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Las rosas son rojas, la lavanda es azul. Ven a encontrarme antes de que te encuentre yo.
Aquellas sentencias habían desencadenado un sin fin de recuerdos en los que pronto se hallaron envueltos Niklaus y Elijah.
Para cuando se sentó frente a sus dos hermanos los dos se hallaban en una situación deplorable, por supuesto, no eran los únicos. La gran parte del patio que conformaba en el complejo no se quedaba atrás. Mesas, sillas, entre otros muebles se encontraban destruidos. Había sangre en el suelo como si una pelea a muerte se había dado aquella noche en el recinto.
Freya escudriñaba a sus hermanos con la mirada, puesto que, ya había suficientes problemas para que ellos también estuvieran aún más distanciados. No obstante, según las palabras —poco tranquilizadoras— que le ofrecieron le dieron a entender que por lo menos ya se hallaban en la misma página. Sin embargo, la historia no terminaba ahí.
—Entonces, luego de que Elijah los obligará a actuar como ustedes...
—Desaparecimos —declaró el vampiro noble. Freya lo miró con sorpresa, puesto que, sabía que su familia no eran ningunos santos pero no por ello dejaba de sentirse sorprendida ante hechos como esos. No obstante, recordaba bien las palabras que Elijah una vez le ofreció, la familia siempre es primero —. Necesitábamos un señuelo lo suficientemente creíble como para que padre nos dejará de seguir, era lo necesario.
Freya resopló. Era demasiada información para una sola noche, pero por lo menos tenían ya una idea clara de porque se habían aliado a pesar de pertenecer a líneas distintas. Ellos querían venganza. Vio a Niklaus terminar de servir lo que quedaba en la botella de bourbon.
—No obstante, nos encargaremos de ellos como siempre lo hemos hecho —alzó su vaso de cristal al mismo tiempo que Elijah le copiaba —. Haremos que su muerte sea espectacular. —finalizó aquel brindis con un suave golpe entre los vasos. Freya los veía convencidos de que sería así, y no había otro remedio, ellos venían por su familia.
(—La familia que tanto buscaste, te condenará.)
Las palabras de la psíquica Alexis aparecieron en su mente de forma molesta, tanto que su expresión se agrió un poco, quería olvidar aquellas sentencias lo más pronto que pudiera. Por otro lado, Niklaus bebió sin una pizca de sonrisa. Los enemigos no parecían dejar de aparecer en cada paso que daban, siendo estos mismos fantasmas del pasado. Aquella noche le dio un recuerdo no muy distante a lo que había pasado solo hacía un año, cuando Arthemisa Morganson decidió volver entre los muertos.
Eso lo odió, puesto que, él solo deseaba una cosa. Que los muertos se quedarán así, muertos. Pero al parecer los deseos no eran algo que se le concedieran tan fácil.
