XXIX: DONDE TODO EMPEZÓ

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Apolo

13 de octubre

La luz que entraba por las ventanas impactaba de lleno en mis ojos. Me despertó. Aun con la modorra encima me revolví un poco por ese sofá cama. Mi cuerpo me pedía unos minutos más y se los concedí, si no fuera porqué, de nuevo, vi que el otro lado permanecía vacío.

En esta ocasión, Hera y yo pasamos de niñerías y acordamos dormir los dos en la misma cama. Era absurdo que uno de los dos tuviera que dormir al suelo sabiendo que no pasaría nada (más sabiendo que era yo el que hubiera acabado encima de las rayuelas).

- ¡BELLA! - grité al ver un vacío al lado izquierdo del colchón. Me levanté de un revuelo.

- ¿Puedes dejar de gritar mi nombre cada vez que no me veas a tu lado? - respondió mosqueada.

- Hmm... - refunfuñé.

Me acerqué hacia la mesa donde ella estaba sentada delante de un papel y un boli.

- ¿Qué haces? - curioseé.

- Estoy pensando - me respondió sin levantar la cabeza del papel.

- ¿En qué?

- ¿En qué va a ser? En toda esta mierda, Apolo. Nada tiene sentido. - estaba desesperada.

- Tranquilízate, aquí estamos seguros.

- Ya, ya sé que aquí estamos seguros y que nadie sabe que este lugar existe, bla, bla, bla, ... ¡Y no puedo tranquilizarme sabiendo que alguien te quiere culpar de un crimen! - a medida que avanzaba en su discurso, el tono de voz era más impetuoso. - Tenemos que demostrar que tu no tienes nada que ver con todo esto y dije que te ayudaría.

- Ya lo sé, si tienes razón. Ahora mismo nos ponemos a ello, pero antes, déjame hacer un café, mi cuerpo me lo está pidiendo a gritos. ¿Quieres uno?

- Si, por favor. Necesito otro...

Con los cafés hechos, me senté a su lado dispuesto a pensar, hacer mil esfuerzos, hacer lo que sea necesario para encontrar el intríngulis de todo esto y salir de esta puta pesadilla que, poco a poco, nos está consumiendo.

- A ver, piensa - me dijo - hay alguien de tu pasado que recuerdes que le hayas echo algo, que busque venganza contra ti, no sé, algo. Por más insignificante que lo encuentres, hay gente muy loca por ahí suelta...

Sonreí al escuchar su última frase.

- Ahora que recuerdo... una vez, cuando era pequeño, estampé huevos contra la casa de mi vecino por no devolverme el balón que se coló en su jardín y me dijo que la próxima vez que me viera lo pagaría muy caro...

Se rio. Me encantaba ver cuando esa máscara de chica enfadada, rebelde, que podía con todo, desaparecía para mostrar a una Bella agradable, risueña, divertida, ... me encantaba su fuerte carácter, pero a veces la llevaba demasiado lejos, a tomar actitudes muy defensivas que la hacían quedar muy antipática y demasiado borde para lo que realmente era ella.

- No, en serio, Apolo... ¿No hay nadie que te quiera el mal?

- No, que yo recuerde y sepa no. Tampoco soy de los que se meten en movidas. No tengo tiempo para eso - dije riendo.

- Pues no lo sé... No se como vamos a descubrirlo si estoy hablando con un santo al que alguien le quiere venganza por no hacer nada...

- Un momento - había caído en una cosa - piensa cuando empezó todo esto.

Hera me miró extrañada. No me seguía.

- Si - proseguí con mi deducción - quiero decir, todo esto empezó cuando nos convocaron a los seis para ir a ese reencuentro. Eso significa que no solo yo estoy relacionado con esto. Es decir, no tenemos que pensar solamente con mi entorno, sino con un entorno que nos incluya a los seis.

Hera achinó los ojos y empezó a asentir con la cabeza: - Tienes razón. Entonces, mi teoría de que alguien de nosotros era cómplice con alguien del exterior, se confirma. Solo nosotros sabíamos que en esa casa montábamos las mejores fiestas - argumentó Hera - Pero no sabemos quien ni porqué. Están todos muertos, entonces ya no hay cómplice que valga.

- ¿Y entonces que vamos a hacer? Si es que no hay ninguna posibilidad. Lo mejor es que me entregue a la policía. Les voy a decir todo lo que ha pasado y si me creen bien y sino, que es la opción segura, que me encierren. - dije abatido.

- ¿En serio te rindes así de fácil, Apolo? - la miré desconcertado - si tu no has sido, no puedes culparte de ello. Yo sé que no has sido y todavía nos queda una opción.

Levanté la cabeza de entre mis manos y fijé mi mirada en sus preciosos ojos marrón oscuro. Me transmitían paz. La calma que necesitaba en medio de ese caos. La miré desesperado, esperando una respuesta.

- Dicen que para conocerte bien te remontes a tus principios. A lo mejor nosotros deberíamos ir donde empezó todo.

- Quieres decir que... - no terminé la frase.

- Sí - asintió ella sabiendo que la había entendido - debemos volver donde empezó todo. Debemos volver a la casa de la montaña. Tenemos que ir a buscar pistas, pruebas, las tarjetas, ... a lo mejor tienen algún significado que no supimos ver... Debe haber algo que se nos escapa.

- Pero sabes que eso no es posible... - le recordé.

No podíamos salir de ahí. Seguramente, la policía tendría controles por todas partes. Ahora mismo debo ser un criminal en búsqueda y captura. El fugitivo más buscado en todo el país. A lo mejor, hasta habían ofrecido recompensa al que me encontrara primero...

- Apolo, esta noche salimos. Hay un camino en medio del bosque que lleva muy cerca de la casa.

- ¿Co-como lo sabes? - otra vez puse en duda su papel en todo esto.

- Durante una temporada, formé parte de un grupo de senderismo y recorrí muchos de los caminos de la zona. No pienses mal que te veo venir... - me guiñó el ojo.

Esbocé una leve e insegura sonrisa.

- Por cierto, ahora debo irme al hospital a ver a mi padre.

- ¿¡Tú estás loca!? - salté.

- ¿¡Y tu te puedes tranquilizar!? - me respondió Hera en el mismo tono - te recuerdo que es a ti a quien busca la policía. A mi solo me busca un psicópata...

- Ah, ya... - fingí sacarle importancia - ¿Y te parece poco?

- No, pero es más fácil escabullirse. Además, iré disfrazada, como el día que nos encontramos.

- Pero... - rechisté.

- Apolo, tranquilo. Si me pasa algo llamaré al fijo. Yo todavía tengo el móvil del trabajo.

- Está bien.

No estaba convencido de que todo esto saliera bien, pero ante su decisión tomada y premeditada, ya no había opción válida que la echara para atrás, así que no me quedó mas remedio que dejarla ir.

- Hera, ve con cuidado, por favor.

- Estaré bien, no te preocupes.

Me dio un beso en la mejilla y salió por la puerta.

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