capitulo 21

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-Te debo una disculpa por lo del viernes y por el modo en que me he portado desde entonces.
No volverá a ocurrir.
Ella abrió la boca, pero volvió a cerrarla y asintió con lentitud.
-De acuerdo.
-Bien -tendió la mano-. ¿Puedo echar un vistazo?
La joven se frotó el cuello.
-No es nada, sólo un dibujo que empecé la otra noche. No tiene ningún interés -dijo sin mirarlo.
Aslan  se inclinó hacia ella y le quitó el cuaderno.
-¿Por qué no dejas que eso lo juzgue yo?
Nazli  cruzó los brazos sobre él pecho y él sintió un deseo tan intenso que por un momento anuló cualquier otro pensamiento. Se forzó a mirar el cuaderno que tenía en la mano. Era un dibujo de Pablo y Bulut , de detalles excelentes. Si tuviera los medios adecuados, sin duda podría ser una gran artista. Volvió una página y encontró el patio interior. En otra estaba su hijo durmiendo. Miró el dibujo largo rato. La imagen del niño dormido en sus brazos se superpuso a la de la página.
Volvió otra página y se encontró consigo mismo.
-No está terminado -se apresuró a explicar ella, ruborizada.
Aslan  miró los labios apretados, la expresión dura del rostro y se preguntó si lo veía así.
Seguro que sí, claro, porque él era así.
Dejó el cuaderno sobre la mesa.
-Eres muy buena -la miró y vio orgullo en sus ojos.
-Gracias -murmuró ella-. De pequeña soñaba con ser una artista famosa -sonrió, avergonzada de haber dicho aquello en voz alta.
Aslan  podía ver todavía la niña que había en ella. Era joven, demasiado para un hombre como él, más cerca ya de los cuarenta que de los treinta.
-Todavía puedes serlo -dijo-. Sólo tienes veinticuatro años. Mucha gente vuelve a estudiar después de tener un hijo.
Nazli  se humedeció los labios, gesto que aumentó el deseo de él.
-Quería hacerlo, pero no podía dejar a Bulut . No podía fiarme de nadie -movió la cabeza-. Sólo fue un sueño.
-No es demasiado tarde, todavía puedes hacerlo. No permitas que un error te impida vivir el resto de tu vida.
Ella movió la cabeza.
-Fui una estúpida. Mis actos le costaron la vida a mi padre.
Aslan  recordó la foto de ella, vestida de raso y perlas, sonriendo y abrazando a su padre.
-Deniz  es un profesional que lleva años afinando su talento. Tú no podías conocer sus intenciones. Si no hubiera podido acercarse a tu padre a través de ti, habría encontrado otro modo -se inclinó hacia ella; necesitaba tocarla y quería que volviera a creer en sí misma-. No habría parado hasta terminar el trabajo.
Ella cerró los ojos y bajó la cabeza.
-¿Quién pudo contratar a Deniz  para matar a mi padre? Nunca le hizo daño a nadie. Era un buen hombre.
-Ahí tienes la respuesta -cubrió la mano de ella con la suya y ella empezó a apartarse, pero no lo hizo-. ¿No sabes que los hombres buenos abundan poco? Es porque los malos acaban con ellos.
Tu padre defendería algo que no le interesaba a alguien y lo mataron para eliminar el obstáculo que representaba.
-Pasó días seduciéndome -musitó ella en voz tan baja que a él le costó oírla.
Aslan  le apretó la mano, animándola a continuar.
-Era el hombre más guapo que había visto nunca. Sabía que era muy mayor para mí, pero eso era parte del encanto -respiró hondo-. Acertaba con todo, como si supiera lo que tenía que hacer para conquistarme.
-Lo sabía -repuso Aslan -. Seguramente te vigiló durante semanas. Te sedujo para conseguir lo que quería.
Nazli  lo miró con los ojos llenos de lágrimas.
-¿Cómo voy a poder confiar de nuevo en mi buen juicio? No sólo se llevó mi inocencia -tragó saliva-, sino también mi confianza, mi seguridad en mí misma, todo.
Aslan  había sospechado ya que Deniz  había sido su primer amante. ¡Qué hijo de perra!
-Puedes recuperar todo eso -le aseguró-. Pero tienes que ganártelo. Volverás a confiar en ti cuando aprendas a confiar en otros. Y lo mismo ocurre con tu seguridad en ti misma. No ha desaparecido, está escondida detrás del miedo.
La joven se puso en pie con brusquedad. Negó con la cabeza.
-Cometí un error terrible -una lágrima bajó por su mejilla-. Y lo más triste es que no puedo lamentarlo del todo, porque no me arrepiento de tener a Bulut -se volvió, incapaz de aguantar más tiempo la mirada de él.
Aslan  se levantó a su vez; se acercó a ella, intentando consolarla con su proximidad.
-No eres una mala persona por querer a tú hijo -musitó. Cerró los ojos para reprimir el deseo de tocarla-. Muchas mujeres acaban con el hombre equivocado, pero quieren a los hijos que tienen de él.
Rachel se volvió y lo miró con furia.
-Deniz  no es sólo el hombre equivocado, es un asesino -le temblaron los labios-. Mira lo que te hizo a ti -apartó la vista.
Él levantó ambas manos despacio y secó las lágrimas de Nazli con los pulgares. Los labios de ella temblaron de nuevo.
-¿Cómo puedes soportar mirarme sabiendo lo que hice?
Aslan sintió una necesidad tan fuerte que creyó que el corazón le iba a estallar en pedazos.
Quería abrazarla para consolarla y al mismo tiempo poseerla con brusquedad. Intentó resistir el deseo, pero no pudo. Tenía que probarla.
-Porque no puedo evitarlo -murmuró. Bajó la cabeza.
Sus labios eran tan suaves como él había imaginado. Su sabor era dulce y muy cálido. Le sostuvo la cabeza con cuidado y profundizó el beso. Su deseo era tan fuerte que tuvo que
controlarlo por miedo a hacerle daño. Ella gimió bajo su boca y él le tocó la comisura de los labios con la punta de la lengua para que los abriera. Deslizó la lengua, lleno de deseo, y la atrajo hacia sí.
Bajó una mano por la espalda y el trasero de ella. La estrechó con fuerza, en un intento inútil por calmar el dolor de su excitación.
Nazli intentó apartarse. Colocó las manos en el pecho de él y empujó.
-Espera -dijo.
Aslan  volvió a besarla en la boca con fuerza y ella se retorció en sus brazos. La sensación de su  cuerpo contra él sólo sirvió para alimentar su lujuria. No podía negarse aquel placer, su necesidad llevaba días creciendo. El cuerpo de ella no tardaría en estar tan caliente como el suyo.
El sabor salado de sus lágrimas lo devolvió a la realidad.
Se apartó como si lo hubiera abofeteado. Ella estaba llorando y él era un bastardo, poco mejor que el hombre que la había poseído la primera vez. Se lamió los labios y se apartó más.
Ella se secó los ojos con el dorso de la mano temblorosa. Tenía los labios hinchados, casi morados por la agresión.
-Lo siento. No he debido… Se dio cuenta de que, al igual que la otra vez, ella pensaba que era culpa suya. Tendió una mano para consolarla, pero ella se alejó fuera de su alcance. Su cuerpo entero vibraba de deseo. La deseaba todavía de tal modo que apenas podía respirar. Ella estaba equivocada; el estúpido era él.
-Tengo que ir a ver a Bulut  -se dio la vuelta y se alejó corriendo.
Aslan apretó los puños a los costados. La rabia y la amargura se apoderaron de él. ¿En qué estaba pensando? ¿Cómo se había permitido besarla? Ahora la había asustado dos veces, había traicionado la memoria de su esposa y destruido cualquier confianza que Nazli pudiera tener en él. ¿Y para qué? Para satisfacer sus necesidades egoístas.
No volvería a ocurrir. Aquello era un acuerdo de negocios. Y a partir de ese momento, lo mantendría así.

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