-Abre más los pies.
Nazli obedeció y volvió a apuntar.
-¿Así?
Aslan anduvo despacio a su alrededor y examinó su postura.
-Cierra el codo -ordenó.
Ella tensó el codo, su mano izquierda sostenía la derecha por la muñeca.
-Ahora cierra el ojo izquierdo y mira con el derecho hasta que veas el blanco. Hizo lo que le decía. Los círculos de la silueta estaban primero borrosos y luego se aclararon cuando se centró en el anillo interior.
-Respira hondo y suelta el aire despacio -dijo él cerca de su oído.
Nazli se estremeció y perdió el blanco. Maldijo en silencio y volvió a apuntar.
-No puedes permitir que nada altere tu concentración -le advirtió él-. Perder el blanco un segundo puede ser la diferencia entre vivir y morir.
Ella respiró hondo y soltó el aire despacio, procurando relajarse.
-¡Fuego!
Sin darse tiempo a pensar, apretó el gatillo como le había enseñado él antes. El retroceso le levantó las manos y retrocedió un paso. La explosión resonó contra las montañas distantes.
Miró a su instructor y esperó su aprobación. Aslan observó el blanco que había fallado e hizo una mueca.
-Vamos a probar otra vez.
-Es la primera vez que disparo una pistola -se apresuró a explicar ella.
-Ya lo he notado.
Nazli lo miró con rabia. Aquel hombre podía ser muy idiota. Después de los ejercicios físicos de la mañana, había desaparecido y ella había jugado en la piscina con Bulut hasta que lo acostó para la siesta. Sonrió al recordar los juegos del niño en el agua. Pablo tenía razón, aprendería pronto a nadar.
Aslan no volvió a aparecer hasta que Bulut estuvo fuera de escena. A Nazli le preocupaba que albergara sentimientos tan negativos hacia su hijo. Aunque entendía lo que le ocurría, le resultaba difícil. Ella amaba a Bulut y nada de ello era su culpa. El era inocente.
-Tienes que separar aún más los pies - gruñó el hombre.
Nazli dio un respingo al notar el brazo izquierdo de él en la cintura. La atrajo con fuerza hacia su cuerpo musculoso y cubrió con la mano derecha la mano izquierda de ella para ayudarla a sostener el arma. Con la barbilla encima de la cabeza de ella, deslizó una pierna entre las de ella y la obligó a separar los pies.
-Mira el blanco.
Ella intentó frenar los latidos rápidos de su corazón. Se humedeció los labios y respiró hondo.
Sabía que él podía sentir la elevación y caída de sus pechos, pero no podía frenar la reacción de su cuerpo a la proximidad de él.
-Tranquila, no muerdo -musitó Aslan .
-¿Hace falta que me mantengas tan cerca?
-Apunta y dispara --ordenó él.
Nazli apretó el gatillo. El brazo fuerte de él controló el efecto del retroceso y su cuerpo poderoso absorbió la fuerza que la lanzó contra él.
La soltó y se acercó al blanco.
-Mucho mejor -concedió.
Nazli bajó el arma y se tambaleó, esa vez por la ausencia del brazo que la sujetaba. Intentó sin éxito racionalizar su reacción física ante aquel hombre. Era evidente que la tremenda gratitud por su ayuda empezaba a teñir otros sentimientos con los que no estaba preparada para lidiar.
Hacía más de cinco años que no se permitía acercarse tanto a alguien. Se limpió la frente con el dorso de la mano y respiró hondo una vez más. A lo mejor era necesidad simple y llana.
Aslan le mostró la silueta para que la viera.
-A ver si eres capaz de repetirlo.
Nazli observó la figura y sonrió al ver el agujero que había hecho en el borde del círculo más externo. Ahora sólo tenía que aprender a hacerlo sin que la rodearan los brazos de él.
-La próxima vez piensa en Deniz cuando apuntes a esa silueta sin cara.
-¿Es eso lo que tú haces? -preguntó ella.
No hizo falta que dijera que sí, Nazli leyó la respuesta en sus ojos. Colocó el blanco de nuevo en posición y ella supo de pronto qué era lo que la empujaba hacia él. No era sólo que pudiera protegerlos a Bulut y a ella, ni tampoco que conociera a Deniz mejor que nadie y tuviera más posibilidades de vencerlo. No, no era eso. El hilo que los unía era su odio por Deniz , el deseo de hacerle pagar por el dolor que les había causado.
Y por primera vez en cinco largos años, Nazli estaba segura de que pagaría por ello.
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El Lobo solitario
RomanceSólo había un hombre que podía ayudarla... Nazli Pinar había oído que aquel tipo tenía un corazón tan imperturbable como sexy era su cuerpo, pero Ferit también era su última esperanza. Ya no le quedaba ningún sitio donde esconderse del padre de s...