capitulo 14

479 32 1
                                    

Nazli  apretó a Bulut  contra su pecho.
-No quiero hablar de esto ahora. Volveré en dos minutos y hablaremos.
-Muy bien -Aslan  la miró con rabia y se volvió. Nazli  llevó a Bulut  a su habitación y lo metió en la cama.
-¿Por qué has salido fuera, tesoro? -le apartó el pelo de la cara-. No debes salir fuera sin mami o sin el señor Pablo. No podría soportar que te pasara algo.
-Ya soy grande -afirmó el pequeño-. Tenía que encontrar mi oso. Lo dejé en la piscina -apretó los labios-. Yo no podía jugar a los soldados, no tengo pistola -suspiró-. No me ha dejado nadar ni jugar con su pistola. Ha dicho que te pregunte a ti.
Nazli  sintió una rabia nueva, pero la reprimió.
-Tiene razón -dijo-. Yo no quiero que juegues con pistolas ni que vayas a la piscina sin mi permiso. Prométeme que no volverás a hacerlo.
-Prometo -dijo el niño.
Nazli  le sonrió y le dio un beso en la mejilla.
-Bien. Y ahora es muy tarde y tienes que dormir.
-Buenas noches, mami -Bulut  se puso de lado y abrazó a su oso.
El recuerdo de la procedencia del oso seguía poniéndola nerviosa, pero Bulut  le había tomado cariño.
-Buenas noches, tesoro -lo observó un momento y se levantó. Fue a la puerta, que cerró con cuidado a sus espaldas y cruzó el patio hasta donde esperaba Aslan .
Este estaba apoyado en una columna muy elaborada que soportaba la parte del tejado que cubría una zona amplia cerca de las puertas de cristal que llevaban al vestíbulo principal. Su expresión no revelaba nada, pero Nazli  estaba demasiado enfadada para importarle lo que él pensara.
-¿Se puede saber por qué llevas una pistola en la mano al lado de Bulut? -preguntó con los brazos en jarras.
Sloan se enderezó y ella resistió el impulso de retroceder un paso. La miró de hito en hito.
-Tú deberías vigilar mejor a tu hijo. Si no lo hubiera visto yo, ahora estaría boca abajo en la piscina.
La ansiedad inundó el pecho de Nazli , pero no hizo mucho por atenuar su furia.
-¿Qué hacías con la pistola? -insistió.
-Creí que había entrado alguien y fui a investigar. ¿Qué demonios crees que hacía con ella si acababa de ver movimiento en la oscuridad?
Un nuevo tipo de terror llenó el pecho de ella.
-Tú...
Movió la cabeza, incapaz de pronunciar lo impensable. Hizo acopio de valor y lo miró a los ojos.
-No vuelvas a desenfundar esa pistola cerca de mi hijo nunca más.
-Es muy difícil proteger a alguien sin armas -repuso él-. ¿Qué has venido a buscar aquí? ¿Un protector o una niñera? Yo no soy una niñera.
Ella parpadeó para reprimir las lágrimas. Odiaba llorar, pero siempre lloraba cuando se enfadaba.
. -Supongo que podrás notar la diferencia entre un intruso y un niño.
-Yo jamás disparo el arma hasta que tengo el blanco a la vista. Cuando he visto que era el niño, he bajado la pistola -se acercó más a ella-. Al contrario de lo que pareces pensar, sé lo que hago.
-¿Has apuntado a mi hijo con esa pistola? -la mezcla de miedo y rabia la hacía temblar-. No te acerques a él.
Los ojos de él la miraron con furia.
-Mantén al niño fuera de mi camino y no habrá problemas.
-Se llama Bulut  -esa vez ella adelantó un paso-. Los niños pequeños son curiosos por naturaleza, no puedo prometerte que no hará ruido ni que estará fuera de tu camino. Los niños juegan, exploran -argumentó, subiendo el tono de voz a cada palabra.
Aslan estaba ya furioso de verdad. Se notaba en el brillo de, sus ojos y en la postura de su cuerpo.
-Tal y como le dejas que corretee por aquí, me sorprende que no lo hayas perdido ya. En esta casa hay una docena de peligros para un niño como él, aparte de la maldita piscina. ¿En qué estabas pensando para dejarle la puerta abierta? Puedes perder a tu hijo en un abrir y cerrar de ojos.
-¿Como perdiste tú al tuyo?
En cuanto las palabras salieron de su boca, Nazli  supo que había cometido un error. Había sobrepasado sus límites. Su rabia murió en el acto y de la expresión de Aslan  desapareció toda emoción. La mirada de desesperación que le lanzó hizo pedazos el corazón de ella.
-Sí -repuso él-. Exactamente así.
Una lágrima rodó por la mejilla de ella antes de que pudiera secarla.
-Perdona -dijo, tensa-. Eso no venía a cuento. Lo que le pasó a tu hijo no fue culpa tuya.
-En eso te equivocas; sí fue culpa mía. Cometí un error -la miró a los ojos-. No hagas tú lo mismo.
Se volvió. Por las mejillas de ella corrieron más lágrimas, pero no le importó. Había hecho mal.
No tenía derecho a decir palabras tan hirientes.
-Espera -le tocó el brazo y él vaciló, pero no la miró-. No puedes creer que lo que pasó fue
culpa tuya. Fue deniz , no tú. Tú no hiciste nada malo.
Él la miró entonces, con fuego en los ojos y un sentimiento que ella no pudo identificar. Le rodeó la muñeca con los dedos y tiró de ella hacia sí.
-Tú no tienes ni idea de lo que he hecho mal en mi vida. Toda tu comprensión no va a cambiar el pasado, así que no la desperdicies conmigo -le apretó la muñeca con más fuerza-. Yo no necesito tu lástima. Si eso es todo lo que tienes que ofrecer, entra en la casa y cuida de tu hijo.
Nazli  se liberó de su mano y lo miró de hito en hito.
-Vete al infierno, Aslan .
-Ya estoy allí, ¿o no te has dado cuenta?
Nazli , conocedora de la verdad de sus palabras pero incapaz de soportar su indiferencia, volvió corriendo a su habitación.
Con su hijo.

El Lobo solitario Donde viven las historias. Descúbrelo ahora