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Abril

Dos meses después

Los maquillistas estaban a tope, las modelos sentadas dejándose hacer mirando su móvil indiferentes a lo que pasaba a su alrededor; las perchas llenas de ropa recién planchadas, algunas incluso habían sido terminadas horas antes de estar ahí. Cientos de conversaciones se dispersaban por la enorme habitación contigua a donde en menos de media hora Aldo presentaría su colección otoño invierno y había que hacer un montón de retoques de último momento. No por descuidos sino que nadie hasta Bosco se había preocupado por llegar antes y tener todo listo. Sus asistentes y algunos costureros no se daban abasto con todo lo que tenían que hacer y estaba por perder los estribos. No quería ni pensar que sería el peor show que jamás había mostrado.

El mal trago llegó diez minutos antes del desfile, cuando pudo por fin terminar y tener listo a sus veinticinco modelos en fila revisándolas una última vez antes de que llegara el momento, cuando vio entrar a Ricardo con un ramo de flores, se acercó con cierta precaución, para ese momento Aldo estaba agotado que no quiso causar ningún espectáculo.

-Ricardo, ¿qué quieres?

Ricardo no respondió rápido, echó un vistazo alrededor buscando dos rostros conocidos ninguno, sin embargo, estaba presente. Aldo vio el temor que había en su mirada y lo tranquilizó terminando de vestir a una modelo.

-Ella no está aquí. No le doy más atención de la que se merece como clienta -sonriéndole a la modelo para indicarle que había terminado.

-No yo... creí que Bosco estaría aquí, sé que es su parte favorita y yo pensaba que...

-Mira, por tu culpa he perdido a mi mejor modisto, y esto es un puto lío que tengo que resolver, me importa ahora mismo un carajo tus estupideces.

Ricardo se dio por vencido, el último de la larga lista de personas que conocían a Bosco tampoco le diría nada. No miró atrás, las relaciones que había creado en esos cinco años en el taller de Aldo habían desaparecido, ni siquiera el propio modisto pudo localizar su nueva ubicación como costurero.

-Vale, perdona -dijo a modo de despedida -felicidades de antemano. Sé que va ser un éxito la colección.

Un minuto después de que Ricardo saliera a la pasarela, Aldo no pudo contenerse de echar un vistazo a la escena de esos dos: Maribel iba vestida de pies a cabeza con piezas de su última colección, se sorprendió mucho y no se contuvo de soltar un pequeño grito al ver las flores, uno parecido al que Aldo soltó al identificar que eran las mismas que solía regalarle a Bosco.

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Cuatro meses después

Bosco giró el maniquí sobre el que había una toile de un vestido de cóctel, miró el boceto pinchado con un alfiler en el hombro del maniquí y respiró profundo. Miró a su alrededor, se sentía extraño había una energía diferente a la que estaba acostumbrado, el ambiente era más tranquilo y las puntadas más suaves de algún modo. Había conseguido un empleo como modelista en otra casa de mayor prestigio que la de Aldo pero no estaba tan a gusto haciendo vestidos, prefería piezas más estructuradas, pero no había vacantes en sastrería y necesitaba distraerse. Tuvo suficiente al décimo día en que Xavi le llevaba avena con huevos fritos. También tenía un montón de encargos y el tiempo que Xavi le había conseguido había llagado a su fin.

Por lo menos en ese atelier estaría tranquilo un par de horas, porque según Xavi el portero le había dicho que un hombre que no se había identificado se pasó por varios días seguidos preguntando por él, pero como ordenaron le dijo que no estaba. Bosco volvió a mirar el maniquí y todo lo que estaba pensando desapareció, había echado de menos tener una aguja en sus dedos. A comparación de su anterior trabajo, la plantilla de modistas se componía mayoritariamente de aprendices, chicas enfundadas en batas, con moños mal peinados y algún que otro chico mirando atentos cada aspecto que decía la jefa del taller. Una de ellas pasó delante de Bosco directo a la jefa del taller para darle una mala noticia.

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