•Capítulo 15: Dolor•

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Sonreí con tristeza al observar la escena. La pequeña Lizzy estaba aferrada a los brazos de su padre, rogándole para que se quedara unos minutos más junto a ella. Hoy, extrañamente, el ambiente en la casa no era cómodo, alegre ni cariñoso. Era más bien... Raro.

—Por favor, papá —Rogó una vez más la rubia— ¿Por qué te tienes que ir?

—Papá tiene que trabajar, princesa.

Brad estaba de pie junto a mí, yo con uno de mis brazos alrededor de sus hombros. Thomas y Leo, al igual que su hermana, tenían una mueca de tristeza en el rostro. Era más que obvio que no querían que su padre se fuese, les dolía, lo podía ver en sus ojitos cristalizados. Pero, lamentablemente, tío Norman debía irse y retomar su trabajo.

¿Y Nate? ¿Cómo describirlo a él? Se encontraba de brazos cruzados, apoyado contra la pared y observando más alejado la escena. No podía descifrar muy bien su expresión, pero sin duda no era tristeza.

—Volveré dentro de unas semanas, lo prometo —Tío Norman bajó a Lizzy de sus brazos y dejó un beso sobre su frente—. Ya me tengo que ir, cielo, perderé mi vuelo.

—Porque perder un vuelo es más importante que perder a un hijo, al parecer —Comentó Nate con ironía, a lo que su madre le lanzó una mirada confusa—. Sólo digo.

Algo anda mal.

—Adiós, papá —Murmuró Thomas, acercándose a él para luego rodearlo con sus brazos.

Leondre le siguió por detrás y luego Lizzy se les unió nuevamente. Después de que ellos se despidieran, le siguieron Brad, mamá, yo y casi por último tía Rosie.

—Nate, cielo, despídete de tu padre —Le ordenó su madre, separándose de su esposo. Al ver que su hijo no se movía, volvió a insistir—: Nathan.

—No, gracias —Soltó él de mala gana, frunciendo las cejas.

La incomodidad y pesadez en el ambiente se podía sentir y no había que ser muy listo para darse cuenta de que algo andaba mal. Mamá no tardó en notarlo y aclaró la garganta, sonriendo ligeramente.

—Bien, niños, ¿vamos a hacer galletas? —Ofreció mi madre. Lizzy fue la primera en asentir emocionada y tomó su mano, los demás no tardaron en animarse y se unieron a ellas, siguiéndolas por detrás para ir en dirección a la cocina—. Buen viaje, Norman. ¡Nosotros vamos a hacer galletas!

Reaccioné de inmediato, tío Norman, tía Rosie, Nathan y yo éramos los únicos en la sala. Rápidamente sonreí algo incómoda y me preparé para adentrarme a la cocina junto a mamá y los pequeños.

—Oh, yo... Iré a ayudar a mamá —Hablé nerviosa—. Tío Norman, tenga un buen viaje.

—Gracias, cielo. Cuídate mucho, nos vemos.

Me giré con la intención de salir de allí, pero al instante fui detenida por una mano tirando de la mía.

—No —Me Interrumpió Nate—. Tranquila, no te vayas, no tengo nada que hablar con este hombre.

Oh, mierda.

¿Por qué carajos yo debo vivir estas escenas tan incómodas que no tienen nada que ver conmigo?

Gracias por tanto, Van Gogh.

—Nate —Habló su madre con voz suave— ¿Ocurre algo, cielo?

—¿Por qué no se lo preguntas a él? —El chico blanqueó los ojos y negó, soltando una carcajada sin pizca de gracia—. Porque le dirás a mamá, ¿verdad, papá?

—Basta, Nathan, ya hablamos de esto —Respondió tío Norman, tomando su maleta—. Y bien, si no quieres despedirte no lo hagas, nadie te está obligando.

Un Dulce InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora