Un trato beneficioso

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Ató  su corbata con precisión y bebió un sorbo de su copa de Martini, listo para conocer a los empresarios que patrocinarían su candidatura, sabiendo de sobra que de llegar al poder pagaría con enormes beneficios, a las corporaciones que ellos pertenecían.

Los invitados alzaban las copas a su paso, los hombres más ricos del país le acompañaban esa noche, pero uno solo llamó su atención. Martín Lebrón, el flamante millonario que había llevado al poder al actual presidente, y quien ahora fungía como ministro de finanzas.

Ambos se saludaron con formalidad, mientras la orquesta de música clásica amenizaba la velada. Un camarero se detuvo para convidarles dos copas de whisky, que inmediatamente tomaron entre sus manos sin siquiera agradecer al hombre humilde que trabajaba incasablemente.

—Por lo que veo las cosas te está yendo bastante bien —indicó Martín, bebiendo un sorbo de su copa, para luego acomodarse en el flamante sofá antiguo que adornaba el salón.

—Las oportunidades hay que tomarlas, y la mía es ahora —respondió Leonardo con un gesto de confianza, recordando cínicamente los hilos que se estaban moviendo, para llevarlo hasta el tope de la pirámide.

—Sabes de sobra que apoyaré tu campaña, entre amigos hay que ayudarnos ¿no? —indicó con sorna, sabiendo que no había amistad de por medio, solamente beneficios para ambos que los mantuvieran en el poder.

—Por supuesto que lo sé, y tengo muy en claro que te recompensaré —mencionó, chocando su copa en señal de sociedad.

—También adicional, hay algo que quiero pedirte, algo que sea de bienestar para la felicidad de mi familia.

Leonardo observó al hombre canoso de ojos grises, que hablaba con la comodidad de saber que lo que quisiera él se lo daría, la influencia que tenía sobre los presentes era vital para que nadie declinara el brindarle su apoyo.

—Por supuesto, si está en mis manos lo tendrás —indicó con seguridad, a espera de lo que el hombre poderoso tuviera que decirle.

—Mi hija Arlén desde niña ha estado enamorada de tu hijo, siempre pensé que eran cosas sin importancia y que con el tiempo se le pasaría. Pero sigue preguntándome por su paradero debido a mi cercanía contigo, así que quiero hacer a mi hija feliz, y por supuesto quiero que nuestra amistad sea más firme.

Leonardo sonrió al escucharle comprendiendo lo que quería decir, una unión entre hijos sería una alianza dura como el acero, beneficiosa para su estatus como ninguna, inquebrantable si en el futuro concretaran un matrimonio.

—Si mi hija es feliz, yo soy feliz, y por supuesto tu hijo tendría una joya invaluable como ninguna. ¿Entiendes lo que quiero decir?

—Perfectamente, creo que Daniel estaría encantado de salir con tu hermosa hija.


Mariam caminaba por los pasillos escuchando las murmuraciones de los estudiantes, el equipo de porristas le sonría con orgullo, imaginando que quizás volvería a formar parte de sus filas, los atletas repasaban su cuerpo con admiración, sin importarle que hubiera perdido peso, para ellos seguía siendo la líder indiscutible del instituto Saint James.

Ella en cambio sujetaba su mochila con cierto nerviosismo, las clases habían terminado e intentaba mantenerse serena a pesar de saber que las cosas serían complicadas, se detuvo afuera del edificio de audiovisuales para recuperar la respiración, tantas emociones le pasarían factura de un momento a otro.

Mariam comprendía que no estaba actuando mal, no estaba haciendo algo por lo que debiera ocultarse, su tía veía en ella el reflejo de su madre y eso tampoco la ponía mal, su madre le había dado la vida, la había cuidado desde siempre demostrándole cada día, que jamás se había arrepentido de traerla al mundo. Sonrió al pensar en ella, sonrió al sentirse orgullosa de haber sido su hija y sonrió porque no se acobardaría ante su tía, sin importar lo que ocurriera.

UNA NUEVA OPORTUNIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora