Aslan dio una patada a una piedra pequeña y la lanzó a una respetable distancia por la arena.
Comprobó la pistola en la funda y se detuvo a revisar la puerta de atrás y la zona iluminada de más allá. Satisfecho con lo que vio, se dirigió hacia el lado este de la casa, observando las ventanas por el camino. Sabía que la propiedad era segura. Fernando, que no se tomaba a la ligera su particular negocio de exportación, no había escatimado gastos en el sistema de seguridad. Sin la clave, era imposible entrar. Cualquier movimiento a menos de dos metros del muro hacía saltar la alarma.
Había que entrar por una de las dos puertas de hierro y eso sólo era posible con la clave. Si intentabas saltar el muro, sonaba la alarma.
Entrón la casa, cerró la puerta y colocó la alarma. Nazli se había retirado a su habitación con su permiso y posiblemente ya no la vería esa noche. O por lo menos esperaba no verla ya esa noche.
Se maldijo todo el camino hasta la sala grande. Tomó la botella de tequila medio vacía del bar y se dirigió con ella al patio interior. No quería arriesgarse a tropezar con ella si iba a beber agua o simplemente quería darle las buenas noches. Sacó una silla de debajo de la mesa y se dejó caer en ella.
Otra maldición cruzó sus labios cuando se dio cuenta de que había olvidado un vaso.
-¡A la porra! -musitó.
Tomó un trago largo de la botella, la dejó en la mesa y cerró los ojos. Apoyó los codos en la mesa y se frotó las sienes.
Le hubiera gustado darse de patadas, pero ya no tenía sentido. Era demasiado tarde. Había
cruzado el límite y ahora Nazli tendría que pagar por su error. Lanzó un juramento y bebió otro trago grande. Sólo un ciego no se habría dado cuenta del modo en que lo miraba ella ese día. Sólo un tonto no habría visto su estúpida admiración y su respeto. Y lo demás.
¡Maldición! Aquella mujer se había enamorado de él. Había metido la pata a lo grande. Él ya no era nada, un cascarón de hombre; las partes buenas de su vida habían desaparecido hacía tiempo.
Lo único que podía ofrecerle era la cabeza de Deniz .
Y ella merecía algo mejor. Se vendía demasiado barata. Un músculo tembló en su mandíbula, tomó la botella y bebió una vez más. Se pasó una mano por el rostro y se recostó en la silla. La había seducido... o quizá lo había seducido ella con su inocencia. Pero él tenía que haber sido más precavido. Ella no tenía experiencia suficiente para protegerse de un hombre como él. Se lo había advertido, pero había vuelto de todos modos. Porque no se daba cuenta de dónde se metía.
Cerró los ojos y se torturó con los recuerdos de hacer el amor con ella. Con su respuesta dulce y el sabor de su piel, la sensación de su cuerpo caliente. Se excitó sólo con pensar en estar dentro de ella. Sus dulces labios le producían una gran tentación, sus ojos grandes, llenos de confianza y vulnerabilidad, le daban ganas de abrazarla. El día anterior había estado furioso consigo mismo y su rabia lo había protegido y evitado que volviera a meter la pata. Pero cuando la vio dormida la noche anterior, toda su rabia se disipó.
Y ese día había intentado mantener la perspectiva. Lo había planeado todo con cuidado. La persona que vigilaba en nombre de Deniz seguro que los había visto. Aslan estaba seguro de que Deniz sabía ya que la relación entre Nazlu y él había ido más allá de un trato de negocios. El hijo de perra estaría furioso y actuaría con rapidez.
Si Aslan había aprendido algo de él, era a hacer el primer movimiento. Necesitaba que perdiera el equilibrio. Nada podía molestarle más que alguien moviéndose en su territorio. Deniz sin duda pensaba que Nazli y Bulut eran suyos y la idea de que ahora los tuviera Aslan sería más de lo que podía soportar. Acudiría pronto, muy pronto. Y Aslan estaría esperando.
Suponía que la mujer que le había dado el oso a Bulut era su vigía. O llevaba mucho tiempo con él y sabía que ese regalo y la cinta amarilla tenían recuerdos para Aslan o Deniz le había dicho que diera al niño aquel oso concreto. Pero sin duda estaba planeado para hacer que Aslan perdiera la compostura, para recordarle lo que había perdido. Y lo había conseguido. Pero ahora él llevaba las de ganar. Deniz no podía saber dónde estaba Bulut , ya que habían cruzado la montaña por la noche y la tormenta de arena había borrado cualquier huella que hubieran podido dejar.
Bulut estaba escondido en un lugar seguro y Aslan tenía a Nazli. Deniz estaría furioso. Tomó otro trago largo. El impulso de matarlo era abrumador, Nazli entonces quedaría libre, libre para educar a Bulut y para vivir su vida. Para casarse y tener más hijos.
Y por eso él no volvería a tocarla. Aunque ella se lo suplicara, no volvería a tocarla. Él no había pretendido que el beso en la ciudad fuera tan apasionado, no; él tenía intención de conservar el control. Había demasiadas cosas en juego para permitirse un error. No fallaría a Nazli en lo referente a Deniz y no permitiría que la relación entre ellos fuera más allá.
Nazli merecía una vida maravillosa y él no se la podía ofrecer. Miró la botella que tenía en la mano. Todo lo que él había soñado con ser había muerto siete años atrás. Y ni siquiera una mujer tan dulce y entregada como ella podía resucitar a los muertos.
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El Lobo solitario
RomanceSólo había un hombre que podía ayudarla... Nazli Pinar había oído que aquel tipo tenía un corazón tan imperturbable como sexy era su cuerpo, pero Ferit también era su última esperanza. Ya no le quedaba ningún sitio donde esconderse del padre de s...