Stuck with you ~Yenyul/Yulyen~

12. Temor

Las puertas del gran salón se abrieron y con ellas, salía un grupo de guardias Imperiales que llevaban consigo el cuerpo envuelto del hombre ejecutado. Yuri siguió la escena con la mirada y cuando los perdió de vista se abalanzó repentinamente hacia dentro de la habitación, tomando por sorpresa a Seungkwan quien fue incapaz de detenerla.

Al entrar, la menor se encontró con la sangre aún fresca en el suelo y a Yena con la mirada perdida hacia donde unos minutos atrás estaba el cuerpo todavía tibio del criado. Parte de sus ropas y su mejilla también estaban manchadas con líquido rojo.

- Yena...- Yuri se acercó temblando hacia la peligris y al ponerse frente a ella, trató de hacer contacto visual, sacó un pañuelo que traía consigo y empezó a limpiar el rostro contrario. Al sentir el tacto delicado y cálido de la menor, Yena volvió en sí y miró fijamente a los ojos de quien tenía delante suyo.

- Yo... yo... le prometí a... le prometí a Yoojung... que te... que te cuidaría...-

Yuri estaba a punto de llorar, pero se contuvo y a cambio, abrazó fuertemente a Yena.

- Seungkwan.- Ziyan llamaba a su hijo. – Avisa a la familia del plebeyo y encárgate que nadie le realice una despedida o que rece por él. Los condenados a pena de muerte por la Emperatriz no son merecedores del cielo.-

El muchacho, también afectado por la situación, asintió en silencio y se marchó. Luego de ver a su hijo salir por la puerta, Ziyan se volvió hacia la Emperatriz y la pelinegra, quienes continuaban abrazadas, el rostro del sabio Imperial no era precisamente de agrado, sin embargo sabía disimularlo bien, con la única excepción de que para Chaewon no pasaba desapercibido.

- Eres muy buen actor, tus reacciones de desaprobación son muy sutiles.- Le dijo la pelicorta.

- No soy estúpido como esos criados. Y tú... también deberías tener cuidado.- Después de dar una última mirada hacia Yena y Yuri, salió del lugar dejando a Chaewon con las palabras en la boca.

Acompañadas del silencio de la noche, Yuri llevó a la peligris hacia su cuarto, le sacó las ropas ensangrentadas y la dirigió hacia la bañera, donde continuó limpiando las marcas de sangre ya secas. Ninguna habló, solo se mantuvieron observando y acariciando cada vez que una sentía el temblor de la otra.

El castigo ejemplar que dio Yena al hombre de la servidumbre fue efectivo para que las hostilidades hacia Yuri cesaran completamente, pero a cambio, significó que el respeto hacia la Emperatriz comenzara a basarse más en el miedo que en la admiración por su sangre real. Lo construido por su padre, el cual fue considerado un gobernante cercano incluso con una guerra a cuestas, empezaba lentamente a desaparecer y la sequía, junto a los decretos que la peligris comenzó a instaurar para la crisis, no ayudaron precisamente para evitar la disminución de su aprobación.

Ya estaban en la mitad del invierno y las lluvias no tenían intenciones de aparecer, la mayoría de los campesinos tenía las esperanzas perdidas respecto al verano, por lo que empezaron a liberar a sus animales para que ellos mismos buscaran la comida y el agua necesaria. Fue en esta situación, cuando Yena notó el gran error que había cometido al entregar las reservas de alimentos que el palacio poseía cuando acababa de asumir el poder. En aquel instante, el pueblo se había visto gratamente sorprendido ante la decisión de la Emperatriz, pero ahora, y olvidando la felicidad de ese momento, ponían sobre el hombro de su gobernante el grave problema alimentario que se estaba avecinando. Con cada día que pasaba, el Imperio Wong se debilitaba.

Bajo el consejo de Ziyan, la peligris empezó a enfocar las mayores medidas para enfrentar la sequía en la capital, dejando a varios pueblos más alejados prácticamente a su suerte. El centralismo comenzó a ser cada vez más evidente, siendo las ciudades fronterizas las más afectadas y por consiguiente, las que comenzaron a ser un blanco apetecible para otras naciones que deseaban expandir sus territorios.