ¿La policía? ¿Qué policía?
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Falso Culpable
RandomEn la distancia se oían unas sirenas policíacas que cada vez se hacían más presentes. Abrí la puerta del coche y empujé a la chica. Yo me posicioné en el asiento del conductor. - Me estás secuestrando, lo sabes, ¿verdad? - Te he advertido y has segu...