Capítulo 9 - El enemigo en casa

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Todos nos pusimos a cubierto y en posición defensiva, aún no sabíamos cuántos eran ni las armas que llevaban. Lo que estaba claro es que si aún seguían aquí, era porque no habían conseguido encontrar los huevos.

Ignis volvió a elevarse hacia los cielos, lejos de las flechas enemigas, volando alrededor de un área, al parecer la que ocupaban nuestros enemigos.

Aemir: No puedo hacer lo mismo, no puedo lanzar la nube de cloro, podría alcanzar a los huevos y a vuestros amigos.

Mystika: No te preocupes, nosotros nos ocuparemos, tú deberías ponerte a salvo.

Con mi visión mejorada pude ver como algunos se iban acercando a lo lejos, escondiéndose entre los árboles a una buena velocidad. Eran demasiados y demasiado rápidos para contarlos.

Valkyon comenzó a dar órdenes a los guerreros Fenghuang, que fueron cambiando posiciones y poniendo sus armas a punto para usarlas. Algunos llevaban espadas o sables, pero otros usaban ballestas, por lo que serían los primeros en atacar y diezmar al máximo las filas enemigas. El problema es que ellos también atacarían con flechas.

Ignis se acercó veloz  a las copas de los árboles y lanzó una ráfaga de fuego para luego salir de allí a la misma velocidad. Llovieron flechas hacia su posición, pero logró esquivarlas con habilidad. Solté el aire que estaba sosteniendo. Tenía que pensar en algo, estaban más cerca.

Valkyon: ¡AHORA!

Nuestros guerreros lanzaron sus saetas casi a ciegas entre los troncos de los árboles, hiriendo algún que otro enemigo. Ellos contraatacaron con menos éxito, pues sólo alguno de los proyectiles alcanzó a los nuestros. No dieron en ningún sitio vital, pero las flechas estaban envenenadas...

Mystika: Retirad a los heridos, Ignis puede eliminar el veneno.

El dragón volvió a lanzar fuego antes de silbarle para que volviera. Él me hizo caso y llegó a mi lado para recibir instrucciones.

Mystika: Ocúpate del veneno de los heridos, les harás falta.

Él se fue a la retaguardia, donde habían puesto a los heridos, que ya tenían los proyectiles fuera de su cuerpo y comenzó a curarles uno por uno.

Los elfos estaban muy cerca, sus flechas seguían acosándonos hasta que se detuvieron al no poder garantizar la seguridad de su compañeros que se acercaban con sus espadas. Los nuestros tuvieron que hacer lo mismo en cuanto Valkyon, hacha en mano, dio la orden de ir a por ellos.

Todos nos movilizamos hacia el grueso del enemigo. Yo saqué mis nuevas armas, mis cuchillos de luna creciente, cuando un elfo oscuro se dirigió a mí blandiendo un asta con una gran hoja afilada en cada extremo. Pude esquivarle y le clavé una de las puntas de mi arma.

Rugió más por la rabia y la sorpresa que por la gravedad de la herida y no perdió tiempo, contraatacando sin miramientos. Y quizás su arma era letal, pero era poco ligera y cómoda, lo que me daba cierta ventaja si sabía usarla bien.

El elfo colocó el asta en horizontal, preparado para moverla a conveniencia, esperando seguramente que retrocediera, pensando que tenía el la ventaja con un arma tan larga y peligrosa. Como mis armas quedaban encajadas en medio de mi mano, me dirigí rápidamente al asta con las palmas abiertas. Agarré la vara con ambas manos y me impulsé entre sus piernas al tiempo que volvía a agarrar bien mis cuchillos y cortaba la zona interna de sus pies, rajando sus ligamentos.

El elfo cayó de rodillas gritando de dolor. Este ya no se levantaría.

Miré a mis compañeros y vi a Valkyon luchando contra dos elfos a la vez con mucha destreza, usando tanto el hacha como la lanza del otro extremo. Aún así su desventaja empezaba a ser evidente. Saqué mis alas y me impulsé a toda velocidad hacia uno de los elfos, que no me vio llegar al estar enfocado en herir a mi chico.

La Elegida [2ª Temp.] | ELDARYADonde viven las historias. Descúbrelo ahora