•Capítulo 34: De regreso a casa•

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•1 día para el final de las vacaciones•

Las sonoras carcajadas provenientes de Lizzy, Leo, Thomas y Brad no tardaron en hacerse presentes al interior de la sala ante la cómica escena de la película que se proyectaba en la pantalla. Por otro lado, mamá y tía Rosie se encontraban jugando a las cartas y cuchicheaban al otro extremo del lugar, aunque, para ser honesta, no me sentía ni quería ser incluida en ninguna de sus actividades. Lo único que deseaba era estar con Nate, al que había dejado descansando en su habitación hace algunas horas.

Un poco aburrida, me acomodé sobre el sofá y saqué el teléfono de mi bolsillo, sosteniéndolo entre mis manos. Me encargué de revisar las redes sociales como de costumbre; vi memes, videos e incluso me leí varios de esos divertidos hilos de Twitter para divertirme un rato. Lamentablemente, no logré encontrar mucha entretención, porque al parecer nada lograba distraerme por completo.

Revisé los mensajes que tenía. No habían muchos, pero tampoco tenía ánimos de responder los pocos que se encontraban sin leer, entre ellos, los de Rachel, a quien había estado evitando desde aquel día en que me enteré sobre lo de Jake. Insistió durante días para hablar conmigo, sin embargo, lo único que pude hacer fue ignorar sus llamadas y mensajes.

Soy una idiota.

Y cobarde.

Sabía que evitar sus mensajes y llamadas no serviría de nada, sabía que ella también la estaba pasando muy mal, sabía que había sido yo la que cometió el error al enfadarse al instante por algo en lo que ella no tenía la culpa... porque en realidad, no existían culpables.

Tampoco había hablado con Jake desde el día en que se fue y decidió que lo mejor para ambos era mantener distancia y desconectarnos por un tiempo. Sí, debía admitir que me dolía no poder hablar con los que solía llamar mis mejores amigos.

Carajo, los extraño tanto.

Meterme a revisar mi galería en ese preciso momento de vulnerabilidad no fue una buena idea, porque apenas entré y comencé a deslizar, las imágenes me llenaron de recuerdos. Sonreí con nostalgia al observar todas y cada una de ellas. Había fotos con Rachel, de la infinidad de veces que habíamos hecho pijamadas, de esa vez en la que fuimos por un helado juntas después de su ruptura, teníamos fotos y videos riendo, bromeando, con caras serias e incluso llorando, de aquella ocasión en la que decidimos ver «Yo antes de ti» por vigésima vez.

También las tenía con Jake. Nosotros haciendo caras divertidas, imitando una estatua a mitad de la calle e incluso de la vez en que me dejó ponerle mascarillas en la cara. Existían cientos de videos y el volver a oír nuestras risas tan alegres me oprimió el pecho de manera inevitable. Él haciendo un puchero, la guerra de pintura, la salida al museo y esas visitas improvisadas que yo tanto adoraba.

Y luego estábamos los tres...

En la playa, el parque de diversiones, un parque común, los locales de comida rápida, el cine, la escuela, el centro comercial, mi casa y la de ellos. Cada escenario me hizo volver al pasado, y deseaba con todo mi corazón que las cosas volviesen a ser como antes.

Sí, echo de menos a mis mejores amigos.

Me fue imposible retener la primera lágrima que deslizó rápidamente por mi mejilla, y las próximas. Sentí una fuerte punzada en el pecho y un horrible ardor apoderarse de mi garganta. Los extrañaba, los extrañaba muchísimo... y carajo, sí que los necesitaba.

Me negaba a la idea de no poder verlos antes de iniciar con la universidad, de no poder pasar un último momento juntos, de no arreglar las cosas con ellos, de no llevar a cabo nuestro «Ritual de despedida de vacaciones» como todos los años. Los tres habíamos soñado tanto con el día en que comenzaríamos esta nueva etapa en nuestras vidas... y ahora todo se había arruinado. Y prometimos que, aunque fuésemos a universidades completamente distintas, siempre nos mantendríamos unidos.

Un Dulce InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora