Capitulo 2

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Ha pasado exactamente una semana desde que estoy aquí; la verdad es que no ha habido nada interesante, todo sigue exactamente igual; aunque no hay que esperar mucho, es una cárcel.

He conocido a un señor, se llama Lux, su cabello es platinado, tiene unas pocas arrugas en su rostro, unos labios delgados y pálidos, sus ojos son grises; un gris profundo, en el que si ves mucho tiempo en ellos sientes que te pierdes. Es de grandes cachetes, y una sonrisa contagiosa.

Es un señor muy sabio, casi todos lo ven como el padre al que acudes cuando tienes un problema o solo porque su compañía es placentera; hemos hecho una especie de lazo.

Tiene un olor peculiar, a lluvia y césped recién cortado.

Aunque es un alfa muy dulce y buena persona, también es alguien temible, no es que sea malo pero, sabe defenderse, no sé si me entiendes.

No ha habido señales del tal Henry del que Sam me habló, creo que estaba alucinando, a veces pienso que el pobre chico no es muy normal, y que debería estar en un psiquiátrico en lugar de una prisión.

Por favor, necesito que me digas cómo van las cosas ahí fuera, en la empresa y con mi familia; ni siquiera he querido leer las cartas que mandan, siento que no lo podría soportar, dolería demasiado y querría escaparme de aquí para estar con ellos, más de lo que ya quiero.

Creo que me he acostumbrado a la rutina de aquí, ¿sabes? Levantarte a las 7:00 am, ducharte y luego ir a desayunar, hacer tus deberes ( yo estoy en lavandería) luego el recreo, almuerzo, y así se pasa la tarde, hasta que llega la noche, otra ducha, la cena, y a dormir.

Si lo piensas bien, estoy bien aquí dentro, no pago por vivir en un lugar y me dan comida gratis, si lo ves de ese lado, no es tan malo, no para las personas que no tienen dónde vivir.

Mantenme informado de todo, cada detalle, aunque sea si alguien se cae o respira mal, cualquier cosa que me entretenga, pero por favor no les digas a mis padres que te comunicas conmigo, solo, como siempre, estate al pendiente de ellos, por favor.

                                                     –Con amor, Lou.

Al terminar de escribir mi carta, la metí en el sobre, y puse la dirección de mi mejor amigo, Joe.

Son las dos de la tarde, según el viejo reloj amarillento de la biblioteca.

No quiero ir al patio, así que me quedo observando a las personas aquí, algunos escriben cartas, como yo, para sus familiares o amigos, otros leen, y otros vienen aquí porque es un lugar tranquilo y nadie te molesta y así pueden dormir un momento antes de regresar a hacer sus labores.

Los deberes se asignan al azar, según tu especie; los trabajos pesados como halar los sacos de comida, cajas, reparar algunas cosas dañadas, y cosas como esas, las hacen los alfas.

Los omegas nos ocupamos, de la cocina, lavandería, y limpieza; mientras que los betas, de la biblioteca, enfermería y ayudantes de guardias; por ellos los guardias se enteran de las cosas, aún cuando solo hay reos cuando estas cosas pasan; por ejemplo, hace dos días, Jaime, un delgado beta, de cabello rojo como fuego, de pequeña estatura, y pecas en todo su rostro (parece un fósforo) tenía marihuana y estaba vendiéndola, así que Bill (uno de los cotillas de los guardias) fue y les informó a los guardias, y estos vinieron a la celda de Jaime, a llevarse la marihuana y lo metieron a aislamiento por una semana.

Bill iba pasando cuando vió a unos omegas y betas, e incluso alfas, en la celda de Jaime, y se acercó a ver y escuchar lo que hacían, cuando lo supo, fue directo a la sala de estar de los guardias, directo a contarles.

Cautivo en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora