—¿Cuándo será?
—Dentro de dos semanas, serían dos días los que ocuparía.
—Te das cuenta que has comenzado a trabajar y ya estas pidiendo permisos.
—Lo sé señor, pero son actividades extracurriculares del instituto —explicó Mariam con formalidad, mientras el señor Orantes apartaba la laptop para mirarle con seriedad.
—Puedo cubrir tu turno, pero tendrías que trabajar dos semanas sin descanso.
—¡Claro que sí!, lo haría con gusto —exclamó sorprendida.
—No te emociones tanto niña, verás lo difícil que es trabajar dos semanas seguidas. ¡Ahora déjame seguir con el trabajo!
—¡Gracias por todo señor! —reconoció saliendo de inmediato.
Mariam sonreía al imaginar la reacción de Elisa al enterarse de su asistencia, caminó por el pasillo deteniéndose en el espejo, notando la rojez en su mejilla. Su rostro se descompuso al recordar a su tía, negó extrayendo el celular para responder el mensaje que tanto le había alegrado.
También has hecho mi día mucho mejor, la sonrisa en el espejo me lo confirma.
Daniel escuchó el sonido de su celular, dejándolo sin revisar al notar a su padre aproximarse con el rostro enfurecido, su madrastra al advertir lo que acontecería sujetó a su medio hermano del brazo, llevándoselo consigo.
—¿Quién diablos te crees? —preguntó entre dientes, mientras oprimía los puños.
—Se me presentó algo importante padre, no podía dejarlo. —El pesado golpe llegó hasta su rostro haciéndolo retroceder.
—¡Nada es más importante que la familia! —gritó con falsedad, obviando el hecho que nada era más importante que su carrera.
—Que tú campaña querrás decir —soltó enojado, respondiendo con la verdad, sin importarle lo que su padre opinara. Leonardo al escuchar que le alzaba la voz se irritó aún más e intentó asestarle otro puño, que Daniel evadió con rabia.
—No quiero hacerte frente, ¡así que detente! —gritó de regreso, notando las llamas de ira en los ojos de su progenitor, quien comenzaba a arremangarse los puños de la camisa blanca.
—¿Crees poder hacerme frente?, ¡entonces me lo vas a demostrar ahora! —amenazó, acercándose a Daniel quien sangraba del labio.
—¡Deténganse! —gritó Samantha interponiéndose entre los dos, a pesar de la molestia que sentía hacia su hijastro quien parecía llevarse toda la atención de su esposo—. ¡Deberías irte Daniel!, ya nos has ocasionado bastantes problemas.
Daniel la observó con el mismo disgusto que sentía hacia su padre, esa mujer había hecho llorar incontables veces a su madre, cuando en aquel entonces era la amante detrás de la careta, ¡algo que no olvidaría jamás! Levantó la chaqueta del sofá y avanzó con prisa limpiándose la sangre, deteniéndose al escuchar las palabras arrogantes de su padre.
—¡Si vuelves a quedarme mal!, ¡te juro que no me va a temblar la mano para corregirte como es debido! —Daniel sonrió de forma retadora al hombre que seguía de pie en la suntuosa estancia.
—Se te olvida que ya no soy un niño, por si se te ha olvidado soy mayor de edad y yo dirijo mi vida. —Azotó la puerta al salir, pasando de los guardaespaldas trajeados que asentían a su paso.
Encendió el auto después de unos minutos que le habían servido para calmarse, odiaba tener que aparentar que eran una familia feliz, cuando realmente era todo lo contrario. Cada vez que estaban juntos algo sucedía que los hacía terminar mal, su padre era un hombre frío, que no se detenía cuando tenía un objetivo, haciéndolo tan frívolo que le propiciaba aversión pasar tiempo a su lado.
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UNA NUEVA OPORTUNIDAD
RomanceMariam debe regresar a su vida cotidiana a tan solo siete meses de perder a sus padres, el instituto ya no es lo que fue y no logra adaptarse a sus compañeros, su vida parece caer en picada, hasta que alguien se cruza en su camino para ayudarle a sa...