XI: DIAMANTE EN BRUTO

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Bella

"Celebro una fiesta de reencuentro de los que éramos amigos en el instituto. Llevamos 6 años sin vernos y ya va siendo hora de que volvamos a retomar esa amistad que teníamos, ¿no crees?

Será los días 10-11-12-13 de octubre. ¡Estás invitada!

Te espero en la casita de la montaña el día 10 a las 11h. de la mañana. Trae la invitación.

PD: ¡los días son festivos así que no tienes excusa para no venir!

Besos,

Bruno."

Automáticamente, después de terminar de leer la invitación, miré a Bruno. Él apartó la mirada que proyectaban sus oscuros ojos en mi cuerpo. Pero me di cuenta que se le escapó una ligera pero tímida sonrisa. Supongo porque él no es de ese tipo de personas que organizarían algo así. A él ese rollo no parece irle.

- Pff...nada. Más de lo mismo – suspiró Romy.

- Si, pero, no sé... es extraño. Todas empiezan diferentes... lo más cómodo hubiera sido hacer una igual para todos, ¿no? – respondí.

- Si... pero supongo que quien lo haya hecho quería hacernos notar cierta cercanía hacia la persona que nos la "envía"-aclaró entre comillas- ¿sabes? como una cosa personalizada, sin ser distantes – opinó Romy.

- Acabemos de leerlas todas y después ya nos pondremos a investigar y sacar conclusiones. – propuso Bruno.

Soy fuerte. Tengo carácter. Pero el miedo empezaba a apoderarse de mi cuerpo. Alguien nos mandó en esa casa, con un objetivo fijo. Si no, ¿para qué? Es alguien que sabe de nosotros. De nuestra existencia en este mundo y que constantemente hacíamos fiestas y escapadas aquí. Es alguien que quiere enviarnos a un destino fijo y claro, pero todavía desconocido para nosotros.

No quiero ser débil. No quiero sacar y mostrar mi temor a los demás. Soy valiente y nada me afecta. Tengo que luchar para seguir así en estos momentos. Pero hay una persona que, sin ella saberlo, me fortalece aún más y complementa mi mar atormentado. Y era él. En contadas ocasiones llegamos a dirigirnos la palabra. Era como si entre nosotros se interpusiera una barrera que no pudiésemos atravesar. Ahora, 6 años después, nos volvemos a encontrar. Ha cambiado. Durante la época del instituto había sido un diamante en bruto que yo fui incapaz de pulir. ¿Por qué? Supongo que por vergüenza o por qué no me atraía físicamente. No obstante, aun sin hablar con él, le prestaba atención y me fascinaba oírle hablar. En él destacaban una cultura y una manera de pensar que nadie de nuestra edad tenía. Madurez, suelen llamarle. Eso me encantaba y, junto con la bondad que desprendía, hacían que estar a su lado fuera agradable. Pero para entonces, con 15 años, no supe valorar esas aptitudes y, sinceramente, me arrepiento. A día de hoy, su físico ha cambiado muchísimo. Su complexión seguía siendo la de siempre: chico alto y delgado. En su cabeza vestía un precioso pelo negro. Corto por todos lados y con un tupé que esbozaba unos ligeros rizos indefinidos. Su rostro se caracterizaba por sus pronunciadas mandíbulas, produciendo un acabado cuadrado, delimitando a la perfección las facciones de su rostro. Adoro esa nariz pequeñita que yace en su cara, terminada con la forma de un triángulo levemente marcado. Sus labios son cortos pero definidos. Eso les hace muy apetecibles. Hace que deseé que sean de mi propiedad. Que los quiera 24/7 para desayunar, comer y cenar. Su piel parecía suave al tacto. En su oreja izquierda lleva un pendiente en forma de aro. Me gusta. Tiene un rollo guay. Como de chico malote e interesante.

Pero si de una cosa me moría de ganas, era de estar entre esos brazos corpulentos, ahora cubiertos con un cálido jersey de punto de tonos marrones.

¿Lo que me preocupa? Que me toca dormir en la misma habitación del que ahora se ha convertido en mi crush.

- Andrés. – Bruno le cedióel turno.

Falso CulpableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora