Capítulo 8: "Kämpfen".

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Después de unos minutos Sam estaba aparentemente tranquilo, o al menos pretendía estarlo.

Si obviabas el hecho de que tenía sus preciosos ojitos hinchados y rojos, nariz roja como un tomate y el contorno de sus cejas y labios rojos, Sam lucía despampanante.

No puedo decir que estaba en su mejor momento porque estaría mintiendo, pero desahogarse le sirvió de mucho, ya no se sentía esa tensión en el aire que solo te infundían unas tremendas ganas de suicidarte, ahora era todo tranquilo.

La cosa con Sam era que parecía contagiarte sus estados de ánimo, si estaba feliz y entraba a una habitación, toda la habitación cambiaba rápidamente y todo lo que podías ver era a las personas apreciando lo que tenían y siendo felices, lo mismo pasaba si Sam se encontraba triste o enojado, parecía que solo con verlo ya sentías lo mismo que él; aunque a veces actuaba tan bien el estar bien que te hacía creerlo, te vendía sus emociones tan fácilmente, jamás conocí a alguien que fuera como Sam.

Hay dos tipos de personas: Las que saben cómo consolar a alguien en los tiempos difíciles y las que no. Yo era parte de la segunda, escribía sobre los sentimientos de los demás, pero no podía expresar los míos.

Me era difícil expresarlos y no era porque en mi infancia carecía de amor, todo lo contrario; mi familia era demasiado cariñosa.

Mamá siempre nos trató con amor al igual que papá, solían decir que Niall y yo éramos sus pequeños príncipes, nunca nos faltó lo material pero siempre procuraron darnos lo esencial: Su amor.

Mi relación con ellos era buena, al igual que con mi hermano, como toda familia siempre tuvimos uno que otro problema pero en mi casa nunca hubo violencia, por lo que para mi era un poco difícil poder entender realmente a Sam.

No sabía lo que si era él o el estar en prisión que me había hecho volverme un poco blando, pero me había convertido en una persona sensible, lo cual, siendo honesto, odiaba.

Siempre había visto a los sensibles como débiles y heme aquí, siendo uno de ellos.

Decidí que era hora de hacer que dejara de tener lástima por sí mismo por lo menos por un tiempo, debía distraerlo con algo.

Me levanté de la silla y extendí mi mano hacia él.

–¿Qué? –Levantó su cabeza para verme un poco confundido, a lo que respondí moviendo mi mano en señalando lo obvio.

–Vamos.

–¿A dónde? –Seguía sin levantarse.

–A otro lugar, aquí es aburrido, toma mi mano. – La cuál seguía extendida en el aire esperando que la tomara.

Después de un segundos de meditarlo, guardó la carta que su madre le había enviado y tomó mi mano.

Lo levanté rápidamente y corrimos, lo que causó que nos regañaran por romper el silencio en la biblioteca.

–¿Dónde vamos, Louis?

–Es un secreto.

–No estoy de humor para eso, Louis.

–Ahora me llamas "Louis" pero ¿sabes qué? Lo ignoraré, pronto estarás de humor para lo que sea.

–Eres insufrible.

–Lo sé, eso decían todos de mi. –Sonreí con arrogancia.

Seguimos caminando hasta llegar a las escaleras que daban a la segunda planta.

–Espero que me lleves a matarme, para eso si estoy humor.

–El que te matará soy yo si sigues así, Samuel.

Cautivo en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora