2. De eso no hay duda, pero de ahí a tener magia

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“LA CAMARA SECRETA”

Tres días pasaron desde esa boba y un poco incómoda conversación con Cameron. Dato curioso, casi me atrapan con mi varita una ves, fue una suerte que haya reaccionado rápido, lo bueno de todo es que hoy viene Joanna, ya no habrá más secretos.

Harry por fin respondió mi carta, había comenzado a preocuparme encerio, dijo que un elfo mágico secuestro sus cartas, no las pudo leer. Una trajedía. Me siento la peor amiga del mundo por habérselo reclamado en un carta, que no leyo. En fin, agradeció el regalo y prometió darme uno en mi próximo cumpleaños, yo de verdad quería que mis amigos pudieron venir a mi fiesta.

— ¡Le gusto, le gustó! — grité, dos pares de ojos me miraron raro, uno de esos pares rodó los ojos. Yo y mis excentrisidades.

— ¿A quien le gustó? — preguntó abue levantando una ceja, me miró inquisitiva, doble la carta en mis manos antes de responder

— A Harry ¿Recuerdan los obsequios? Dijo que le gustó mucho, me lo agradeció y todo, no soy tan mala amiga como creí — le di una mordida a mi tostada, dejé el pergamino a un lado y empezé a comer mi desayuno con más entusiasmo.

— ¿Cómo es que te llegó esa carta? — solo espero que no inicie su bombardeo de preguntas, si hay algo que sé de la abuela Rose es que una ves que empieza nunca se detiene hasta exaltarse — ¿Dónde vive Harry? ¿Hace cuanto fue su cumpleaños? ¡Apenas han pasado tres días enviamos su regalo! ¿Cómo pudo llegar tan rápido? ¡No pudo haber llegado tan rápido! ¿Me estás tomando el pelo? ¿Que sucede?

— Tranquilízate, abuela, pronto lo sabrás

— ¿¡Quieres que me calme, Lizzie!? — se arrepintió de inmediato, su rostro lo decía todo, el ambiente se volvió tenso. Cameron estaba mirándome fijamente preocupado, la abuela se notó arrepentida, yo no supe que hacer.

Mis ojos bajaron hasta caer al suelo, de pronto mi respiración se agito, quería salir de ahí, no aguantaba la opresión en mi pecho.

Nadie nunca me llamaba Lizzie, no volvieron a llamarme de esa forma desde el quince de mayo de mi novecientos ochenta y cinco, cuando mi madre lo hizo después de mucho tiempo. Mi padre me había abandonado en la tutoría de su esposa, se fue a quien sabe dónde, como sea que se llamaba su esposa me llevo con mi madre y su pareja en ese entonces, Tobías Saramego. Mi padre biológico me llamaba así todo el tiempo, muchos padre de dirigirían a sus hijas como princesa o bebé, el mío me llamaba Lizzie. No tolero que alguien más me llame de esa manera, los psicólogos dicen que es un especie de trauma, y estoy bien, no necesito a ese hombre devuelta en mi vida.

— Elizabeth...cariño, cuánto lo lamento, cielo, no quise hacerlo — en su voz se oía claramente lo arrepentida que estaba, tengo que ser madura

𝐄𝐥𝐢𝐳𝐚𝐛𝐞𝐭𝐡 𝐲 𝐋𝐚 𝐂𝐚𝐦𝐚𝐫𝐚 𝐒𝐞𝐜𝐫𝐞𝐭𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora