- A ver... A ver... A ver, barajeamela suave ¿Cómo que el demonio hirió a Gabriel y por eso lo mataron?- Preguntó Anaciel más que sorprendía.
-Sí hermana, no lo sé. Lo tomó desprevenido lo hirió y Gabriel tuvo que asesinarlo. Eso fue lo que pasó, aquí el problema es que ya no sabemos quién está detrás de todo esto y mientras no encontramos el culpable, van a seguir ensuciando mi nombre- Contestó Miguel.
-Nosotros también quedamos sorprendidos, muy pocos demonios han logrado herir a un Arcángel simplemente pasó, hay excepciones pongo- Dijo Aradia.
-Lo único que yo sé es que Annia ha empezado enfermarse de nuevo y todos sabemos lo que ocurrirá si no sacamos su alma del limbo. El vómito volvió así sucedió la primera vez y terminó en un coma más allá, que aquí- Agregué, cambiando de tema.
-Yo creo que tenemos dos opciones, tratar de buscar una cura para mantenerla de este lado y segundo, peinar el infierno para saber con quién trabajaba Agramón- Contestó Aradia.
-Quizá haya una tercera opción- Interrumpió Anaciel, todos la miramos- Buscar de nuevo a la cazadora y enseñarle Annia a vivir como vive ella.
-¡No!- Exclamó mi otra hermana- No la buscarán, está vez no, le juré que jamás volvería a contactarla y pienso cumplir eso. Busquemos otra persona, otra opción.
-¿Y si no hay más?- Preguntó Miguel.
-Tiene que haber- Dijo ella- Pero no la buscarán, así tenga que esconderla debajo de las rocas. No lo entenderían- Aradia salió de la biblioteca y se fue. Solté un suspiro de pesadez y un dolor punzante cruzó mi pecho, era hora de confesarme, llevaba días sin hacerlo y si no lo hacía pronto, mi cuerpo empezaría a padecer de dolor.
Di por terminada la conversación con Miguel y Anaciel. Salí yo también de la biblioteca, seguí de largo por el pasillo hasta llegar a la habitación dónde estaban Annia. Abrí la puerta suavemente, sólo asomé un poco mi cabeza, Annia ya estaba dormida, su pecho subía y bajaba en un ritmo calmado y tranquilo. Volví a cerrar, asegurándome que estaba bien y que dormiría unas horas más decidí salir de la mansión, bajé las escaleras de mármol, crucé las grandes puertas hasta llegar al auto, me introduje y conducí hacia mi destino, iría con el padre Constantino. La noche iba pasando a gran velocidad, mientras los animales nocturnos musicalizaban el ambiente alrededor. Tomé la carretera hacia el pueblo por el camino principal, la iglesia quedaba un poco apartada, casi al otro lado de la ciudad, sólo esperaba que mi cuerpo soportará el dolor que poco a poco empezado a consumirme. Tenía que confesarme cada cierto tiempo cuando estaba mucho tiempo en el mundo terrenal, era algo así como un ritual para purificar mi alma, porque aunque no mataba nadie directamente, si lo hacía indirectamente y eso era el mayor de los pecado. El dolor empezaba desde lo más profundo de mi alma, carcomía poco a poco mi físico. Iniciaba con un dolor agudo e insoportable en el pecho, luego se extendía por todo el cuerpo, traspasando los huesos y empezaban los dolores de cabeza y los mareos, incluso, llegaba momentos en los que vomitaba sangre. También a veces se me salía el instinto asesino, iniciaba mi metamorfosis sin darme cuenta, al mirarme en un espejo estaba convertido en un demonio. Pasé el tráfico, aunque a esta hora de la noche no había mucho, seguí manejando hasta llegar a las grandes puertas de madera y estás estaban cerradas. Estacione al frente, bajé del auto, cerré muy bien y decidí caminar subiendo los pequeños escalones de concreto, empujé un poco y se abrieron. Las velas como siempre estaban encendidas. Hice una mueca y me detuve un segundo al sentir el pinchazo de nuevo en mi pecho, la respiración empezaba a faltarme. Cerré los ojos, solté un suspiro y di un paso adelante. Pasé la estrecha puerta que guiaba al confesionario y allí estaba él, como siempre rezando al frente de la enorme cruz de concreto, con el escapulario en la mano, alzando plegarias a mi padre. Despacio camine hacia él y me senté a esperar que terminara, no hacía falta hacer ruido yo sabía que había notado mi presencia, incluso, desde que cruce por el umbral. Se puso de pie, se dio la bendición, se giro y me miró con una sonrisa cálida en su rostro, se sentó a mi lado y espero. Él sabía más que nadie que esto no era nada fácil para mí, de hecho, era una gran humillación. No lo haría si pudiera evitarlo, pero no, no puedo. En el pasado trate de no hacerlo, cuando venía al mundo terrenal me quedaba días sin confesarme pero luego el dolor era insoportable. Todo el mundo pensaba que si no lo hacía moría, pero realmente yo no puedo morir, sentía todo lo que sentía un ser humano antes de que su alma lo abandonase. Rabia, dolor, impotencia, soledad, era algo perturbador, uno de los peores castigos que me había impuesto mi padre al ser expulsado del cielo. El primer castigo cruel fue haberme arrancado mis alas, se impuso frente a mí antes de ser lanzado a la tierra y arrancandómelas cruelmente, demandó ser el rey de reyes. Se las quedó como un trofeo.
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Arcángeles Del Infierno #2
Fantastik-Te fuiste, me dejaste- Lo acuse- Tomaste una decisión sólo, no me lo preguntaste y simplemente te fuiste, ni dejaste que estuviera lo suficientemente lúcida para decidir si te quería lejos. -Lo hice por que te amo- Contesto, mientras miraba hacia o...