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Septiembre

Siete meses después

Alberto miró de reojo aquella junta urgente de chicas a la que había llamado Ester tras colgar el teléfono una mañana de septiembre. Todas soltaron unas rodillas que conocía bastante bien: se acercaba algo importante si te gustaba la costilla y claro que a él le gustaba pero parecía que era algo de chicas ya que no le habían invitado a departir con ellas.

—Pero no me dejéis fuera, ¿de que va todo el cotilleo?

—Es que Alicia, nos ha dicho que ha llegado un nuevo guardia de seguridad y que es vamos, un guaperas en toda regla. Lo ha mandado aquí para que lo veamos.

—¿Con pretexto de qué?

————///————

Bosco nunca había visto un museo vacío, ni tenido acceso a las vitrinas que había ahí, era la representación de la calma antes del caos, del ruido de la gente animada. Ahora era parte de esa fauna que se ocultaba una vez se abrían las puertas; se despidió del curador que lo había llamado, cuidando su andar, alejándose del piso recién pulido por un hombre montado en la pulidora. Volvió al ascensor liando en su dedo un trozo de hilo, una y otra vez pensando en nada, tal vez en que no había tomado café esa mañana.

Cuando se volvió a abrir la puerta Bosco levantó la mirada, acomodando de un movimiento su flequillo para ver mejor al guardia de seguridad que entró y se puso a su lado limitándose a decir un buenas como saludo. Llevaba puesto el uniforme que a pesar de ser industrial lograba llevarlo con gracia a pesar de su mochila de Spider Man, un detalle que hizo que Bosco viera con curiosidad a ese chico, no tan mayor que él y eso que ni él tenía ya la edad para llevar una mochila así.

—Hola —respondió Bosco sin más al chico moreno con barba que movía incesantemente su pie —. ¿Te pasa algo?

—Estoy nervioso. Es mi primer día y jamás había tenido tanta responsabilidad, a duras penas cuidaba de una planta y un gato y ahora toca cuidar ropa —río nervioso frotando sus manos, dedicándole una media sonrisa nerviosa a Bosco, que fue el detonante para que este notara su curioso comportamiento: miraba a todos lados, mordía sus labios y dejaba como sustituto su bigote bien cuidado. Sus largas pestañas hacían que sus ojos resultaran embelesantes como para no dejarles de ver por un largo tiempo, por lo menos hasta notar ese azul intenso de su mirada, de esas que en cualquier caso resultaban cadi exóticas.

Bosco soltó una risilla, jamás pensó que la vulnerabilidad fuera tan divertida pero era lo único que ese chico irradiaba; con su sonrisa nerviosa perfecta como pocas había visto generaban un par de hoyuelos en cada moflete y esa incapacidad para sostenerle ni un momento la mirada a Bosco. Decidió darle un par de ánimos por la ternura que le provocaba verlo, él mismo podía sentirse todavía igual de nervioso, llevaba poco menos de un mes y medio ahí y había días en los que se sentía igual que él. Tampoco era un chico que mostrara señales de hacer ejercicio en exceso; las mangas de su nuevo uniforme dejaban ver un par de relieves en sus brazos pero también obviaban que tenía un poco de tripa, la suficiente como para que su silueta fuera un rectángulo tieso.

—Descuida —dijo sujetando su brazo —, seguro que lo harás bien. ¿Dónde vas ahora? —preguntó metiendo las manos en los bolsillos de su bata.

—Me han dicho que vaya a las taquillas de los guardias, en el sótano uno.

—Pero si esos están en la primera planta.

—Ay madre.

—Tranquilo —le respondió Bosco al ver que habían llegado al sótano donde estaba su zona de trabajo, volvió a pinchar el botón de la primera planta y antes de salir se giró a ver de nuevo al chico —, todo va ir muy ya verás.

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