Una o dos cicatrices

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Era difícil para Matthieu recordar la última vez en que vio por un largo rato a alguno de sus novios anteriores, quienes sin duda, y siendo objetivos, habían sido mucho más atractivos que Bosco, que resaltaba más por su ternura y la redondez de sus facciones tiernas, que le daban un aspecto más infantil, que por tener rasgos viriles.

A Bosco lo veía tanto y tan seguido que fue fácil identificar el temor que lo dominaba. No sabía si era que lo vieran con él en público, o tenía que ver con el hecho de que no hablaba mucho de su familia, pero lo entendía. Sabía que las personas como ellos guardaban diferentes secretos a diferentes personas. Él era experto en ocultar relaciones, amores furtivo; de ocultar que era novio de otro chico frente a sus amigos y frente a sus padres; supo que uno de sus novios lo negaba cada vez que podía y lo presentaba con sus padres como su amigo. Eso lo hizo alguien comprensivo, incluso había guardado frente a sus amigos cosas menos importantes como sus gustos musicales o sus manias que estaba casi seguro de que lo que Bosco le ocultaba resultaría una nimiedad.

Además sabía, por las entrevistas a Aldo que había visto, que lo había acompañado a París, Londres e incluso a Tokio y a pesar de eso no lo obivaba; sabía que vivía en la moda y a pesar de eso lo único de marca que poseía era el bolso Dior que le había regalado Aldo y todos los productos que había en su baño. Sean cuales fueren las razones por las cuales Bosco se guardaba la mitad de su vida, le daría un poco más de tiempo para demostrarle que era digno de su confianza. Tendría que idear una forma para hacerle saber a Bosco que sabía más de su vida de lo que creía ocultar.

—Matt —escuchó a lo lejos —, Matt —escuchándolo más nítido, volviendo a la realidad: estaba parado en un cine, esperando entrar, con Xavi frente a él y Bosco debajo de su brazo, a su lado viéndolo —, ¿estás bien? —insistió Xavi.

—¿Qué? Perdona me quedé... —viendo una última vez a Bosco —impavido, dime.

—Te preguntaba que si quieres palomitas para ti solo o compartimos, es que solemos compartirlas cuando venimos pero podemos compartir las más grandes entre los tres... —mirando a Bosco.

—Vale, sí. Compartamos —mirando a Bosco, lo mejor de verlo era cuando lo lograba pillar cuando estaba sonriendo.

—Bien —dijo Xavi volviendo a la fila mientras veía cómo Matthieu la decía cosas al oído que hacían reír a su tío.

Todas las miradas estaban encima de Bosco, incluso las que no veía: como la de Xavi, que los veía ilusionado o como la de Ricardo al otro lado de la habitación, entre todo el bullicio, que esperaba a su mujer, también verían una película como escape a la vida familiar. Ricardo se sintió impotente al ver a Bosco reír por los murmuros que el otro chico le decía al oído, tanto que quiso acercarse a él para pedirle hablar, quería decirle todo lo que pasaba por su cabeza desde el día que supo que tenía esposa, explicarle la razón de su abandono, quería que supiera que no dejaba de pensar en él, pero se detuvo cuando vio la forma en que Bosco veía a Matthieu, como cogía su mano y como, mirando a su alrededor, se daban un beso.

La mañana del veintidós Xavi ya estaba de pie, terminando de preparar su maleta para irse con sus padres, había pasado el fin de semana anterior con sus abuelos y el día anterior con Aldo preparando las habitaciones en la que sus abuelos y los padres de Aldo se quedarían en su casa. Por lo general las mañanas eran grises por la carencia del marrón en los muebles, con un aire frío que pintaba las sombras en azul de la luz de un día nublado que entraba por las ventanas, tanto que parecía difícil de volver a la vida el piso. Bajo el árbol quedaban dos bolsas de regalos, los dos regalos que Xavi había preparado para sus padres: un par de prendas de El Ganso que Bosco le había comprado. Cuando estuvo seguro de que llevaba todo Xavi vio su reloj, su tío no solía retrasarse. Se acercó a la puerta de su habitación y lo vio ahí sentado sin hacer nada.

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