viii. the other girl in new orleans

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capítulo ocho: la otra chica en nueva orleans

capítulo ocho: la otra chica en nueva orleans

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El silencio pronto fue cubierto con cierto suave sonido.

La pesadez pronto sintió en todo su ser para cuando comenzó a recobrar la conciencia, el dolor agudo de su cabeza aumentó junto al suave sonido que pronto se convirtió en un tarareo lo cual la llevó a abrir los ojos con lentitud permitiéndole adaptarse a la luz en conjunto al entorno.

Con una visión un poco borrosa detalló lo que tenía en primer plano, lo más notorio de lo cual se percató fueron las esposas que se hallaban en sus muñecas, sin embargo, una leve picor la llevó a ver su brazo izquierdo en donde una mano sosteniendo una jeringa se hallaban. 

No entendía nada de lo que sucedía.

—Oh, ya despertaste, querida —una voz con cierto acento europeo alcanzó a escuchar, no obstante, su mirada solo recorrió las manos que sostenían la jeringa hacía el rostro del encargado. La sorpresa mezclada con confusión pronto se manifestó en su rostro —. No, no te asustes. Eso es solo para mantenerte calmada.

—Lo siento... No quiero hacerlo. —entre sollozos se escuchaba su voz e incluso podía ver sus lagrimas correr sin parar más esta no detenía su labor. Luego de introducir el liquido, el cual la obligó a que se retorciera del ardor que pronto sintió en su torrente sanguíneo. Camille O'Connell se alejó sin dejar de llorar.

—Tiene razón —le concedió la voz que pronto visualizó como una mujer de cabellos rojizos, tez blanca y tersa, acompañada de una sonrisa de triunfo absoluto. Seguía sin entender nada —. La he obligado, aunque es humana después de todo, no hay mucho que puedan hacer para resistirse —dio unos pasos hacía ella tomando su rostro por la barbilla. De pronto se carcajeó —. De verdad eres igual a ella.

Su mente intentó aclarar, recordar cada paso que había dado en las últimas horas. Porque si algo era cierto era que ella no recordaba haber visto a la mujer de cabellos rojizos. Intentó tomar una inhalación, aunque esto le era prácticamente imposible, el ardor lo sentía hasta los pulmones.

—Así que sabes quien soy... —intentó decir entre respiraciones. Aquella mujer se había tomado muchas molestias para retenerla calmada, como ella aclamaba, aquel ardor no era otro que obra del acónito; el veneno para lobos. Mientras que las cadenas que la apresaban no eran otras que no fuesen de anti magia, la prueba de ello era que Camille estaba ahí —. Pero estamos en desventaja, tú sabes quien soy, pero yo no tengo ni la menor idea de quien eres.

La mujer la soltó para luego darse la vuelta. —¿Cómo no saber quien eres? Después de todo, Cami fue una gran ayuda en eso —burló la pronunciación del diminutivo —. Ella me me dio a comprender muchas cosas sobre ti —aseguró dándole la cara —. Verás, hasta anoche no tenía ni idea de quien eras y no me podía importar menos. Pero resulta que escuché tu nombre repetitivamente de personas las cuales considero... Mías.

³ 𝐇𝐀𝐔𝐍𝐓𝐄𝐃 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃 | Klaus Mikaelson ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora