capitulo 11

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-Abre más los pies.
Nazli obedeció y volvió a apuntar.
-¿Así?
Aslan  anduvo despacio a su alrededor y examinó su postura.
-Cierra el codo -ordenó.
Ella tensó el codo, su mano izquierda sostenía la derecha por la muñeca.
-Ahora cierra el ojo izquierdo y mira con el derecho hasta que veas el blanco. Hizo lo que le decía. Los círculos de la silueta estaban primero borrosos y luego se aclararon cuando se centró en el anillo interior.
-Respira hondo y suelta el aire despacio -dijo él cerca de su oído.
Nazli se estremeció y perdió el blanco. Maldijo en silencio y volvió a apuntar.
-No puedes permitir que nada altere tu concentración -le advirtió él-. Perder el blanco un segundo puede ser la diferencia entre vivir y morir.
Ella respiró hondo y soltó el aire despacio, procurando relajarse.
-¡Fuego!
Sin darse tiempo a pensar, apretó el gatillo como le había enseñado él antes. El retroceso le levantó las manos y retrocedió un paso. La explosión resonó contra las montañas distantes.
Miró a su instructor y esperó su aprobación. Aslan  observó el blanco que había fallado e hizo una mueca.
-Vamos a probar otra vez.
-Es la primera vez que disparo una pistola -se apresuró a explicar ella.
-Ya lo he notado.
Nazli lo miró con rabia. Aquel hombre podía ser muy idiota. Después de los ejercicios físicos de la mañana, había desaparecido y ella había jugado en la piscina con Bulut  hasta que lo acostó para la siesta. Sonrió al recordar los juegos del niño en el agua. Pablo tenía razón, aprendería pronto a nadar.
Aslan no volvió a aparecer hasta que Bulut  estuvo fuera de escena. A Nazli  le preocupaba que albergara sentimientos tan negativos hacia su hijo. Aunque entendía lo que le ocurría, le resultaba difícil. Ella amaba a Bulut  y nada de ello era su culpa. El era inocente.
-Tienes que separar aún más los pies - gruñó el hombre.
Nazli dio un respingo al notar el brazo izquierdo de él en la cintura. La atrajo con fuerza hacia su cuerpo musculoso y cubrió con la mano derecha la mano izquierda de ella para ayudarla a sostener el arma. Con la barbilla encima de la cabeza de ella, deslizó una pierna entre las de ella y la obligó a separar los pies.
-Mira el blanco.
Ella intentó frenar los latidos rápidos de su corazón. Se humedeció los labios y respiró hondo.
Sabía que él podía sentir la elevación y caída de sus pechos, pero no podía frenar la reacción de su cuerpo a la proximidad de él.
-Tranquila, no muerdo -musitó Aslan .
-¿Hace falta que me mantengas tan cerca?
-Apunta y dispara --ordenó él.
Nazli apretó el gatillo. El brazo fuerte de él controló el efecto del retroceso y su cuerpo poderoso absorbió la fuerza que la lanzó contra él.
La soltó y se acercó al blanco.
-Mucho mejor -concedió.
Nazli bajó el arma y se tambaleó, esa vez por la ausencia del brazo que la sujetaba. Intentó sin éxito racionalizar su reacción física ante aquel hombre. Era evidente que la tremenda gratitud por su ayuda empezaba a teñir otros sentimientos con los que no estaba preparada para lidiar.
Hacía más de cinco años que no se permitía acercarse tanto a alguien. Se limpió la frente con el dorso de la mano y respiró hondo una vez más. A lo mejor era necesidad simple y llana.
Aslan  le mostró la silueta para que la viera.
-A ver si eres capaz de repetirlo.
Nazli observó la figura y sonrió al ver el agujero que había hecho en el borde del círculo más externo. Ahora sólo tenía que aprender a hacerlo sin que la rodearan los brazos de él.
-La próxima vez piensa en Deniz  cuando apuntes a esa silueta sin cara.
-¿Es eso lo que tú haces? -preguntó ella.
No hizo falta que dijera que sí, Nazli  leyó la respuesta en sus ojos. Colocó el blanco de nuevo en posición y ella supo de pronto qué era lo que la empujaba hacia él. No era sólo que pudiera protegerlos a Bulut y a ella, ni tampoco que conociera a Deniz  mejor que nadie y tuviera más posibilidades de vencerlo. No, no era eso. El hilo que los unía era su odio por Deniz , el deseo de hacerle pagar por el dolor que les había causado.
Y por primera vez en cinco largos años, Nazli estaba segura de que pagaría por ello.

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