Recuerdos

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Ambos se quedaron dormidos del cansancio, de la tristeza, cada uno en su lado del pozo, el mismo lugar, en diferentes tiempos, tan cercanos y tan distantes, no tenían la mínima esperanza de volverse a ver.

Al día siguiente Inuyasha salió del pozo, la noche anterior, después de un corto tiempo, fueron Miroku y los demás, al ver su mirada perdida, solo podían adivinar lo sucedido, ninguno de los amigos logro sacarlo de aquel trance, ninguno pudo hacer que saliera de allí, Inuyasha no los escuchaba, así que lo dejaron estar.

Ella salió del templo dejando el pozo, camino lentamente hacia la casa, camino sin energía, sin ganas, entro sin hacer ruido, pero su madre se dio cuenta, al verla parada con una sonrisa típica de una madre, Kagome corrió a sus brazos y lloro, lloro aún más que la noche pasada, su madre la abrazo reconfortándola, le dio una infusión y la hizo dormir, después le contaría lo sucedido.

Él camino hasta su cabaña, aquella que había construido para ella, que sentido tenia ahora, ella no estaba, pero toda tenía su aroma, todo le recordaba a ella, no toleraba permanecer allí, fue al pozo lo intento otra vez, no había resultado, las lágrimas salían nuevamente, su odio a si mismo se incrementaba, pasaron los días, y se pasaba el tiempo vigilando aquel pozo, pasaron, horas, días, semanas, meses y se encerró en su mundo, estaba cansado de seguir viviendo, su amor se fue y se dio el trabajo de llevar su alma consigo.

—Inuyasha ¿crees que así lograras que regrese? —dijo Miroku— ha pasado tiempo, ella podría volver en cualquier momento —no hubo respuesta de la otra parte, así que el monje suspiro— Kagome siempre se vanaglorio por haber logrado que confíes en tus amigos —este era su último recurso, todos los argumentos que antes le habían dado no estaban funcionando, así que hablar de ella era lo último para levantar a aquel hanyo deprimido— tienes la cabaña empolvada, ella te mandara al piso sin dudarlo, además deberías esperar hasta encontrarte con Kagome ¿no crees? —añadió dejándolo pensativo.

—mamá, ¿podrías conseguirme un poco de chocolate? —pidió la chica, tenía unos meses de embarazo, fue difícil contarlo, pero su madre es y será la persona más comprensiva del mundo, diciéndole que a su misma edad, la había tenido a ella, reconfortando a la chica, quien se esmeraba en sus estudios ahora que podía, después tendría que cuidar a su bebe, y tendría mayores gastos, a la par noto un incremento en su poder espiritual, o tal vez era solo su imaginación, pero en algunas oportunidades, había logrado crear una barrera de energía.

Ella estaba dolida, pero, aun así, acepto y asimilo lo que dijo Inuyasha "No perteneces aquí", él tenía razón, ahora no tenía esperanza o anhelo de volver, era hora de terminar con todo, tal vez y solo tal vez así podría liberarse, no pensar en él o llorar noches enteras rememorando lo vivido, tal cual sueño incompleto e interrumpido de la peor forma, el pozo, Kagome debía destruirlo por completo, «cerrar el capítulo» pensó, pero no lo hacía, en lo profundo de su corazón albergaba esperanza, pero nada, nada paso fue cuando cierto día se vio a si misma sellando el pozo, culpable de empezar todo, sellando su amor con el, aunque por supuesto no podía olvidar el hecho de que también gracias al mismo pozo, podía tener a su bebe consigo, lo más valioso, ahora, para ella. estaba decepcionada, traicionada, desvalorada, humillada y mil formas de expresar su "odio" y no quería verlo, al menos ahora no, además ya no había forma de volver, esta era su vida, este era su lugar.

Inuyasha volvió al pozo como de costumbre, paso cerca de ocho meses desde que perdió a Kagome, cada vez que iba a ese lugar no podía evitar odiarse, caminaba hasta el árbol donde la esperaba y noto algo brillante en el suelo, se agacho y lo recogió, era el brazalete que llevaba Kagome en la mano, ambos la llevaban, ella le pido hacerlos, en una noche de luna nueva, sonrió recordando aquel día...

—Ne Inuyasha —llamo la chica— deja de estar irritado

—no molestes Kagome —respondió— sabes que me molestan estos días

Origen y destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora