•Capítulo 32: ¿Te has enamorado alguna vez?•

8.8K 690 587
                                    

«Vamos, Lane. Tú puedes hacerlo, no te acobardes ahora»

Intenté tranquilizarme y darme ánimos a mí misma, repitiendo aquella oración varias veces en mi cabeza. Las manos me sudaban por lo nerviosa que me encontraba y tenía miedo de que tal acto estropease el papel sostenido entre mis manos, por lo que me obligué a mantener la calma.

—¿Ya puedo abrirlos? —preguntó Nate con los ojos cerrados, sobre la cama, tal y como lo había dejado cuando salí de la habitación— ¡Por favor! Muero de curiosidad.

—¡Espera! Intento prepárame mentalmente, dame unos segundos —pedí, tomando una profunda respiración. Bien, Foster, ¿qué es lo peor que puede pasar? Dáselo ya. Armándome de valor, me acerqué lentamente a él y dejé reposar la hoja sobre su regazo—. Bien, ya puedes hacerlo.

Los ojos de Nathan se abrieron al instante, permitiéndome apreciar el bonito color celeste que poseían y tanto me gustaban a mí. Tomó la hoja con su mano izquierda muy cuidadosamente y pude ver cómo su boca se entreabría poco a poco. Luego de un par de minutos, el chico posó su mirada sobre mí y se mantuvo en silencio durante unos segundos más, lo que logró aumentar mis nervios.

¿Por qué demonios estoy tan nerviosa ahora mismo? ¿Por qué de repente toda la seguridad que sentía conmigo misma se desvaneció por estos eternos minutos?

Oh, Van Gogh.

—Espero que te guste... —musité— No es lo mejor que he hecho, pero—

—¿Bromeas? —Interrumpió de golpe, mirándome incrédulo— Por Dios, Dunky, me encanta. Esto es... asombroso.

Pude dejar escapar todo el aire que estaba conteniendo en mis pulmones al oír sus palabras. Sonreí un poco, tomando asiento junto a él.

—¿De verdad? —Interrogué, curiosa.

—De verdad —afirmó, regalándome una dulce sonrisa para luego volver a centrar su atención en el dibujo entre sus manos—. Vaya, mi novia es extremadamente talentosa, eh —comentó— Dibújame la vida, por favor.

Reí.

—Me alegra muchísimo que te haya gustado —admití, recostando mi cabeza contra su hombro.

—Creí que tú eras lo que más me gustaba en este mundo, pero creo que me acabo de enamorar de un dibujo —él soltó un dramático y profundo suspiro— ¿Así se siente enamorarse de mí?

—¡Nate! —reí una vez más, haciéndolo reír también.

Alejé mi cabeza de su hombro y me permití mirarlo, atenta, llena de curiosidad, embobada, alegre, y quizá... enamorada. Nathan Hederson me hacía sentir bien, extremadamente bien. Una enorme sonrisa se hizo presente en sus labios cuando se dio cuenta de que lo observaba sin pizca alguna de disimulo, acción que de seguro ayudó a aumentar ese ego que salía a flote en ocasiones. Sus ojos estaban llenos de brillo y sentí que cada pequeña parte de mí tembló apenas logramos crear ese contacto visual que transmitía tanto sin necesidad de tener que decir algo. El chico se inclinó lentamente hacia mí y plantó un besito sobre mis labios.

—Gracias —murmuró contra mi boca, acariciando su nariz con la mía— No sé cómo demonios expresar lo feliz que estoy ahora mismo y lo mucho que amo el retrato, ¿sí? Pero créeme, me encanta, es maravilloso, fascinante, glorioso, increíble... —sonreí al oírlo—. Eres asombrosa, Lane Foster, y jamás tendré las palabras suficientes para decirte cuán agradecido estoy contigo... por todo.

—Te quiero —fue lo único que pude soltar, sintiendo el calor apoderarse de mis mejillas.

Él sonrió, dejando un último corto beso sobre mis labios.

Un Dulce InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora