Por más que intenté ocultarla, me fue imposible evitar la sonrisita boba que se formó en mis labios al observarlo. La manera tan relajada en la que estaba sentado allí, con su guitarra en mano, solo existiendo con una expresión de completa tranquilidad plasmada en el rostro no hicieron más que aumentar mis ganas de lanzarme a sus brazos e interrumpir lo que hacía. El muy condenado lucía jodidamente guapo y la seguridad que desprendía por donde lo miraras me estaba volviendo loca. ¿Ese lindo chico sin camiseta que tenía instalado en mi habitación ahora mismo era mi novio? A veces me costaba creerlo, pero podía responder muy orgullosa que sí.
Nate había estado trabajando muy duro estas últimas semanas, sus días se basaban en escribir, componer, crear nuevas canciones e ir a grabar, además de editar los videos que subía a su canal de Youtube, claro. Existían días en los que lo sentía muy distante y distraído, a veces extrañaba solo tenerlo en mi cama recostado junto a mí mientras sentía la suavidad de sus dedos enredarse en mi cabello para comenzar a acariciarlo. Pero lo entendía... su carrera como músico apenas empezaba y todo su esfuerzo estaba dando frutos, que estuviese ocupado la mayor parte del tiempo ya era algo normal.
Sin embargo, a veces teniéndolo tan cerca, seguía echándolo de menos.
Para suerte de ambos, ya nos encontrábamos de vacaciones y ahora podíamos disfrutar un poquito más estando juntos. La universidad era agotadora, pero Van Gogh, realmente lo valía. Valía cada jodido segundo porque amábamos lo que hacíamos.
San Valentín era dentro de una semana y, por alguna extraña razón, yo me encontraba bastante emocionada y ansiosa por eso. Este sería nuestro tercer San Valentín juntos. Los dos años anteriores planificamos lo que haríamos para ese día con suficiente tiempo de anticipación, era una fecha que los dos disfrutábamos mucho.
Pero estábamos a una semana de ese día... y Nate aún no me decía nada.
—Y... ¿qué vamos a hacer la próxima semana? —me atreví a preguntar. Esperaba a que él me dijera algo, como siempre, pero no lo veía con esas intenciones ni de cerca. Que se lo preguntara yo en esta ocasión no tenía nada de malo, ¿verdad?
—¿La próxima semana? —Inquirió Nathan distraídamente, ajustando las cuerdas de su guitarra— ¿Qué hay la próxima semana?
San Valentín, bobo.
Decir que el que lo hubiese olvidado no me desanimó sería una completa mentira. Suspiré con tristeza, descendiendo la mirada para observar las puntas de mis pies. Debía entenderlo, quizá ya no tenía tiempo para este tipo de cursilerías.
—Nada —murmuré, un tanto abatida.
Pude oír cómo pronto la madera de su guitarra reposaba contra algo, obligándome a regresar mi vista hacia él. El chico, quien se encontraba sentado en la silla giratoria de mi escritorio, descansó sus antebrazos sobre sus rodillas e inclinó su cuerpo hacia mí. Intenté no distraerme, pero su torso descubierto, el cómo los músculos de sus brazos se marcaban gracias a la posición en la que se encontraba y ese cabello alborotado que yo tanto adoraba no fueron de mucha ayuda en mi misión de mantenerme enfocada.
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Un Dulce Invierno
RomanceLo que para Lane serían las mejores vacaciones de su vida, terminan convirtiéndose en un completo vaivén lleno de emociones ante la propuesta de su madre. Lane Foster y Nathan Hederson se conocen desde pequeños, podría decirse desde que nacieron. Un...