"La sangre llama"

108 14 3
                                    

Dejaron a la miko descansar, y todos fueron a casa de Miroku y Sango, sí, todos incluido Inuyasha, quien en el camino tomo a Moroha por la cintura separándola de Sango, gesto que no paso desapercibido y fue apreciado de forma incrédula por los demás, si Inuyasha ignoraba que Moroha era su hija, ¿Cómo es que...?, se miraron entre si y lo atribuyeron al antiguo dicho "la sangre llama", así el grupo camino rumbo a la casa del monje y la exterminadora, con una diferencia, esta vez era liderado por el hanyo sosteniendo a una niña por la cintura

—Inuyasha, no hubiera sido mejor que te quedaras cuidando a Kagome

—no molestes Miroku, además...—bajo la mirada «si me quedo con ella a solas no podré controlarme y necesita descansar»

—pero podrían atacarla otra vez

—por qué no lo dijiste antes —Inuyasha, al parecer omitió esta posibilidad, así se dirigió a su casa donde permanecía una Kagome dormida, no sintió ninguna presencia extraña en el camino, ni cuando llego solo estaba ella, la contemplo por un largo tiempo, aun no creía que estuviera allí, tan cerca, ¿realmente era ella? paso su mano por el rostro dormido, era suave, su aroma era el mismo de siempre, y su antigua manía de dormirse sobre su brazo permanecía, manía que lo había hecho despertar muchas noches con un quejido de adormecimiento por parte de ella, precisamente en su brazo, desde aquellos días él mismo acomodaba la posición de dormir de la miko, pasando uno de sus brazos por debajo de su cabeza cumpliendo la función de almohada para ella, además esto le permitía dormir abrazándola. El sólo recordar aquellos días, lo hicieron sonreír, levanto suavemente la cabeza de la mujer en sus ojos sacando en el proceso su brazo que seguramente pronto se adormecería, acomodo bien las almohadas y la cobijó nuevamente, sintiéndose seguro de que estuviese cómoda, dejo el lugar, pues sus impulsos le ganarían, además podría olfatear cualquier amenaza cerca desde la casa del monje...

De regreso a la casa de Miroku, vio como la pequeña Moroha devoraba la comida, esa muchachita de seguro estaba de hambre, la pulga Myouga le hablaba algunas cosas, que fueron suprimidas de sus oídos, sabe Dios qué mensaje le quería transmitir, Inuyasha tenía sentimientos encontrados al verla, su existencia significaba que Kagome estaba con alguien, había continuado con su vida, una vida donde él no estaba, alguien más era el padre de esa niña, ¿lo amaba?, ¿Quién era?, con solo pensarlo sus puños se cerraban de furia, pero, esa niña tenía los ojos de su madre, ese brillo, esa mirada traviesa y tierna, ese aroma dulce, esas dos coletas en su cabeza sujetaban su negra cabellera, era tan parecida a esa mujer "suya", sus gestos, era una versión miniatura de Kagome, y algo más, no sabía qué, pero algo en la niña le parecía bastante familiar, de seguro era solamente el reflejo de su madre plasmado en todo ella, así se la paso observando, sacando conjeturas, inventando teorías, idealizando escenarios, creando historias y en todas ellas, solo había un final posible, Inuyasha se quedaba con las dos, madre e hija, serian de él...

—Moroha —la voz de Sango lo saco de su mundo, y al ser el nombre de la niña la palabra pronunciada, su atención fue capturada— déjame acomodarte para que duermes.

—De ninguna forma —Inuyasha tomo a la niña que tenía Sango en brazos, acunándola en los suyos— la llevare a dormir —fue lo último que dijo, sosteniendo fuertemente ese pequeño cuerpecito en sus brazos, por alguna razón, alguna extraña razón, sentía tanto miedo de que algo le pasara, así que la presiono a su pecho, era tan frágil, solo le quedaba rendirse ante esa fiel calca de la mujer que amaba, por supuesto en el proceso los demás asombrados de la ingenuidad del hanyo vieron como padre e hija se alejaban...

Cuando llego a casa, Kagome seguía dormida, esa medicina que le dieron estaba haciendo un excelente efecto, acomodo a la pequeña a su lado y las cubrió con las mantas guardadas, ambas llevaban unos vestidos cortos, y en el lugar estaba cambiando de estación, posiblemente sentirían frio si no las cobijaba apropiadamente, avivo un poco más las llamas en el medio de la cabaña para calentar el ambiente, y se quedó contemplándolas desde una esquina, vigilando el sueño de ambas....

Origen y destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora