•Capítulo 21: Playa invernal•

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Luego de casi dos horas de retraso, finalmente terminamos saliendo apresurados de casa a las diez de la noche. Nate conducía, yo iba en el asiento de copiloto, y Leo junto a Lizzy estaban instalados detrás. Como siempre, debíamos dividirnos en dos vehículos porque éramos muchos. Mamá, tía Rosie, Brad y Thomas iban un poco más atrasados que nosotros, esto se debía a que tuvieron que devolverse en busca del peluche favorito de la pequeña rubia, de lo contrario, ella no podría dormir.

Me fue imposible no reír con diversión al oír el canturreo de los más pequeños y giré la cabeza para mirarlos.

―¡Playa! ―Gritaron con emoción al mismo tiempo.

Nate soltó una risita por lo bajo y de inmediato posé mis ojos en él, un poco sorprendida. En los treinta minutos que llevábamos de trayecto, no había dicho ninguna sola palabra. No sabía muy bien qué le ocurría, pero decidí no insistir para no abrumarlo con mis preguntas, había sido un día bastante largo y agotador para él. No tenía ni la mínima idea de lo que había sucedido en la universidad con la directora y lo único que deseaba era llegar ya a la cabaña para poder conversar tranquila con él.

―¿Todo bien? ―Me atreví a preguntar en un tono más bajo, mirándolo.

Sus manos puestas sobre el volante, sus cejas ligeramente fruncidas y aquellos bonitos ojos fijos en la carretera me hicieron querer suspirar como estúpida, pero me contuve.

Para ser honesta, no sabía qué ocurriría con nosotros después y durante todo esto. Los días para el final de las vacaciones estaban contados y a veces me sentía confundida. Todo había sido increíble, las salidas al cine, el museo, los parques, la vez que fuimos a escalar y casi muero, nuestras noches de juegos de mesa, los karaokes en familia, la competencia de platillos que tuvimos donde Lizzy y Leo fueron los jurados, las cenas llenas de risas, el hermoso momento del día en que nevó como nunca y todos salimos a jugar, la cafetería... Y ahora, la playa, lo que indicaba el cierre de toda esta fantástica e inolvidable experiencia.

―Todo bien, Dunky ―Respondió Nate, sonriéndome ligeramente―. Sólo estoy un poco cansado, es todo.

Asentí.

―¡Lane tiene novio!

Abrí los ojos de par en par al oír la voz de la pequeña rubia y la miré por el espejo retrovisor, confundida. Al verme, ella se cubrió la boca en un movimiento rápido. Nate desvió su mirada de la carretera por unos segundos y me observó con las cejas alzadas para después fruncirlas, volviendo su vista al camino.

―Oh, ¿así que Lane tiene novio? ―Curioseó él ante lo dicho por su hermana.

―No, en realidad yo no―

―Se llama Doki ―Habló Lizzy, interrumpiendo mi ridículo intento de explicación―. Sí, Doki como el perrito de Discovery Kids, lo vi en su teléfono hoy.

―No seas tonta, Liz ―Intervino Leo― Ni siquiera sabes leer aún, ¿cómo sabes el nombre?

La niña se cruzó de brazos y luego se encogió de hombros.

―Eso no importa, yo le puse nombre porque no sé leer, ¡debía tener uno! ―Explicó ella―. Ahora se llama Doki.

―Doki ―Repitió Nathan en tono divertido― ¿Algo que decir, Lane?

Lo único que puedo decir es que me dieron unas ganas enormes de ver Discovery Kids, nada que hacerle.

―Está enamorada, ella le sonreía a la pantalla ―Volvió a hablar la pequeña, asomando su cabeza entre ambos asientos―. Te ganaron, hermanito.

Nate comenzó a toser exageradamente ante lo dicho por Lizzy y frenó de golpe.

―¡Se nos muere! ―Exclamó Leo, dándole unas palmaditas en la espalda― Tranquilo, Nate, ya tendrás otras oportunidades.

Un Dulce InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora