02. Hermana

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En una de las calles de Seúl, dos adolescentes, que acababan de salir de clases, caminaban con dirección a su casa. La chica, de dieciséis años, tarareaba una canción que se le había quedado grabada en su memoria hace unas horas atrás, mientras miraba al suelo atenta de no tropezar, sus manos no dejaban de agarrar las correas de su mochila negra que estaba decorada con pins de sus artistas favoritos mientras que su rubio cabello se movía suavemente gracias al viento débil que había allí, vestía unos jeans desgastados junto con una camiseta blanca. A su lado estaba un chico un poco más alto que ella, de diecisiete años de edad, su rubio cabello estaba desordenado, como a él le gustaba y sus manos estaban guardadas en los bolsillos de su sudadera negra. Eran los hermanos Park.

—Hoy vendrán los nuevos vecinos, Rose—dijo el chico mirando a su pequeña hermana.

Ella dejó de tararear y miró a su hermano que lo observaba con una sonrisa juguetona. La rubia rueda sus ojos marrones y vuelve su vista al suelo.

—Espero y sean unos viejos amargados—dice para que luego el sonido de la risa de su hermano inunde sus oídos.

—¿Qué pasa?—pregunta divertido el chico, abrazando a su hermana por los hombros mientras caminaban algo torpes.

—Odio cuando estás todo romántico—hizo una mueca de desagrado—la vecina anterior con la que te metiste estaba casada, Jimin—suspiró—y tuviste un gran problema con su esposo, ¿recuerdas que yo tuve que interferir para que no se lo digan a mis padres?—negó con la cabeza.

—Ella era sexy—el rubio se separó de la chica y nuevamente escondio sus manos en su sudadera.

—Y si sigues pensando así por cada vecina nueva, todas se irán—rió la más baja.

—¿Y qué quieres que haga?

—Solo ser un amigo, Jimin, no es tan difícil—le dice su hermana algo cansada con su actitud.

El silencio se hizo presente mientras caminaban en dirección a su casa, algo curiosos por los nuevos vecinos, a excepción de Rose.

•••

La puerta de una heladería cerca a la nueva casa de los Kim se abría, sonando la campana que avisaba nuevos clientes. Somi fue la primera en entrar y sentarse en una de las tantas mesas que había en el lugar, algo hambrienta ya que no había comido nada desde el viaje. Daniel entró después de unos segundos, acompañando a su hija en la mesa, mientras que Jihyo entraba junto con Jennie que mantenía una expresión seria, la mirada chocolate viajó al esposo e hija de su dueña quienes hablaban con una sonrisa, la chica suspiró, estaban felices.

—¿Puedes ir a pedir los helados?—la voz de Jihyo apareció y Jennie asintió obediente—bien, a Daniel le gusta el helado de chocolate, a Somi el de chispas con chocolate y a mí uno de vainilla, por favor.—La chica guardó la información y asintió. Jihyo estaba por irse a donde su familia la esperaba pero una mano la detuvo, ella algo confundida voltea su mirada hacía su creación quien la suelta cuando tuvo su atención.

—¿Yo puedo probar uno?

La mujer suspiró—Lo siento, Jennie, pero no puedes comer nada, solo beber el líquido morado por las mañanas.

—Esta bien—asintió la morena y fue a ordenar los helados.

Jennie le dio una última mirada a la chica y fue a sentarse en la mesa donde se encontraban sus dos personas favoritas.

—¿Y los helados?—preguntó Somi a su madre con una sonrisa que luego desapareció al ver como ella señalaba a Jennie—entonces, ¿nos darás una explicación?

Daniel miró a su esposa curioso y ella bajó un poco la mirada, el hombre suspiró sabiendo que estaba ocultando algo por mucho tiempo.

—Jennie es un prototipo creado por mí.

—¿Es una androide?—preguntó su esposo.

—Podemos decir que sí—su mirada viajó a Jennie quien los veía expectante—pero es más humana que los demás.

—¿Y qué hará?—preguntó su hija—¿Limpiara nuestra casa?

—No, Somi—negó viéndola a los ojos—ella estudiará y trabajará profesionalmente, como los demás, es por eso que ella ahora será tu hermana adoptiva.

—¡¿Hermana?!—exclamó—ella es una máquina, madre—dijo enojada.

—Tiene sentimientos, cuida tus palabras—reprendió la mujer. Su hija la miró sorprendida.

Jennie desde lejos miró las expresiones de hija y padre, realmente se notaban molestos. La chica comenzó a caminar con una bandeja, con los tres helados encima de esta, tal vez si se apresuraba con la comida ellos ya no estarían enojados.

—Aquí traigo sus helados—mencionó la morena sorprendiendo a todos en la mesa.

—Ya no tengo apetito—dijo Somi molesta para luego levantarse de la silla y salir del lugar.

—¡Somi!—llamó la científica.

—Déjala, Jihyo, necesita un tiempo a solas, para pensar—dijo un poco molesto, sobando su rostro con sus dos manos.

La mujer suspiró, mirando unos segundos hacía la puerta, donde había salido su hija—Siéntate, Jennie—le ordenó a la prototipo quien obedeció a su dueña y dejó los helados en la mesa.

—Así que ella será mi nueva hija, aún no lo entiendo—habló con el ceño fruncido.

—Estuve trabajando esto por mucho tiempo, Daniel—le dijo, conectando su mirada con los ojos azules de su esposo—quería hablar sobre esto desde que había empezado a crearla, pero me ordenaron mantenerlo en secreto—suspiró—ahora estoy trabajando en otra empresa y la traje aquí para saber si mi dispositivo funciona correctamente, ellos me dijeron que aún se mantenía en secreto pero que ustedes si lo podrían saber con la condición de también guardar el secreto—los ojos cafes de la mujer miraron a su creación orgullosa—ella puede tener sentimientos, amor—sonrío—yo logré que una máquina tuviera sentimientos—sus ojos brillaban y el hombre suspiró, amaba a su esposa y con tan solo verla feliz, él también se ponía feliz.

—Muy bien—dijo, agarrando su helado de chocolate y metiendo a la boca la cuchara llena de este, después de terminar le dio una sonrisa a su esposa—¿Cuándo empezarán las clases de mis hijas?

—¿Hijas?—preguntó algo confundida Jennie.

El hombre le sonrió—Hijas, Somi y Jennie—se encogió de hombros metiéndose otra porción de helado a la boca.

Las sonrisas de las dos mujeres eran inmensas.

—Empezarán mañana—dijo la mujer comiendo de su helado—¿hablarás con Somi?

—Sí, cariño, no te preocupes—suspiró mirando a Jennie—y tú—señaló con su cuchara a la morena quien la miró con atención—cuidaras a tu hermana, no dejes que ningún chico malo se le acerque.

—Lo haré—asintió guardando la información.

Jennie | Jenlisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora