La ultima madrugada

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Anastasia abrió la puerta con lentitud al escuchar los pasos en el pasillo, su madre se había ido desde muy temprano, así que aprovecharía la oportunidad para mostrarse con total libertad de expresarse como le diera en gana, con actitud petulante se detuvo en frente de Mariam con una irónica sonrisa.

Parecía más demacrada que hacía algunos días, tanto que ni siquiera le sostuvo la mirada, sin pronunciar palabra intentó pasar de su lado, Anastasia se interpuso en el camino, acariciando su brazo con gesto fraternal, fingiendo compadecerse de su estado.

—Mi madre me descubrió llorando y no pude seguir ocultando lo que había entre Daniel y tú, ¡aunque creo que fue lo mejor! —mencionó cruzando los brazos, sintiéndose completamente segura del triunfo.

Mariam sabía que su prima solo buscaba burlarse, así que contestarle sería una perdida de tiempo, no tenía como defenderse y tampoco quería hacerlo, estaba subyugada de cientos de maneras, aun así, había llegado a la conclusión de que no dejaría a Daniel, su vida podría ponerse más difícil estando a su lado, pero sería inaguantable estando sin él.

—¿Qué?, ¿Ya no eres tan valiente como para decirme algo?, ¿o qué, todavía te crees demasiado importante?

Mariam sujetó su mochila y pasó con brusquedad, escuchando los insultos que su prima confería detrás suyo, descendió las escaleras con desaliento, comía tan poco que no tenía energía para hacer cosas tan básicas, miró hacia la cocina, pero todo lo que había allí no era para ella, salió de la casa en dirección al instituto, deteniéndose a comprar un emparedado de pavo y un jugo de fresa, que sería su única comida del día. Debía empezar a ahorrar todo lo que le fuera posible, aunque conllevara sacrificios.

Alzó la mano al ver a Elisa en la entrada principal, sintió su corazón acongojarse al percibir el abatimiento en su semblante, su amiga también estaba sufriendo, terminar con alguien a quien se ama, debía de ser terrible y al pensar en Daniel, sintió temor de que algo así ocurriera. Eliminó esos pensamientos negativos e intentó mostrarse contenta, debía de parecer alegre y contagiarla de buena energía, espontáneamente sonrió cuando su amiga la miró, "Yo puedo hacerlo", se dijo y avanzó hacia ella.

—¡Te ves bien! —mencionó Mariam, queriendo evitar la pregunta de cómo estaba, sabía que no estaba bien y no hacía falta recordárselo.

—No me mientas, se que no me veo bien...

—Depende de quien te vea, yo te veo bien, estás hermosa como siempre, estás sana, tienes a tu familia para apoyarte, entonces... ¡yo te veo muy bien!

—¡Ufff! cuando dices esas cosas me haces darme cuenta de lo estúpida que soy, llorando por algo que no es tan importante —respondió culpable por estar triste, cuando Mariam había pasado algo tan trágico.

—No, el sufrimiento de cada quien es algo tan personal, que solo el que lo vive sabe lo profundo que puede ser, así que está bien que estés triste, pero insisto, ¡yo te veo muy bien!

—¡Eres la mejor! —añadió, llenándola de abrazos.

Las dos se dirigieron al salón de clases, Henry que estaba conversando con Luis y Alessa las observó pasar, ambas parecían bastante felices, sobre todo Mariam, quien no dejaba de mostrar esa linda sonrisa que hacía tiempo no eran dirigidas a él.

—¡Tierra llamando a Henry! —exclamó Alessa, mirando hacia la misma dirección—. ¿A quién ves?, ahora que las dos son tus ex novias estoy un poco confundida.

—¡Que te importa, tú enfócate en lo tuyo!

—¡Vaya!, ¡pero que humor! —mencionó Luis.

UNA NUEVA OPORTUNIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora