XXVII: 24h ANTES (Parte II)

23 5 0
                                    

24 horas antes (aprox.) - Día 12 de octubre

Bruno

Eran las siete de la mañana y el timbre sonó de nuevo. Alguien llamaba y me temía quien era. Abrí los ojos de inmediato. Me estremecí. Mierda el turno, yo no recuerdo haberme quedado despierto esta noche con Bella. Mis pulsaciones empezaron a aumentar por segundo. Mi respiración se aceleraba perdiendo el compás con el silencio. De un revuelo me levanté y asomé mi cabeza por la ventana. No había nadie. Volví mi cuerpo hacia atrás para decirle a Bella que se despertara. Sorpresa. Su cama volvía a estar vacía. Supuse que, como el otro día, habría salido a perderse en medio de ese maldito bosque. Pero me equivocaba. Sus pertenencias no estaban. Su maleta había desaparecido. Corrí en dirección a la puerta para salir de la habitación, cuando vi que en ella colgaba una nota. Mismo formato que las que hemos estado recibiendo estos días.

"Bienvenido a la gran final.

Lamento que la partida haya sido tan corta. Has movido bien tus fichas, pero podrías haberlo hecho mejor. El rey blanco está solo ante un escuadrón negro. Es inútil el movimiento que haga. Un montón de fichas le estarán acechando, pero solo una de ellas logrará acabar con él. Si más no, las demás habrán sido partícipes y cómplices de la muerte del grande."

¿Qué? En un primer momento no entendía que significaba esta nota. Lo que era evidente es que iba con segundas, pero, aun así, no comprendía nada.

Con la nota en mis manos, me dirigí a la habitación de Jeff y Andrés. Llamé. No respondió nadie. Volví a llamar. Silencio.

- ¡Abro la puerta! – grité.

Nunca desearía que nadie fuera testigo de lo que presenciaron mis ojos. Empecé a temblar. Me entraron arcadas. Mi cuerpo estaba helado. Me quedé inmóvil mientras un sudor frío empezó una carrera por mi cara y mi espalda.

Mi cuerpo estaba en una dimensión observando dos cuerpos que yacían tumbados al suelo rodeados por un gran charco rojo. Sangre. Cada uno con diversas heridas de bala. La atmosfera emanaba un desagradable olor a hierro.

Mi vida había acabado aquí. Mi mundo se había desmoronado.

Corrí rápidamente hacia esos dos cuerpos sin alma. Les golpeé la cara. Un intento en vano. Parecía que hacía horas que habían dejado de luchar para seguir aquí y esperar a ser rescatados.

Salí escopeteado al pensar que había otra habitación ocupada por Romy y Becca, deseando que se hubiera apiadado de ellas, pero me temo que fue un autoengaño para mí. Un deseo de esos que sabes que por mucho que lo ansíes, nunca ocurrirá. Ni tan siquiera yacía en mí una pequeña luz de esperanza.

Me acerqué a sus cuerpos lentamente. Parecía que entre paso y paso pasaran más de diez minutos. Me acerqué a Romy. No soportaba la idea de verla ahí, tirada. Me superaba. La chica más bondadosa, llena de sueños, con una alegría descomunal y con un largo futuro por cumplir... Le habían destrozado la vida. Ahí fue cuando descubrí que los ángeles también mueren.

Mi camiseta blanca, mis pantalones, mis manos, mis brazos, ... todo yo estaba impregnado de sangre. Sangre de unos inocentes que no merecían acabar con sus vidas así.

Salí corriendo de ahí. Bajé las escaleras. Quería irme. Solo tenía ganas de vomitar y llorar a mas no poder, gritarle al mundo, a la vida, que era una auténtica mierda.

Pero, lo que no esperaba, era encontrar otra nota en la puerta principal.

"Sé exactamente cómo te sientes. Esa sensación de querer llorar impotentemente; esas ganas de vomitar; el temblor por todo el cuerpo; ese deseo de esperar a despertarte y que todo haya sido fruto de tu imaginación en una pesadilla; pero lamento comunicarte que esto es real, como lo fue lo mío.

Falso CulpableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora