Capítulo 1

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La luz cegadora que entra por la ventana me despierta. Mierda, anoche me olvidé de bajar la persiana al llegar. Me giro en cama y observo con delicia el cuerpo desnudo de una rubia, ella fue el motivo de olvidarme de bajar la persiana, entramos demasiado ocupados comiéndonos a besos el uno al otro. Un pinchazo en mi cabeza me indica que me pasé un poco de tragos, tomaré un ibuprofeno cuando se vaya mi acompañante. Que ahora que lo pienso, no recuerdo su nombre, ¡¡que marrón!! Ésta se remueve en la cama, girándose hacia mí dejando ver su cuerpo de vértigo entre las sábanas, al observarla no puedo evitar darme un punto positivo, porque a pesar de ir borracho de más, mi sentido del gusto no estaba atrofiado, ya que es una chica preciosa.

- Buenos días Hugo- me dice ella con una voz bastante dulce para estar recién despierta.
- Buenos días hermosa, ¿cómo has dormido?- le pregunto evitando llamarla por su nombre y quedar como el culo.
- Bien, la verdad es que no me costó nada conciliar el sueño, me dejaste k.o. con tu ritmo salvaje- mi niño egocéntrico interior se anota un tanto- tenía razón Julia con que merecía probarte, aunque seas carne de una sola noche.
- ¿Julia?- pregunto intentando saber de quién demonios me habla.
- Sí, mi prima, la que te tiraste la semana pasada, pero no me sorprende que no la recuerdes- me está alucinando los reproches que me está lanzando esta chica.- ya me puso al tanto de que solo te acuestas con tías una noche, pero nunca empiezas nada con nadie, que no crees en el amor.
- Así es- digo orgulloso.
- ¿y te vale la pena?- paso de contestarle, me está poniendo de mal humor, por lo que me levanto y me pongo mis calzoncillos y una camiseta.- Ya veo, no vas a hablar del tema. Bueno, entiendo que sobro aquí, ayer me repetiste varias veces que no te hiciese preguntas por la mañana.
- Chica lista- le contesto sin ser casi consciente.

Media hora después, ella, la sin nombre, se marchó dejándome solo en mi habitación. Salgo al salón después de comprobar que es relativamente temprano.

- Buenos días bichito- me dice Maialen, mi compañera de piso- Tu última conquista parece ser que tenía mala leche, a poco más nos deja sin puerta.
- Buenos días, Mais- le digo dándole un achuchón.- Déjala, al menos me prestó anoche pero menuda verborrea por la mañana.
- Anda toma- me dice acercándome un ibuprofeno- debes tener una resaca de campeonato, porque menudo estropicio cuando llegásteis.
- ¿Te despertamos?
- ¡¡Cómo para no hacerlo!! Tirasteis un montón de cosas, pero no pasa nada- me siento mal por despertarla, es un cielo de persona y me aguanta todas mis noches desenfrenadas.- Va a venir Bruno a comer, ¿no te importa no? Contaba que estarías durmiendo.
- Que va a importarme, sabes que me cae estupendamente bien. Y no te preocupes, que yo me cojo una botella de agua y voy para cama, que después me toca currar.

Bruno es el ligue de Maialen, no son oficialmente nada pero vamos, se ve a leguas que están hechos el uno para el otro. Es un chico majísimo, trabaja en una de las discotecas más importantes de la ciudad y tiene pinta de montárselo muy bien cuando sale de fiesta, una lástima que sus horarios son siempre iguales a los míos, ya que yo trabajo en otra de las discotecas más famosas, concretamente la que le hace la competencia a la suya y que se encuentra justo enfrente de donde trabaja él.
- Por cierto sardinita, ya he colgado el anuncio para buscar compi de piso, esta vez elijo yo- me dice dando saltos de alegría- esperemos que sea más agradable que Roberto.
- Oyeeee, parecía buen chaval, yo no tengo la culpa de que fuese un despreocupado y un guarro.
- Ya sardinita, no te lo digo a mal, pero tengo ganas de que venga alguien con quien cuadremos bien y nos dure más de dos meses....

A Mai no le faltaba razón, desde que llegué a esta ciudad he compartido con múltiples personas, cada una más variopinta que la anterior, y eso que yo no soy un angelito para hablar, por eso esta vez le he dado carta blanca para que haga ella la selección.

Después de echarme una siesta reparadora, de ducharme y de cenar algo, me encuentro ya camino a mi trabajo. Cuando llegué a esta ciudad me dejé llevar un poco, empecé a salir sin control, gasté parte de mis ahorros en bebida y alguna noche me dejé influir por malas compañías. Tras algún que otro susto con sustancias poco legales decidí apartarme de esas influencias, ahí fue cuando encontré a Maialen en un anuncio en internet y decidí cambiar un poco de vida, sin abandonar la nocturnidad.

Ella me encontró este trabajo, estaba al tanto de la apertura del nuevo local, y desde entonces pertenezco a la plantilla. Trabajo solo los jueves, viernes y sábados por la noche, soy camarero de barra y el sueldo me permite subsistir. Y al finalizar mi turno puedo seguir de fiesta, emborracharme y cuando me interesa ligar con alguna chica para desfogar un poco. No soy chico de relaciones, nunca he tenido una y mi interés en tenerla es nulo. Me parecen unas patochadas esas historias que cuentan de estar enamorado o de sentir mariposas en el estómago.

