XXVIII: ¿QUÉ PAPEL JUEGAS?

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Apolo

13 de octubre

Hera no podía dejar de llorar después de escuchar el relato de lo sucedido. La abracé para que se tranquilizara, para que notase un ambiente cálido. Para que viera que no está sola, sino que estamos juntos en esto y, cueste lo que cueste, juntos saldremos de ello.

Pero todavía había una idea que no dejaba de rondar por mi cabeza. No podía dejar de pensar en la posibilidad de que ella, aunque fuera una pizca, estuviera relacionada con todo lo que está pasando.

Poco a poco fue recomponiéndose de entre los mil pedazos en los que se rompió su alma después de escuchar todo lo que pasó.

- Qué, aun sigues pensando que yo soy cómplice de ese psicópata, ¿no?

Me pilló por sorpresa. No pensaba que fuera a salirme con esa pregunta.

Resoplé. Era lo que realmente pensaba, pero no quería iniciar de nuevo una discusión con ella y menos en la situación tan crítica en la que nos encontrábamos, donde necesitábamos el apoyo mutuo para salir de esta.

- No... - dudé - bueno, no lo sé, Bella. Hay tantas cosas que no me...

- Apolo - no me dejó terminar - ya te lo he dicho mil veces, ¡YO NO TENGO NADA QUE VER! - se puso histérica.

- PUES ENTONCES ¿QUÉ PAPEL JUEGAS, BELLA? ¡NO LO ENTIENDO! - me reboté, poniendo mi tono de voz al mismo nivel al que ella llevó el suyo.

- NO JUEGO NINGÚN PAPEL. SOY LO MISMO QUE TÚ. UNA VÍCTIMA DE UN MACABRO JUEGO. ¿¡ES QUE NO LO ENTIENDES!? - señaló su sien, mandándome una indirecta, apuntando a que yo no tenía nada dentro de mi cabeza. Como si mi nivel intelectual fuera incapaz de comprender sus palabras.

- ¡Pues entonces explícamelo todo! A lo mejor soy un tonto perdido incapaz de comprenderte, pero hay muchas cosas que no me cuadran como, por ejemplo: ¿con quién hablaste por teléfono? ¿por qué te fuiste? ¿por qué tus cosas ni tu coche estaban ahí?

Son un sinfín de cuestiones que me atormentan y que todas me conducen por un camino distinto, pero hacia un mismo destino.

Noté como suspiró profundamente, soltando el aire ruidosamente. Parecía hecho adrede, para que me diera cuenta de que empezaba a exasperarse.

- Muy bien, pues te lo voy a contar todo. Aunque no sé por qué lo hago, como no vas a creerme...

Esa pullita sobraba.

- Pues ya veremos, tú cuéntamelo y si haces que todo cuadre y tenga sentido, pues mira, entonces igual te creo.

Cerró los ojos. Parecía como si quisiera invocar a un dios. Por sus muecas y facciones, imagino que sería el de la paciencia.

- Te conté todo el rollo que tenía dos teléfonos y eso, ¿verdad? - asentí - bien. Pues como ya te dije, me llamó mi padre. Estábamos a la espera porqué tenían que operarle por una fractura que tuvo en la pierna y, ese día, le llamaron para decirle que en dos días ingresaría en el hospital para entrar ya a quirófano. Yo le comenté que iría a un reencuentro con los que íbamos al instituto y quedamos que en cuanto supiera algo, me llamaría de inmediato y que, si le daban hora para uno de esos días, yo me iría con él sin reparo. Casualmente eso es lo que sucedió. Para no tener que dar explicaciones, aproveché nuestra hora de guardia. Tú te quedaste dormido y me supo mal despertarte, así que durante una hora estuve vigilando, pero como no pasaba nada, pensé que habían exagerado un poco más de la cuenta el contexto en el que estábamos y decidí irme. Pero yo no pensé que pasaría todo esto, Apolo - de nuevo, las lágrimas empezaron a asomar por sus redondos ojos.

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