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Enero

Once meses después.

Para después de Año Nuevo la normalidad había vuelto al piso de Bosco, un tanto diferente: ahora en el ambiente estaba cargado de una calidez aparentemente inexplicable; el desayuno había dejado de ser algo solitario para convertirse en el primer momento divertido del día.

Bosco estaba sentado cerca del balcón, con una prenda en el regazo, dando puntada tras puntada a las prendas que habían sido regaladas y requerían de un ajuste de largo o de prendas que ya sentaban igual después de las comidas mientras Xavi y Matthieu jugaban en el comedor, junto a él. Entre semana Xavi iba con sus amigos y Bosco y Matthieu volvían juntos a trabajar. Claro que ninguno de los dos quería hablar todavía de quien debería mudarse y no sabían por qué el piso de Bosco era la mejor opción.

El cinco de enero Xavi estaba como unas maracas por todo el piso, era su noche favorita de todo el año y Matthieu estaba retrasado. Bosco lo veía contento, tranquilo de saber que su sobrino no sería como su padre. No llegó a pensar en otra cosa cuando escuchó la puerta del piso abrirse.

—¿Estáis listos? Perdonad el retraso —entró apresurado Matthieu al piso, con una corona de plástico reluciente en su cabeza. En poco tiempo su armario cambió gracias a Bosco: llevaba un abrigo largo de lana azul oscuro, que ocultaba su jersey gris a juego con un vaquero negro y deportivas negras.

—¡Por fin! Que ya está aquí —anunció Xavi buscando su móvil y su cámara instantánea, llevaba puesto el abrigo desde hace poco más de media hora por lo ansioso que estaba.

—Tranquilo, seguro que Aldo y Alberto tienen un buen sitio para ti —saliendo de la cocina con su bolso y quedándose frente a Matthieu —, madre mía.

—¿Estoy guapo? —obviando la corona en su cabeza.

—Mucho —lanzándose a sus brazos para besarlo.

—Vamos —insistió Xavi.

—También tengo una para ti —dijo sacando de detrás de él una corona igual a la suya.

—Gracias —respondió entusiasmado.

—Vale, pero no olvides el gorro y el abrigo.

—Que no... —dijo viéndolos —. Esperad, hay que hacernos una foto.

El primer recuerdo que Xavi tenía de Madrid fue esa primera vez que había estado en el Paseo de la Castellana esperando que pasaran los reyes por ahí hace no muchos años. Concervaba esa ilusión a pesar de estar al borde de la vida universitaria. Ya había cientos de familias esperando, chiquillos por todas partes que brincaban y jugaban con las lucecillas que habían comprado. Xavi caminaba junto a Bosco, que andaba debajo del brazo de Matthieu, no quería obviarlo pero se sentía importante con la corona que Matthieu le había regalado. Estaba tan acostumbrado al amor de su tío que de pronto con su novio a un lado se sintió por completo como una familia. Los miró lleno de orgullo y se alegraba por su tío, la verdad era que se veía diferente.

—¿Puedo ir a comprar castañas?

—Claro —respondió Bosco.

—Toma —dijo Matthieu extendiéndole un par de euros.

—Gracias —alejándose sin más al puesto ambulante.

—Parece que le hace mucha ilusión —volviendo a abrazar a Bosco.

—Sí.

—¿Y tú? —preguntó Matthieu cogiendo su mano para andar juntos entre la multitud —. ¿También te hace ilusión?

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