Las horas parecían ser eternas, resguardada bajo las sábanas en plena oscuridad lloraba en silencio, tan solo una frase había bastado para hacerla caer al fondo del abismo, "tenemos que terminar". Simplemente así, sin dar explicaciones, sin decirle el por qué, sin comprender que su corazón estaba repleto de agujeros y que solo había contribuido para deshacerlo.
Apartó la sábana blanca y encendió la lampara, alcanzó la fotografía en donde estaba junto a sus padres, en aquel corto viaje por la reserva natural, sintiéndose completamente vacía, volviendo a caer en ese limbo que no tenía salida, ese lugar escabroso del que creía estar saliendo, pero seguía igual de atrapada como si estuviera retenida por cemento.
— Todo ha ido para peor mamá... todo se ha acabado... estoy sola...sigo estando sola... —gimió, dejándose caer en la cama con el retrato retenido en su pecho.
Cuando los rayos de luz anunciaron el inicio del día, Mariam ya estaba de pie con un aspecto irreconocible, la palidez de su piel la hacía ver enfermiza, la rojez alrededor de sus ojos era tan notoria que hasta le dolía tocarse los parpados, tragaba con dificultad, no seguía llorando solamente porque ya no tenía lágrimas, era como un riachuelo que se había secado en verano.
Mariam recogió su mochila del piso, sabiendo que no podía ir al instituto, no podía enfrentarse a los demás como si nada pasara, ya no podía seguir fingiendo ante Elisa que todo estaba bien, no quería ver a Anastasia, no quería ver a nadie, no podía soportar la idea de ver a Daniel, porque estaba segura que le suplicaría en ese instante para que no la dejara. Su desesperación era tan grande que se humillaría delante de todos, y no quería verse en esa posición, prefería esconderse unos días antes de regresar.
Era tan de mañana que había pocas personas caminando por el parque, Mariam avanzaba sin percatarse de quienes pasaban a su lado, se dejó caer en la banca de metal y cerró sus ojos irritados, al poco tiempo ya eran menos personas las que recorrían el lugar, el horario marcaba que las jornadas laborales y escolares ya hubieran iniciando.
Con más confianza se quitó los zapatos y caminó descalza por la hierba, se acomodó en ella con el único pensamiento de irse del país, viajar a otro sitio donde nadie la conociera y pudiera comenzar desde cero, sus impedimentos para hacerlo era muchos, el tema económico y ser menor de edad, eran los más importantes, sin embargo, esa idea no se le iría de la cabeza durante mucho tiempo.
La melodía del celular la hizo incorporarse con la esperanza de que fuera Daniel, pero se desilusionó al ver en la pantalla el nombre de Elisa. Negó con pesar, sabia que él ya no la llamaría, ya no le escribiría y tampoco la buscaría.
—¿Sí?
—¿Por qué faltaste?, ¿estás bien?
Mariam escuchaba a través de la llamada el bullicio en el salón, la voz de su amiga se percibía serena, aunque solo ella sabía cómo se sentía por estar en el mismo salón con Henry, debía de ser tan difícil y doloroso como lo era para ella.
—Estoy bien, solo necesito un poco de descanso, trabajar tan tarde me está pasando factura —respondió, escondiendo la verdad.
—Mariam... entonces no estás bien, ¿quieres que te vaya a ver después de clases?
—No, no es necesario, solo necesito descansar —añadió, mientras salía de la hierba para volver a calzarse.
—No te escuchas nada bien Mariam, sé que no estás bien.
Mariam alejó el teléfono y suspiró con agobio, quería decirle a su amiga lo que pasaba, necesitaba hablarlo con alguien, de nada servía que se siguiera guardando todo, lo había hecho por bastante tiempo y de nada le había servido. —¿Puedo quedarme en tu casa unos días? —preguntó con cierta pena.
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UNA NUEVA OPORTUNIDAD
RomanceMariam debe regresar a su vida cotidiana a tan solo siete meses de perder a sus padres, el instituto ya no es lo que fue y no logra adaptarse a sus compañeros, su vida parece caer en picada, hasta que alguien se cruza en su camino para ayudarle a sa...