Al entrar saludo a mis compañeros, la discoteca, más conocida como Palladium, es un edificio de dos plantas, en la baja se encuentra la pista y dos barras laterales, con un escenario que se usa en ocasiones para conciertos. Esta zona se caracteriza por tener unos techos altísimos y unas columnas muy estilo griego. La planta superior es para los reservados, hay unos 6, cada uno cerrado y con su espacio. Desde ellos se observa toda la pista y el escenario. Cuando los ricachones de la ciudad reservan su espacio pueden escoger el camarero o camarera que los va a atender. Este servicio es lo que hace a Palladium diferente.

Habitualmente mi lugar es en la barra del lado izquierdo de la pista, me encanta porque tengo una visual de todo lo que ocurre. Mi compañero de barra es el hijo del dueño de la discoteca, se llama Jesús y es un chico muy apañado. Su padre le medio obliga a aprender el negocio desde abajo, pero él está encantado, dice que no está hecho para mandar sobre la gente. En la otra barra de la pista están dos chicas, una de ellas es la novia de Jesús, se llama Nía, y aunque intentan llevar su relación en secreto yo suelo ser su coartada para poder verse en el almacén en medio ‪de la noche‬.

Su compañera es Marta, una chica muy guapa pero que me la tiene jurada, nunca superará que soy chico de una sola noche y fue mi peor error cuando empecé a trabajar aquí, a la semana de empezar ya nos lo estábamos montando en el almacén con la excusa de reponer las bebidas en ambas barras. Ella se hizo una idea equivocada de mí, y durante semanas estuvo insistiéndome en volver a repetir, hasta que por fin se cansó, pero adoptó una postura de enfado constante. Jesús está al tanto de todo, y me ayuda a zafarme de ella cuando lo necesito, porque la conoce desde que eran críos y sabe que se obsesiona un poco con los chicos que le dan bola.

Después de comprobar que tenemos todo colocado y no nos falta nada comienza a llegar la gente. Habitualmente nuestra barra está siempre rodeada de grupos de chicas solteras que buscan mambo como decimos nosotros, algunas de ellas son muy descaradas y cuando piden sus consumiciones aprovechan para toquetearnos tanto a Jesús como a mí. Lo mismo pasa con la otra barra, no es la primera vez que tengo que contener a Jesús por observar como algún baboso le está tirando fichas a Nía.
- ¿Esta noche quieres mambo? ¿O te sació la rubia de ayer?- me pregunta Jesús.
- Mis ganas de fiesta nunca se sacian compañero, estaré al loro de lo que entra hoy por aquí.
- Dudo que venga gente nueva, últimamente ya tenemos una clientela fija y es verano- dice Jesús apenado- la competencia está ofreciendo conciertos muy buenos.
- No perdamos la esperanza compañero, quizás aparezcan algunas turistas por aquí.

Razón no le faltaba a Jesús, llevábamos ya dos horas de trabajo y estaban los mismos grupos de gente de todos los fines de semana. Si no entra nadie nuevo en lo que queda de turno no hay problema, ya tengo fichada a una morena que baila francamente bien y siempre me pide su copa de Puerto de Indias. Lleva toda la noche lanzándome miradas descaradas, creo que hoy está más animada que en otras ocasiones, ya que siempre se ha mostrado muy tímida.

- Mira, estás de suerte, un grupo de chicas nuevo, quizás ahí tengas alguna nueva conquista- la voz de Jesús me hace girarme y observar al grupo que entra directo a la pista, y razón no le falta, una de ellas ha llamado mi atención nada más entrar en mi campo de visión.

Se trata de un grupo bastante pequeño de chicas, son 5 en total, parece que la voz cantante la lleva una chica rubia y alta, porque es la que indica donde situarse y la que se acerca decidida a la barra. Tras ella se acercan dos chicas, ‪las dos‬ son morenas, una tiene una pequeña peca en su ceja y la otra el pelo rizo y es más menuda, pareciendo más joven que el resto. En la pista quedan las otras dos, la que ha llamado mi atención y de la que no soy capaz de despegar mis ojos, castaña, de melena larga, va vestida con unos vaqueros y una sudadera oversize, su forma de vestir llama la atención, no es la típica chica fashion victim, como si parecen serlo sus amigas. La chica que la acompaña tiene el pelo negro y largo y como el resto de las chicas va enfundada en un vestido ceñido marcando su cuerpo.
- Rubio, puedes dejar de mirar embobado a mis amigas y servirnos unas copas- la voz directa de la rubia me saca de mi ensoñación y les presto atención- sírvenos cuatro cervezas y un zumo de piña.
- ¿zumo de piña? ¿me estás vacilando?- le digo sin pensar.
- No, no te vacilo, ¿acaso no puede una no tomar alcohol?
- No, no digo eso, me llama la atención únicamente, es raro salir de fiesta y no beber alcohol. Y siendo sinceros, no parecéis las chicas aburridas que no beben.
- El no beber no implica que no seamos divertidas.- su tono de voz suena a cabreo.
- Perdona, no quería ser irrespetuoso. Venga a esta ronda os invito yo, por ser tan descortés.
- Mira, me vas a caer bien y todo, al menos reconoces tus errores- me dice ella.
- Sam, vamos, Eva parece que se está agobiando y podemos perderla en nada.- le dice una de las amigas a la rubia.
- Si, vamos, que sino ésta se escapa en breves. Por cierto soy Sam ¿y tú?
- Yo Hugo, encantado, y cuando acabes esa cerveza vente por aquí.
- Claro que vendré, pero por la cerveza, no por ti, no eres mi tipo- su contestación me hace soltar una carcajada.

La veo desvanecerse y acercarse a sus amigas acercándoles la bebida. Me quedo de piedra observando quién es la que no bebe, la castaña que me tiene embobado.

La luz en mi oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora