Capitulo 34

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Un largo baño caliente hizo mucho por aliviar los músculos doloridos de Nazli . A pesar del respiro de ese día, las aventuras de los dos anteriores seguían impresas en cada parte de su cuerpo, sobre todo en sus músculos femeninos. Detuvo los dedos en su esfuerzo de soltar la trenza. Las imágenes que pasaban ante sus ojos hacían latir con fuerza su corazón. El poderoso cuerpo de Aslan  moviéndose encima del suyo... sus manos habilidosas, la tortura deliciosa de su boca.
Suspiró. No podía sentir así. Aslan  no quería que lo quisiera, estaba segura. Se lo había dejado muy claro el día anterior y ese día se había mostrado también bastante reticente.
Excepto en la parte del beso, que se lo había robado ella. Sonrió. Él se había contenido al principio, pero luego había devuelto el beso con el mismo fervor que sentía ella. Por un instante vio en sus ojos lo que él quería ocultar y luego desapareció, se desvaneció como el resto de los sentimientos que se negaba a aceptar.
Volvió a ser rápidamente el hombre sombrío que tanto la confundía e irritaba. Pasó los dedos por el pelo suelto. Él no quería esa relación. ¿Por qué no podía meterse eso en la cabeza? No la quería a ella. Tomaba lo que le ofrecía, pero no pedía nada.
Nazli , exasperada, lanzó un juramento y entró en el dormitorio. Ella no podía evitar lo que sentía y no estaba dispuesta a retroceder. Tenía intención de demostrarle que era bueno sentir algo por otro ser humano. Había perdido tanto que debería tener un futuro con una mujer que supiera apreciar el tipo de hombre que era. Sintió celos. Ella no quería que otra mujer lo hiciera feliz. Quería ser ella.
-Estúpida optimista -murmuró.
Miró el vestido nuevo y el cuaderno de dibujo que le había comprado. ¿Por qué lo hacía? ¿Era su modo de intentar ser amable? ¿De pagarle lo que sin duda consideraba nada más que un favor sexual? Miró el camisón corto de seda que llevaba y que también había elegido él. Seguramente lo que habían compartido tenía que haberle afectado a algún nivel. Tenía que haber algún motivo para que hubiera pasado un día tan frívolo con ella. El loro de peluche y las maracas que le había comprado a Bulut  esperaban el regreso del niño en la cómoda. A Bulut  le encantarían.
Cerró los ojos y resistió el impulso de llorar. Necesitaba abrazar a su hijo y necesitaba a Pablo allí de intermediario. Si hubieran estado allí, ella no habría cedido a la necesidad de hacer sentir a Aslan  algo que estaba claro que no quería sentir.
Pero ella había empezado eso y lo acabaría. Aslan no le impediría llegar hasta él. No tenía por qué aceptar lo que le ofrecía, pero se lo ofrecería de todos modos. No podía evitarlo. Le importaba demasiado para dejar las cosas así. Sus intentos, tuvieran o no éxito, podían suponer una gran diferencia. Una vez tomada la decisión, salió en su busca. Le agradecería su generosidad una vez más y le daría las buenas noches. Era lo más educado.
No tardó mucho en encontrarlo. En el extremo más alejado de la piscina habían construido una ducha, abierta en tres lados. La camisa y la pistolera de él estaban en un arbusto cercano y en su mano derecha sostenía una botella de tequila casi vacía.
El agua caía por su pelo mojado y el pecho hasta los vaqueros, ya empapados. Mientras ella miraba, levantó la botella y vació su contenido. La arrojó a un lado y se hizo añicos al caer. El sonido sobresaltó a Nazli . Se lamió los labios y se preguntó si sería inteligente acercarse a él en ese momento. Pero se recordó que no le tenía miedo y que él nunca le haría daño.
Se acercó más, con la vista fija en el modo en que los vaqueros ceñían su cuerpo duro. El corazón le dio un vuelco. Subió la vista por su pecho amplio y sus hombros fuertes. El agua se detuvo y él se pasó las manos por el rostro y el pelo, que peinó hacia atrás con los dedos. Lo miró y reconoció lo que mucha gente solía pasar por alto cuando miraba a aquel hombre fiero y hostil: el dolor. Mucho dolor.
Sufría en silencio, con el único alivio del tequila. Parecía imposible, que un hombre tan fuerte y aparentemente insensible pudiera ser vulnerable a algo, pero lo era. Y ella quería curar ese dolor profundo... al menos un poco.
Avanzó más todavía y él abrió los ojos, como si sintiera su presencia. La primera expresión que apareció en ellos fue de dolor, pero la enmascaró enseguida. La elevación insolente de su barbilla le advertía que no perdiera el tiempo.
-¿Estás bien? -preguntó ella.
Aslan golpeó el grifo de cromo con el puño y el agua cayó una vez más sobre él. Levantó el rostro al chorro frío y a ella no le quedó más remedio que admirar el cuerpo perfecto con los vaqueros mojados. Atractivo como el pecado e igual de seductor... y de peligroso para su corazón.
El agua se detuvo y él abrió los ojos. Su expresión relajada se transformó en una de rabia en cuanto se dio cuenta de que ella no se había marchado.
-¿Qué quieres? -gruñó.
-Sólo darte las buenas noches -repuso, insegura de pronto-, pero te he visto aquí y... me ha preocupado que te ocurriera algo.
-Estoy genial -replicó él con una mueca-. Vete a la cama -la miró de arriba abajo y a ella no le pasó desapercibido el deseo viril de sus ojos.
Cruzó los brazos sobre el pecho y se arrepintió de no haberse puesto algo encima del camisón.
Era tan sutil como un martillazo entre los ojos.
-No me voy a la cama -le informó, desafiante-, hasta que me digas lo que te pasa. Llevas toda la tarde muy raro.
Aslan se apoyó en la pared de la ducha y pasó la palma de la mano por el pecho bronceado.
-Venir aquí vestida así es peligroso -señaló el camisón-. Hace que me pregunte si es cierto que estás preocupada por mí. Puede que busques otra cosa.
Ella lo miró airada.
-Me lo has comprado tú. ¿No querías que me lo pusiera?
Aslan le sostuvo un instante la mirada antes de apartar la vista.
-Oh, sí -se pasó los dedos por el pelo mojado-. Sí quería.
Nazli se  acercó a él.

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