La última noche

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Ahora era sabido de los poderes de la miko, sabían que estaba siendo buscada, sabían quién la quería, su nombre, Kanaye. Aquel descendiente del legendario clan divino que controla el tiempo y espacio. Kanaye, de linaje divina y humana, se atribuyó el título de líder del clan Jikū, tomado por medio de la traición a sus antecesores. Kanaye, decía ser abuelo de la miko que venia del futuro, y mando a uno de sus súbditos a buscarla generando una pelea desventajosa para el grupo.

Kagome no es solo una reencarnación y su verdadero poder estaba por despertar, ahora que su familia y amigos estaban amenazados, sabía bien que tenía que luchar, tenía que proteger a los suyos y tenía que tomar decisiones; la primera, ir con ellos, averiguar su importancia para ese misterioso clan, y en dos lunas, según lo pactado, se separaría una vez más de su pequeña hija Moroha y el hanyo que amaba Inuyasha...

Después del revuelo de la mañana con aquel quien fue en búsqueda de Kagome, y ya caída la tarde, Sango y Miroku descansaban para recuperar la energía que les fue quitada en la pelea anterior. Shippo se acomodó entreteniendo a los niños. Kagome estaba encargándose de preparar los alimentos e Inuyasha aún estaba desconfiado mirándola de cerca. Ella le estaba ocultando algo y por más que trato de convencerlo con esa excusa de "No recordar", el hanyo no se la tragaba.

—Kagome ya dime, ¿Qué me estas ocultando? —preguntó entrando a la casa.

—Ya te lo dije, no te oculto nada, ellos querían saber sobre mis recuerdos —respondió al tiempo que agregaba las verduras picadas al concentrado hirviente.

—Entonces ¿Qué se supone debes recordar? —camino cerca a ella y se recostó en la pared con los brazos detrás de la cabeza.

—Pues... no sé exactamente, y precisamente es eso lo que quiero averiguar.

—¡Bien! parece que no confías en mí, como dices —giro los ojos en gesto de ofensa.

—¿Ehhh? Que manipulador —sonreía— eso no es justo, por supuesto que confió en ti.

—Entonces ¿Por qué no me dices lo que pasa? —abrió uno de los ojos mirándola.

—Hay un viejo proverbio japonés que dice que "No merece la pena preocuparse por un problema si este tiene solución. Y si no lo tiene, tampoco vale de nada preocuparse" —recitaba calmadamente lavando algunos vasos con sus largas mangas sujetadas— por eso no tiene caso que nos preocupemos.

—¡Feh! Jamás escuche eso — se cruzó de brazos, sentándose en el umbral de la puerta, vigilando a los niños fuera y a Kagome dentro.

—Además no estarás tranquilo de cualquier forma ¿Verdad? —cogió un secador del estante para secarse las manos y se acercó al caprichoso hanyo del umbral—. Vamos de cualquier forma al final, no permitirás que nada malo suceda ¿no es así?

—¡Por supuesto tonta! —le giro el rostro para no verla.

—Entonces si algo malo sucede deberás confiar en mí, así como yo confío en que siempre me salvarás —decía al tiempo que se ponía de cuclillas a su altura.

—¿Qué es lo que tratas de decir? —giró para toparse con la mirada anhelante de ella, haciendo brotar un sonrojo en sus mejillas.

—¿Cómo que... qué trato de decir? —suspiró— es eso, que simplemente no te preocupes, !Eres imposible!

—Y como se supone que entienda todo eso, las mujeres son tan complicadas, deberían simplemente decir lo que quieren directamente.

—¡Inuyasha!

—¿Q-que sucede?

—Lo diré directamente —habló cerrando los ojos e inhalando profundamente— tú y Moroha son mi familia, son lo más importante para mí, los amo —hizo una pausa—. Te amo, así que solo confía en mi ¿Entendiste? —beso su mejilla y se levantó regresando a su labor anterior.

Origen y destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora