Risas de crío

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La mañana del lunes Bosco estaba frente a Xavi, que revisaba su móvil ajeno a él, sostuvo la mirada por un tiempo pero no hubo forma alguna de captar su atención. Olfateó el perfume que había cogido, incluso notó la forma en que Xavi estaba sentado, con un poco más de porte.

—Tres minutos —anuncio Bosco mirando su reloj llamando la atención de su sobrino que miró su móvil. Por inercia Xavi levantó los platos y las tazas para dejarlas en la pila para luego ir al salón donde ya tenía preparado su mochila. —¿Seguro que tienes todo? —preguntó cogiendo sus llaves, quedándose viendolo, estaba un poco más alto porque su jersey dejaba ver un poco de piel a la más mínima provocación.

—Qué sí...

—Vale —cedió Bosco levantnado las manos —, espera —entrando en su habitación —, te he comprado nuevo un jersey y un nuevo pijama —. Xavi vio que su tío no se había molestado en cambiar la bolsa del Primark —. Cuando vuelvas puedo subirle el bajo y...

—Gracias y... —sintiendo un cosquilleo en las mejillas mientras rodeaba a Bosco con sus brazos con una fuerza que no se esperaba —, te eché de menos durante el verano.

—También yo. La casa no es igual sin ti. —revolviendo su pelo cuando se separó de él. Anda, ve a dejarlo a tu habitación que tengo que llegar un poco antes, tengo que ayudar a desmontar una exhibición —cogiendo su muevo bolso para rectificar que tenía la cartera dentro.

Cuando llegaron a la parada esperaron en silencio rodeados de más personas enfundadas en abrigos de todas las formas y materiales, unos más abrigadores que otros; otros chicos estaban también en la parada, eran más jóvenes y hablaban entre ellos. El autobús llegó, haciendo que Xavi reaccionara y se girara a ver a su tío.

—Espero que tengas un buen comienzo, a la vuelta hablamos de la selectividad —le dijo dándole un último abrazo. Xavi asintió emocioando antes de subir al autobús para ver a su tío andar de vuelta hacia la boca del metro.

A media mañana el chico de la mochila de spider—man estaba revisando que todo estuviera en orden en las salas, por lo general aquel día era el más ajetreado en cuestiones de orden. En uno de sus paseos se topó con Bosco, ayudado por un mozo a desmontar la exposición de Dior que había llegado a su final. Lo vio batallar un poco que decidió acercarse para ayudarlo pero se detuvo al ver a Alberto acercarse para hacerlo y de nuevo vio como sonreía cada vez que ese tío hablaba. No podía negarlo, Bosco tenía algo atractivo en su forma de moverse, de reírse y de demostrar sus emociones sin ningún tipo de problema.

Las chicas lo vieron ahí parado, perdido, según ellas, viendo la nada que no perdieron oportunidad. Ninguna podía negarse que aquella barba bien cuidada las hacia suspirar.

—¿Nos echas una mano? —le preguntó Elena, cogiéndolo por sopresa. Matthieu bajó la mirada y la vio, volvió a ver al frente y aceptó, tal vez podía hacer algo para que lo viera.

—Claro.

Entre cada pase de cosas, Matthieu veía a Bosco, como se divertía mientras hacía lo mismo, mientras charlaba con Alberto, mientras jugueteaba con la ropa que quitaban. Las chicas, e incluso el chico, hacían lo posible por llamar su atención, pero Matthieu sólo esperaba que Bosco le mirara; llevaba sobre cada brazo un maniqui entero, pero Bosco seguía sugiriendo looks imaginarios al ver cada prenda; miró atento la mímica de que la mejor opción para llevar la chaqueta que estaban quitando era preferible llevar una falda larga ligera y vaporosa, Matthieu sonrió cuando vio a Bosco girar con la falda imaginaría y terminar con una risa. En ese descuido Bosco pro fin lo miró, ahí parado sujetando un maniqui de una forma un poco sexual este simplemente le sonrió y siguió desmontando prendas. Matthieu reaccionó y quitó las manos de golpe y decidió dejarlo ahí para volver a su puesto junto con sus compañeros. Ahi era otro mundo, risas y bromas entre ellos.

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