Prólogo

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Iría a prisión.

La mejor manera de comenzar mi día era enterarme que iría a la jodida prisión.

Cuando el imbécil de Jack amenazó con enviarme a prisión si no le pagaba nuevamente el millón de este mes, no le creí, pensé que con un año de estarme extorsionando le bastaría.

La cosa está así: Jack y yo solíamos salir, nos conocimos en un club una noche que salí con mi hermano y mis amigos, le llamé la atención e intercambiamos números; salimos al rededor de unos cuatro meses.

Una noche estábamos en mi casa y nos emborrachamos, él tomó mi celular y compró unas acciones en negocios turbios, yo no lo supe hasta un mes después.

Nos peleamos, y lo terminé.

Pero el maldito alfa me amenazó con ir a la policía y decir todo, yo estaba cagado de miedo, ya que, en mi vida había pisado una prisión, y ahora él quería enviarme a una.

Desde entonces le he tenido que enviar un millón de dólares mensuales, hasta el viernes.

Después de un año de extorsionarme y amenazarme decidí ponerle fin a esta mierda, así que le llamé y le dije que nos reuniéramos; nos vimos en un café y le dije que ya estaba harto de su mierda, que no iba a seguir manteniéndolo porque a él se le daba la puta gana.

Y fue ahí cuando me tomó del cuello y me dijo que no se iba a quedar así; por supuesto no le creí.

Era su palabra contra la mía, un famoso empresario y autor de exitosos libros, y él, un don nadie.

Pero Jack maldito Johnson tenía todo para cuándo este día llegara y falsificó papeles y mi firma y lo presentó con el juez.

Así que aquí estoy, esperando a que mi chofer venga a traerme a casa y me lleve a mi lecho de muerte.

Lemus llegó.

Bajo las escaleras y toma mi maleta después de abrirme la puerta para que me meta al auto.

Mientras vamos en camino solo veo el paisaje, algo que me perderé por los próximos cinco años.

–¿Todo bien, Lou? –pregunta Lemus, viéndome por el espejo retrovisor.

–Perfecto –Sonrío sarcásticamente – estoy ansioso por llegar, por lo que sé es un lugar cinco estrellas y me tratarán de lo mejor – lo miro directo a los ojos.

–Ya deja el sarcasmo de lado, no quiero ni imaginarme cómo te irá ahí dentro si sigues con esa actitud – niega con la cabeza

–Pues no lo hagas – contestó mientras me encojo de hombros.

Lemus ya no dice nada y se dedica a seguir manejando.

Voy tan inmerso en mis pensamientos que no me doy cuenta cuando ya llegamos a mi hogar por los próximos cincos maravillosos años.

–Llegamos –Dice Lemus, mientras baja del auto y abre mi puerta.

–Gracias Lemus –le digo mientras lo abrazo –Te voy a extrañar.

–Y yo a ti, mucho –Dice, abrazándome de vuelta.

Saca mi maleta del maletero y me la entrega.

Estoy en la entrada de la prisión y ya quiero irme.

Cautivo en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora