Capítulo 14: "Salida"

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Extrañamente, esa mañana era la más fría del año, o podría ser yo quién lo sintiera de esa manera.

Evitaba ver hacia abajo porque no soportaba la idea de observar mi abdomen, el cuál estaba un poco abultado.

No entendía como había podido ignorar tantas señales, todas de hecho.

Los vómitos, las náuseas, deseos de comidas específicas, y sobretodo: los golpes en mi estómago.

Por alguna estúpida razón mi cerebro no lo relacionaba, creo que no quería ver la realidad.

Harry vino en la madrugada a despedirse de mi, un guardia le abrió mi celda y él entró en ella, fingí estar dormido así que él solo dejó un beso sobre mi frente murmurando que me amaba y un sobre a mi lado.

No podía verle a la cara sabiendo lo que haría este día, no podía abrazarlo como quería porque sabía que me largaría a llorar y arruinaría todo para ambos. No podía hacerlo.

No pude dormir en toda la noche, daba vueltas en la cama, lloraba pensando en lo que me estaba pasando.

Debía permanecer acostado sobre mi espalda, porque si lo hacía sobre mi estómago era extremadamente incómodo.

Tenía mis manos a un costado, sobre la cama. No podía colocarlas sobre mi estómago, no se sentía correcto hacerlo.

Después de una noche que parecía infinita, salió el sol.

Sam se despertó y me vio sentado sobre mi cama, con la espada contra la pared, piernas recogidas y mis brazos rodeándolas, mirada perdida.

Salió de su cama y rápidamente se sentó a mi lado, pasando su brazo derecho sobre mis hombros, haciendo que recostara mi cabeza en su pecho.

—Lo sé.

Fue todo lo que dijo y apretó su agarre sobre mí.

No lloré, ya no quedaban lágrimas por llorar.

Solo había un vacío en mi pecho que deseaba estuviera en mi estómago.

Pasamos así por un largo rato hasta que me dijo que debíamos prepararnos para irnos.

Saldríamos a las 8, iríamos a la oficina de Liam la cual tenía una puerta que daba a un corredor secreto por el cual podía salir a la calle, ahí estaría Lemus esperándonos.

Tendría ropa para Sam y para mi, tendríamos que cambiarnos en el coche, ya que ir a mi casa era muy arriesgado y parar en una gasolinera no era una opción.

Hicimos nuestra rutina como de costumbre, tomar nuestra toalla y cepillo de dientes, un nuevo uniforme y dirigirnos a las duchas.

Regresar a la celda a dejar nuestras pertenencias e ir al comedor a tomar el desayuno.

Al llegar a nuestra mesa ya nos esperaban Lux, Connor y Dom.

Dom me observó de pies a cabeza, y me sonrió.

Lux se veía tranquilo, muy sereno. Pero diría que esa actitud era normal en él.

Connor comía su desayuno, ajeno a todo a su alrededor.

Sam se sentó a mi lado, asegurándose de que comiera.

Había tomado una porción de frutas (naranjas, mandarinas, piña y fresas) junto a un poco de café y yogurt con nueces.

No pude beber mi café, y solo comí la mitad de mis frutas. El yogurt me resultaba repugnante.

Nadie dijo mucho durante el desayuno, Lux se excusó muy rápido diciendo que debía hacer una llamada a su hijo.

Le creímos porque sabíamos su situación.

Sam tomó su vaso con leche y lo llevó a su boca, pero antes de que pudiera darle un sorbo llegaron dos guardias que siempre estaban juntos, nos exigieron levantarnos porque Liam solicitaba que nos presentáramos en su oficina.

—Pero, ¿qué pasa? Iré con ustedes, no han hecho nada —.Dom se levantó al ver que los guardias nos tomaban del brazo fuertemente.

—¡No! —dije sin pensarlo, con la enorme mano del guardia aún rodeando mi brazo —. No creo que debas ir, Dom. Está bien, lo prometo.

Connor seguía nuestra mini conversación con sus ojos, pero sin intentar decir una palabra.

Pasaba algo con él, pero no sabía qué. Lo averiguaría al volver, tenía demasiado por el momento.

Los guardias nos soltaron al salir del comedor, nos hicieron caminar adelante de ellos.

Sam volvió a verme y tomó mi mano, dándole un pequeño apretón en señal de apoyo, y me sonrió.

Una sonrisa ladina, insegura, mirada amorosa.

Llegamos a la oficina de Liam y toqué la puerta. Cuatro golpes y se abrió.

Liam nos recibió con una sonrisa, y con un movimiento de cabeza les indicó a los guardias que se retiraran.

Entramos y nos invitó a sentarnos en uno de los sillones.

—¿Quieren café o algo más? Tengo entendido que su desayuno fue interrumpido.

—Gracias, estamos bie-

—Si, quiero un capuchino de vainilla, por favor. Y galletas si tienes —. Sam me interrumpió y veía a Liam sonriendo inocentemente.

No tenía idea qué haría sin él en mi miserable vida.

Liam tomó una taza de las que estaban cerca de la máquina del café, y presionó el botón correspondiente, tomó un pequeño plato y sacó unas galletas del recipiente que las contenía, las colocó en el plato con su tenaza, y volvió a colocar todo en su lugar.

El café estaba listo.

Se lo entregó a Sam y este le agradeció, tomó la taza y el plato entre sus manos y aspiro el olor del café felizmente.

Me levanté de mi asiento, y me acerqué a la ventana a ver el cielo, lucían tan cerca y a la vez tan lejos.

Levanté mi mano y estiré un dedo simulando tocar una nube.

—Siempre has amado el cielo —La voz de Liam inundó mis oídos, se posó a mi lado y sonrió al ver lo que hacía.

—¿Cómo no hacerlo? Es precioso. Y no solo eso, sino que te transmite tanta paz.

—Igual que tú, Louis. Tal vez por eso amas tanto el cielo, son iguales.

Suspiré.

—Tengo miedo, Liam.

—Lo sé porque yo también tengo miedo, y no tengo una jodida idea de lo que puedas estar sintiendo, pero si sirve de algo nos tienes a los dos. Sin importar lo que pase, aquí estaremos siempre. El idiota de Sam daría su vida por ti, y sabes perfectamente que yo también lo haría, sin dudarlo un segundo.

No pude más y me largué a llorar en sus brazos, su agarre era fuerte y reconfortante.

Sus manos acariciaban mi espalda, y susurraba un "shhh" sobre mi cabeza, besándola suavemente.

Pero no era quién quería que me sostuviera, no eran las manos que quería acariciaran mi espalda, ni la boca de la cual quería escuchar consuelo. No era Harry.

Nunca sería Harry. Nunca lo sabría.

Había un dolor y vacío en mi pecho, mi omega lloriqueaba llamando a Harry pero me obligué a callarlo, no podía seguir así.

—Deberíamos irnos.

Ambos asintieron a mis palabras y emprendimos camino.

Cautivo en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora